martes, 14 de octubre de 2014

Fuga narrativa

Recorro el túnel andando mientras leo y deshago el camino leyendo mientras ando. Con la mente y la vista ocupada, justo antes de llegar al andén, una trinchera de colores granates anaranjados interrumpen mi fantasía literaria:

-La tarjeta de trasporte- oigo sin levantar la mirada presagiando un momento divertido.

La o le saludo (no recuerdo su cara) haciendo alarde de mis buenos modales. Me hago el remolón mientras intento buscar el objeto solicitado al mismo tiempo que me termino la página.

Percibo que la gran mole naranja que le o la acompaña, me enfila con su "porra". Yo, con una mano en el bolsillo le devuelvo el amago con la "mía". No tengo prisa y así lo demuestro, transparente como sus intenciones multando a aquell@s usuarios que por motivos varios clasificados como secreto de sumario, no han satisfecho las necesidades de l@s inspectores.

Pero no nos vayamos del tema; a mi nadie me esperaba y tenía apetencia de conflicto, del tipo que fuera. Rebusco tranquilo e incluso doy a entender desabrochándome el botón del pantalón, que mi abono está por algún lado seguro...pero no lo encuentro...por si fuera necesario un riguroso cacheo de manoseo y contoneo. 

Ya son dos los gorilas que me cercan el espacio. La inquisidora comienza a perder los nervios, lo sé, por sus movimientos repetidos y enfermizos con la pierna. Me regocijo por dentro mientras la frente me suda por la excitación del momento. Pienso en el calor que hace y en lo que comeré más tarde. Me suenan las tripas al mismo volumen que la risa, silenciosa malhechora. 

La paciencia de l@s agentes coge el metro del andén contrario. El nivel de alerta se acentúa. Oigo que viene mi tren. Todo retumba y hago que no les oigo para no contestar a sus preguntas. Las vibraciones me motivan. La gente, ignorante, a lo que allí estaba ocurriendo. Me siento único e importante, por encima del mal y del bien. El metro efectúa su entrada en la estación. Busco el hueco. Me posiciono. Trazo el plan de huida, el truco perfecto. El tren parado con las puertas abiertas y los pitidos agonizando. Cuento los segundos. No hay salida posible. Solo un milagro me salvaría de tan deshonesta acción de no proporcionar el título validado pese a tenerlo en el bolsillo trasero. El pitido se vuelve constante y ¡ocurre!
Cambio de ritmo; primero un pie, luego el otro. la zancada se hace interminable. L@s perseguidores reaccionan 2 segundos tarde. Les saco ventaja. ¿Me dará tiempo? me pregunto con medio cuerpo entre coche y andén...¡clack!

Estoy dentro, sofocado y victorioso. Me doy la vuelta para ver sus caras de asombro y de odio. Golpean la puerta. Les hago una peineta. Ahora dan patadas. Les sonrío. Sus salivados insultos se incrustan en el cristal. El conductor mete primera. Hay un movimiento leve.

Es entonces cuando con mi lengua áspera, unto la ventanilla para dejar pegado mi abono a la vista de l@s malvad@s. Le guiño el ojo a la revisora desde el otro lado; ahora sí que recuerdo su cara con gesto de incredulidad.

El tren se adentra en el túnel. La luz se apaga. Oscuridad. Vuelvo a casa.

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