más gente quiere
que seamos menos
por eso de sentir las raíces.
Raíces secas y muertas
bajo el asfalto a cincuenta grados
que solo simpatiza
con los coches,
porque claro,
la calle no es nuestra.
Referentes como el Carapolla,
el mafioso Tito Floren
o la sociópata de Ayuso
con sus medios,
son los que construyen
la ciudad a su gusto
generando opinión y relato.
Ell@s y el verano
adueñándose de los campos
y el invierno.
Madriz con zeta de nazi,
no por el acento pijo y burgués.
Los barrios subsistimos
como flaco favor
para nuestras vecinas
y por el privilegio
de los de arriba.
La clase se define
por la ventana
abierta o cerrada.
Capital de la hostilidad
y de los pisos turísticos.
Comprar barras de pan
en casas de apuestas,
impuestos para mantener iglesias,
tenderas suicidas
que echan el cierre
porque no pueden
competir con los precios
de las multinacionales.
En verano todo
se magnifica para mal
porque las olas de calor
sustituyen a las olas del mar.
Íntimamente relacionadas,
las olas,
incrementan su nivel y su empuje
para echarnos de
unos océanos
con profundidades
llenas de plásticos.
Pero eso a Madrid le queda lejos
por no tener costa
y por creerse el ombligo
del mundo,
como si de aquí surgiera
todo lo importante,
como si las de aquí
tuviéramos mas protagonismo
para según qué cosas.
Madrid me parece
la ciudad inhabitable
por antonomasia:
opresiva,
calorífica
y antipática.
El bochorno climatológico
es solo equiparable
con la vergüenza ajena
que me produce esta ciudad
y sus ídolos de barro.
No soy enemigo
pero voy en contra
de este Madridcentrismo
que rezuma a sangre de toro,
polvo de ladrillo
y celulosa de billete.
Sin excusas,
salgamos en cuanto podamos
a conocer y descubrir
que hay más allá
de esta parte de la Meseta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario