viernes, 9 de agosto de 2024

El que acompaña

Ese soy yo.

En el curro me profesionalicé
acompañando 
pero es que ya venía 
acompañando extraordinariamente 
desde hace años.
Nunca pedí méritos 
ni reconocimientos,
para estos siempre
preferí un papel secundario.
Despacito y sin hacer ruido,
atento y preparado
para lo que viniese,
consciente y comprometido 
con mi tarea 
de mantenerme 
al mismo paso,
delante para abrir el camino
o detrás para favorecer 
la independencia.
No puedo evitar acordarme 
de aquella casa de Navacerrada.

Yo también he padecido 
la soledad del corredor de fondo 
y no me refiero a los 2.300 metros
de la carrera popular del barrio.
Odio correr,
pero si se trata de acompañar 
mi resistencia no se agota,
no se rinde,
no se resiente
valga la redundancia.
Sin entrenadoras ni coachs,
tampoco gurús ni líderes,
con mis mochilas 
y mis uñas de colores,
pese al sol,
pese a la ausencia de la lluvia.

Porque así lo negociamos
para pactar 
en un bar de barrio 
el verano pasado.
En las decisiones adultas
no tienen porqué estar
presentes l@s niñ@s,
pero todo lo que planificamos
aquel día 
fue para protegerles 
y asegurarles su bienestar.
Así lo hicimos
y nadie ha salido
malparado.

El que acompaña 
tiene un papel determinante
como lo tiene la persona
que acompaña a la mujer
que va a parir.
Si uno tiene que asegurar 
que se cumpla
el plan de parto,
también tiene que asegurarse
que se cumpla 
el plan de oposición.
Yo he cumplido esa función 
varias veces,
tanto de una,
como del otro.

El que acompaña 
es el soporte,
la cobertura,
el abanico de posibilidades,
el conducto de ventilación,
el de la red de alternativas,
el que diseña el plan B, C
y los que hagan falta,
el que cubre 
los huecos
que se sienten vacíos,
el que asegura 
el cumplimiento 
de cualquier necesidad básica.

El que acompaña 
debe cuidarse y ser cuidado,
quizá con otros tiempos,
con otros ritmos,
con otros matices distintos
en sus necesidades.
Es el copiloto,
el que no suelta la cuerda,
el seguro de vida,
la fuente de agua.
Soy experto 
e inigualable
en dicha tarea,
como si fuera un rapero 
imbatible lanzado beefs
a diestro y siniestro.

Soy el camino,
la línea,
la sombra,
la fe inquebrantable,
la montaña intacta,
el basto océano.
La disponiblidad absoluta
la batuta de la orquesta,
el mando de puesto
respetuoso,
el colchón antiguo 
pero el colchón favorito,
los zapatos bien cuidados
y la pisada perfecta.

El que acompaña 
reta a muerte a la soledad 
insana de las que solo 
buscan solidaridad 
en el tránsito.
Un hueco inesperado 
en la grieta megalómana,
un refugio inhóspito 
en la hostilidad
de la tierra virgen,
un lugar donde apoyarse
en medio de la desestabilización
feroz y salvaje.

El que acompaña bien
no se sustenta
en la cultura del esfuerzo 
y el emprendimiento,
el que bien acompaña 
nada humilde
hasta en la trampa
más farragosa y umbría.
Acompañar y amar 
son los únicos verbos 
posibles
dentro de lo que implica 
no sentirse sola,
incomprendida,
juzgada.

El que acompaña 
se equivoca precisamente 
por intentarlo
y padece las consecuencias 
del que va delante.
Se resiente, se magulla
y grita en silencio
por no resultar molesto.
El que acompaña 
es como la pinza 
que se precipita 
por la ventana 
sin miramientos 
pero que espera paciente
en el suelo
a ser recogida por alguien,
por algo, por todas.

El que acompaña 
no busca la perfección,
sino la planificación correcta
de las condiciones 
que posibiliten
al resto y a uno mismo
las oportunidades 
óptimas y justas 
para que cada una
se desenvuelva
como quieras y pueda.

Nos pasamos la vida entera
acompañando,
la suerte es sentir
que te acompañan 
de por vida.
Ese quiero ser yo.


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