sobre la gente parásito,
pero no es un día
en el que me apetezca
despotricar, quizá mañana.
Llevo siendo su Tate
veintiocho años,
igual que su sobrino mayor
lo lleva siendo dos.
Pero resulta
que el término Tate
evolucionó hace
más de cinco a Titi.
Claro, el nunca fue el mayor
y de alguna manera
acogió la responsabilidad
de serlo para con sus más pequeñ@s.
Un camino difícil
el de la infancia,
la adolescencia
y la adultez.
Un camino en el que sentirse
incomprendido demasiadas veces,
en el que te han acompañado
como han podido
que es lo mismo
a como han sabido,
pero que no ha conseguido
salirse de la mediocridad.
Así somos
a veces y siempre,
creyendo que lo hemos hecho
lo mejor que hemos podido
sin revisar o reflexionar
sobre los tropiezos
y sus consecuencias.
Por la parte que me toca,
lo siento,
lo siento mucho
y lo siento de veras.
Pero aquí estamos,
con la posibilidad
de seguir mejorando
y de perdonarnos
todo un pasado
que se empeña
en determinar
todo el presente
aunque el futuro
solo esté en tus manos.
Estamos a tiempo
de cuidar las relaciones,
de proteger la salud mental
y de transformar
todo un sistema hostelero
corrompido e injusto.
Lo dicen nuestros
puntos en la mano,
como si fueran
las pistas serigrafiadas
en nuestra piel
para que como niñ@s
intentemos unirlas
sin titubeos ni temblores.
Ese mapa cartografiado
sobre nuestro cuerpo
no es más que la memoria
intacta donde se recoge
y se estanca todo lo malo,
pero donde también
se acoge y se refuerza
todo lo bueno.
Partamos de ahí,
del despojo de nuestras sombras
y del desmembramiento
de las extremidades
con sabor a fascismo.
Naveguemos
con buena letra
y sin errores ortográficos
sobre las palabras
que nunca dijimos
y la construcción de frases
simples que nos lleven
a islas por descubrir.
Caminemos y corramos
cuando haga falta
de la mano
y sin ambajes,
compitiendo al adversario
por no adelantarnos
cuando su pretensión
sea mirarnos
por encima del hombro.
Tu recorrido es
el mejor entre los posibles
dadas las circunstancias,
orgullo del sano
y sin remordimientos.
Pero la culpa extenua,
ahoga y cruje
todos los huesos
que no fueron humildes,
bondadosos e ideológicos.
Arrepentirnos y pedir perdón
son peajes
que no nos pueden
subvencionar nadie.
Es universalmente justo
parar,
mirar atrás
y recoger todo
lo que se nos ha caído
mientras recuperamos
el aliento
para continuar,
desafiantes,
con nuestros pasos.
A los toreros y cayetanos
también se les educa
sirviéndoles cerveza.
Hace mucho tiempo
aprendí a convivir
con el odio,
con el rechazo profundo
que me producen
algunas personas y situaciones.
El punto de inflexión,
el viraje,
la clave fue centrarme
en lo extraordinariamente bello
que tengo a mi disposición
sin dejar de mirar
a la cara a todos
los dioses y demonios
que considero
hacen del mundo
algo menos terrenal.
Con esto no solo
quiero recordarte,
sino contarte por
si no lo hubiera hecho antes,
que me tienes,
que nos tienes,
que de la primera
persona del singular
a la primera persona del plural
apenas hay diferencia
y tú nos ganaste
desde siempre.
Que mi yo
es un nosotros
reconvertido
en algo más poderoso
que un sujeto
acompañando a un verbo.
Somos distintos tipos
de complementos
que en colectividad
transforman
la tradicional frase hecha
llena de prejuicios
y conservadurismo.
Te analizo sintácticamente
sin pretender
ser maestro de nada
pero con el ánimo de querer
saber de casi todo,
sobre todo de igualdad,
amor y respeto.
Pero respeto
por lo democrático,
por los derechos
intrínsicsmente humanos.
Es mentira eso de
que haya que respetar
todas las opiniones y opciones.
Es una falacia
que todo el mundo tiene cabida.
Es falso que haya que
dar voz a los nazis.
Feliz cumpleaños, hermano,
que los cumplas feliz
y te den muchas propinas.
Tú dales en toda la cara
para que un día
los servilistas sean ellos.
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