viernes, 23 de agosto de 2024

La ciudad inhabitable

Cuántos más somos,
más gente quiere
que seamos menos
por eso de sentir las raíces.
Raíces secas y muertas 
bajo el asfalto a cincuenta grados 
que solo simpatiza 
con los coches,
porque claro,
la calle no es nuestra.

Referentes como el Carapolla,
el mafioso Tito Floren 
o la sociópata de Ayuso 
con sus medios,
son los que construyen 
la ciudad a su gusto
generando opinión y relato.
Ell@s y el verano
adueñándose de los campos
y el invierno.
Madriz con zeta de nazi,
no por el acento pijo y burgués.

Los barrios subsistimos 
como flaco favor 
para nuestras vecinas
y por el privilegio 
de los de arriba.
La clase se define
por la ventana 
abierta o cerrada.
Capital de la hostilidad 
y de los pisos turísticos.
Comprar barras de pan
en casas de apuestas,
impuestos para mantener iglesias,
tenderas suicidas
que echan el cierre 
porque no pueden
competir con los precios 
de las multinacionales.

En verano todo
se magnifica para mal 
porque las olas de calor
sustituyen a las olas del mar.
Íntimamente relacionadas,
las olas,
incrementan su nivel y su empuje 
para echarnos de
unos océanos 
con profundidades 
llenas de plásticos.
Pero eso a Madrid le queda lejos
por no tener costa
y por creerse el ombligo
del mundo,
como si de aquí surgiera
todo lo importante,
como si las de aquí 
tuviéramos mas protagonismo 
para según qué cosas.

Madrid me parece
la ciudad inhabitable 
por antonomasia:
opresiva,
calorífica 
y antipática.
El bochorno climatológico 
es solo equiparable
con la vergüenza ajena
que me produce esta ciudad 
y sus ídolos de barro.
No soy enemigo
pero voy en contra 
de este Madridcentrismo 
que rezuma a sangre de toro,
polvo de ladrillo
y celulosa de billete.

Sin excusas,
salgamos en cuanto podamos 
a conocer y descubrir 
que hay más allá
de esta parte de la Meseta.

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