Parece mentira
con todo lo que grita hablando,
como ha bajado los decibelios
en la UCI.
Pequeña y menguadita
con su pijama azul,
ella no se percata
lo que se parace
a su madre,
esa a la que tanto
echa de menos en silencio.
Ella no es imparable
ni invencible,
los sustos le llegan
a todo el mundo.
Es el colmo de los colmos
que habiéndote dedicado
toda la vida a mirar
ojos ajenos,
sean ahora tus propios ojos
los que te dan
una llamada de atención.
Ahora bien,
la arteria no tuvo cojones
a obstruirse del todo,
sabía a quién se enfrentaba
y se arrepintió a tiempo.
Dejar de ver repentinamente
es una señal inequívoca
de que algo está pasando.
Este curso ya me he enfrentado
a algún que otro gilipollas
que no quiere ver
más allá de lo
que no le permite la biología.
Nosotras también
hemos perdido cierta visión
por un virus
que parecía poca cosa.
A veces, las consecuencias
no tienen marcha atrás.
Cuando la abracé,
me arrepentí inmediatamente
de todos aquellos abrazos
que me pedía
y que yo daba a medias tintas
por una resistencia
invisible, pero poderosa,
que no me permitía
hacer lo contrario.
Otra vez es como verle
las orejas al lobo,
o más bien
como ver el fascismo del cazador.
La buena noticia,
como suelo decir,
es que casi siempre
estamos a tiempo
de revertir la situación.
La señora del sur
en ningún momento
sintió miedo;
esta vez la ignorancia
o el desconocimiento
de la gravedad
le permitió asumir
el incidente con serenidad.
Esto va unido a la forma de ser
que tiene una,
que es la misma
que he heredado yo
inconscientemente
pensando que lo
he decido con consciencia.
Pero no es así,
venimos de dónde venimos
y hace tiempo
que abogo por
no olvidar los orígenes,
especialmente desde
que soy padre.
Pero hay una manía social
que me molesta especialmente;
la de ocultar la verdad
por no molestar, por no preocupar
o por no producir daño.
Estoy cansado de defender
la madurez y la inteligencia
de todas y cada una
de las personas que conozco,
por muy subnormales que sean
como ya he dicho antes.
Pero ya está,
tomamos las decisiones
que tomamos y son por algo.
Como digo, ella está bien,
es lo único que importa.
No tenía previsto
escribir una cuarta parte,
pero últimamente la salud
o la ausencia de la misma,
me ha obligado a
ponerme en un lugar
al que no estoy acostumbrado.
Y reconozco
que no me muevo
como pez en el agua,
pero asumo todas
sus implicaciones
aunque no estuviera
preparado previsiblemente
para ello.
Señora del Sur,
te han llamado al orden
y el orden ha salido
malparado,
no me cabía duda.
Pero cuidado,
los síntomas y las posibles secuelas
siempre están esperando
su turno.
Me fascinas y me reconozco en ti,
en el modo en que sales del paso,
en la forma en que das ejemplo,
en el hecho y la puta suerte
de que seas mi vieja.
"Nunca había visto
un caso igual",
te dijo la enfermera.
Claro, "nunca tendréis
una madre como la mía",
escribo yo como punto final
para cerrar este texto.
Febrero, no te doy
más oportunidades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario