miércoles, 30 de noviembre de 2022

Si bien no es poco, no ha sido suficiente

Cuatro meses y una semana
a conciliación completa
desde la última semana de julio
entre días libres, vacaciones,
la segunda parte del
permiso paternal
y los días de acompañamiento
para la lactante.
Me reafirmo, si bien no ha sido poco,
tampoco resulta suficiente.

Pero qué bien
lo hemos pasado
y qué bien lo hemos hecho.
Volcadas en la crianza,
hemos vivido
en un oasis familiar
no exento de planes y ocio.
Hemos viajado
en días extraños 
para nosotras,
hemos salido,
nos ha costado entrar
y hemos ido creciendo
en estas decenas de semanas
como un bloque
perfectamente estructurado.

Hemos aprendido
a relacionarnos l@s cuatro
sin interrupciones
ni intromisiones;
aquello que se colaba
por la rendija
era porque nos lo
podíamos permitir.
Hemos dejado de lado
la limpieza
pero hemos protegido
el amor por los cuatro costados.
Incluso así,
la convivencia
se ha basado en horarios
y rutinas,
porque cualquier ser,
para ser social,
necesita asegurarse
relaciones privilegiadas
y una temporalización
que te marque la agenda.

Nos hemos enfrentado
a dos tiempos de acogida;
una sin planificar
y poco amable
por un cole
que pronto se olvida
lo que implica
la primera infancia,
y otra cuidada y pensada
hasta la extenuación,
por una Escuela amiga
y pedagógica.
Cada cuál con su bandera
pero igual de determinante
para con nuestr@s cachorr@s.

He podido acompañar
la llegada y la salida
del mayor,
sus angustias y sus emociones,
sus miedos y sus ilusiones,
para luego desfogarnos
en un parque comunitario.
Me he visto en la necesidad
de confrontar con algun@s
de l@s agentes educativos
con los que cuenta su cole
para favorecer una 
buena transición y adoptación
a un medio sin duda caduco,
salvo excepciones de varias
de las maestras.
Y lo he podido hacer
con flexibilidad,
sin rigideces
ni tirones de orejas,
Y me he dejado confrontar,
porque para mejorar
hay que revisarse
como en una evaluación continua.

Sin embargo, durante dos meses
y unos cuantos virus sin nombre,
he podido acompañar
física y emocionalmente
el tiempo de acogida de mi pequeña,
ahora sí,
en un ámbito público, comprometido
y transparente.
¿Acaso creíais que el
permiso de paternidad
igualado actualmente
al de las mujeres,
era para tocarse los huevos?
Pues no, huevones.
Y qué experiencia religiosa.
Menudo viaje alucinógeno
que nos hemos pegado
por las nubes,
donde cada día,
volvíamos a casa
con sabor de victoria,
con olor a progreso,
con la confianza desbordada
para seguir aconpañando
sus intentos y sus vivencias.
Esto sí que sí, señores y señoras,
y por qué no, señeres.

6 semanas con un parón,
más una semana y cuatro meses,
bien podría ser el título
de un peliculón rumano.
Pero no.
Es el tiempo que he tenido
para ejercer casi con total libertad
mis derechos y mis obligaciones
de criar a mis cachorr@s
en la más absoluta felicidad,
sin miedo a la ausencia 
de una nómina
o con la culpabilidad
de no poder faltar al trabajo
porque estén enfermos.
Así sí que avanzan las sociedades,
y a muchos, os llevo
kilómetros de ventaja.

Ojalá más ampliaciones
en el futuro,
más consciencia planetaria,
más conciencia de infancia,
más igualdad a través del feminismo,
más conciliación y sueldos dignos.
Ojalá más niños y niñas felices
y más acompañantes activ@s.

Si es con vosotr@s,
el tiempo siempre 
resultará insuficiente;
pero todo tiempo que tengamos, 
os entregaré mi alma,
mis textos
y mis zapatos.

martes, 29 de noviembre de 2022

Ella me cuida

Nos prometemos
una última semana
de luna de miel
y nos cogemos
el Covid en la ducha.
De risas y tiritonas
va el asunto.
Unas fiebres que me hicieron
recogerme en ovillo,
paralizantes
como cuando
te meten un susto,
sin opción a dar respuesta
con todo el dolor
que supone mover
un músculo.

Así que llega ella
y me pone un ejército
de mantas encima
para que el peso
alivie un poco el frío.
Me da un paracetamol
como si fuera
un aviocinto durante la comida
y pega su cuerpo al mío
para combatir la infección
juntas,
para compartir los pesares
por encima de cualquier
consecuencia.
Arrima su espalda a la mía
como la telaraña
que atrapa a la mosca;
me frota con sus manos
como si se tratase
de un radiador incandescente;
me hace preguntas
desde los cuidados
para que no me sienta solo.

Ella sabe cuidar
porque un día decidió
aprender a hacerlo,
o porque le viene impuesto
por el rol, el estereotipo y el prejuicio.
Sea como sea, lo hace
sin pensárselo dos veces
y recibo un amor y un cariño
socializante, envolvente,
terapéutico.
Yo llevo años
intentando ejercer lo mismo
con resultados dispares.
Porque nosotros deberíamos
cuidar, al menos,
como lo hacen ellas.
Una de las tareas pendientes
en cuanto a la igualdad
de oportunidades.

Así que lo intento
con conciencia de clase,
perspectiva de género
e ideología intacta.
A veces torpe,
cuando me inicio
en algún ámbito nuevo,
otras experimentado 
cuando el tipo de cuidado
es anchamente conocido.
Equipararme a ella
no con un actitud
competitiva,
sino con la connivencia
de los aprendizajes
compartidos.
Desde el techo de cristal
que un día romperemos,
desde el mismo kilómetro
donde se inicia la marcha,
con el mismo recorrido
para ambas,
sin diferencias ni privilegios
para que cada una
llegue cuando quiera,
cuando pueda.

Y esperándonos en
las zonas habilitadas
de descanso
cuando sea necesario,
para coger aire e impulso
de esta rutina frenética
y a veces
poco amable.
Somos amigas y compañeras.
Personas equilibradas
que se complementan
y compensan
ante las adversidades.
Si tú eres la agredida,
seremos todas
las que saldremos
en tu defensa
para que el agresor
se convierta en presa.
Como cuando salen
los nazis de cacería
a por algún objetivo
pero al revés, justo al revés.

Ella me cuida
y de todo ello me nutro
es lo mejor que
me ha traído el Covid.
Pero no me hacía falta
que pasaran 
dos años y medio
desde que empezó
esta pandemia para darme cuenta.
Nuestra historia 
tiene más años
que los años
en antena del baboso
de Pablo Motos.
Y en nosotras
no se ha inspirado
un anuncio del Ministerio
de Igualdad,
pero hemos inspirado 
a más gente
que cuota de share
tiene el hormiguero
¡Payasos!

Gracias por cuidarme/les/nos.
Eres ejemplo,
eres lección,
eres ética
y eres justicia.

jueves, 24 de noviembre de 2022

8.000 millones

Ya somos más de 
8.000 millones en el planeta
y la cosa no tiene pinta
de mejorar.
Es un desatre anunciado
desde hace años,
y pese a ello
siguen naciendo
en proporción,
más negacionistas
que demócratas.
Pero la noticia
es que ha tenido
que venir un multimillonario
pretencioso a comprar Twitter
para arreglar sus
problemas de rentabilidad económica
y de libertad de expresión.

Y mientras tanto,
Latinoamérica cambiando de bando
y de color un mapa
históricamente vilipendiado.
Pero claro, el discurso es
que vienen l@s comunistas
a estropearlo todo
otra vez.
Como los 26 millones de roj@s
que deberían ser fusilad@s
en España.
O como la guerra geopolítica
del 24 de febrero
con el pretexto de desnazificar
por parte de unos
y con el argumento genocida
de que la madre patria Rusia
quiere acabar con el mundo
por parte de otros.
Y Europa y EE.UU 
subiéndose al carro
del belicismo
para justificar
más bases militares
y más armas nucleares.
El pacifismo ya pasó de moda,
es el mercado amig@s.

El mundial de fútbol
por excelencia de los derechos humanos;
una presidenta cualquiera
de una región insignificante
negando el cambio climático,
pero lo que duele es
el vandalismo en museos;
una crisis energética
que llega a zonas del primer mundo,
como si nunca hubiera estado
en otras zonas de los otros mundos;
y Manolín el transportista,
un excelso luchador
por los derechos laborales.

Las otras guerras innombrables.
La mujer, defenestrada históricamente
por el androcentrismo imperante.
Ahora resulta que los jueces
nunca fueron responsables
de las injusticias ni son machistas.
Refugiad@s de clase
por su condición y raza.
Cortes de pelo simbólicos
en vídeos de tiktok
porque todas somos
mujeres iraníes.
Asesinatos televisados
en vallas fronterizas.
Y un virus pandémico
como telón de fondo
para explicar
la mala suerte que 
hemos tenido en la vida
y no para dilucidar
los grandes intereses 
de los poderes superestatales
y corporativistas.

La salud mental
hace tiempo que no vale nada.
Y como no vale nada,
vamos a dejar de dar importancia
a los suicidios,
a los trastornos alimenticios
y a la depresión crónica 
de la población joven. 
Mejor proponer terapia
para las personas trans.
O desviar fondos
a contratos inmobiliarios
para que no te diagnostiquen
el cáncer,
que todavía no sabes,
que es el que te va a matar,
porque se está desmantelando
la sanidad pública.
Quién no acabe loco
no sé si es por ignorante,
por borrego
o por prepotente,
pero el resultado es el mismo.

Más Equipos de Calle
y menos uniformes
con porra ejecutando leyes
a favor del suelo
y no de las personas, joder.
Si, más Escuelas Infantiles Públicas
y menos cheques-guardería
para apeaderos sin pedagogía.
Becas para l@s pobres
y una cantidad ingente
de impuestos para l@s ricos.
Más mamadas de lobos
en los montes españoles
y ninguna manada de violadores
en las calles oscuras
de las ciudades.
Más maestras y más Escuelas de Música,
menos iglesias y menos casas de apuestas,
más orquestas sinfónicas
y menos sectas religiosas,
más colegios y más recursos
y menos conciertos
y menos convenios
con empresas servicio pirata.

Queremos mercados municipales,
librerías de barrio
y transporte público
con condición de posibilidad
de cambio.
Abonos gratuitos,
nacionalización de empresas
y expropiación de símbolos
honoríficos a dictadores.
No nos hace falta irnos
muy lejos,
para comprender
cómo funcionan
la gran mayoría de cosas,
pero sí que nos hace
falta empatía y rigor en datos
para ponerse los zapatos
de l@s que viene y llegan
huyendo de realidades
aún más duras
que las nuestras.

Y vuelvo a Qatar;
esto no se soluciona
poniéndose un brazalete,
o tapándose la boca en la foto,
o no cantando el himno de tu país.
Los parches para las heridas
en las rodillas.
Aquí una se posiciona
no acudiendo
pese a la pérdida de dinero
o prestigio,
pese a cualquier consecuencia legal
ya que además contáis
con posiciones sociales 
privilegiadas.
Aquí una no solo se posiciona
no sintonizando
el canal de pago,
sino discutiendo al cavernario
de tu padre
y cerrándole la boca
al cerdo de tu jefe.

Sé que vivimos 
con el miedo constante
y la coacción existente,
de verdad que lo sé,
y cada una hasta donde llegue,
pero por favor,
no hay peor actitud
que la de no querer llegar
a ningún sitio.
Los fachas, aunque sean fachas,
no se callan.
No hay que hablarles más alto,
hay que saltarles los dientes.
La clave no es Bucay y la esperanza;
la clave no es tuitear
que están mal los discursos del odio;
la clave es darse de hostias,
tú eliges el modo,
con l@s que son inhumanos
en cualquiera de sus actitudes,
sean quienes sean,
vengan de donde vengan.

Te preguntarás si merece la pena
con todo lo que ya sufres;
bueno,
pregúntaselo a tu madre en paro,
a tu colega negro,
a tu prima lesbiana,
a tu compañero de clase
que solo come una vez al día,
a tu conocido con brotes psicóticos,
a tu vecina maltratada,
a tu amiga embarazada, soltera o divorciada,
pregúntale a tus hij@s
si es que quieres y puedes tenerlos.
Pero es que también
deberías preguntarles a
tu cuñado votante de VOX,
a la presentadora de los informativos
de la tele pública,
al comerciante que dice
"yo no soy racista pero...",
al  novio que te pide
perdón y comprensión
tres veces por semana,
a tu padre conservador
que en los setenta corría
delante de los grises,
a la abuela impregnada
de machismo desde el
mismo día que nació,
al nostálgico que levanta el brazo
rememorando tiempos mejores.

Tu país,
que según mi DNI
dice que también es el mío,
no es ejemplo de casi nada
en cuanto en tanto
participa activamente
por el bienestar de las sociedades
y por la consecución 
de los derechos humanos.
Si piensas que voy
a celebrar contigo
los goles de ciertos
hombres millonarios,
blancos, heterosexuales
y apolitazos
o descaradamente
de extrema derecha,
lo llevas claro.
¿Os imagináis cómo hubiera
cambiado la situación 
si en el caso de las 15 jugadoras
de la selección española
que se negaron acudir 
a la convocatoria
hasta que el entrenador
no depurase sus actitudes
hubiesen sido hombres?
No os lo podéis imaginar ¿Verdad?
Claro que no.

Por supuesto que yo 
no soy ejemplo de nada
por mis contradicciones
ni estoy exento de incoherencias,
pero mi feroz lucha
por cambiar o mejorar
las cosas
no es execrable.
Podrás confrontarme,
jamás recriminarme.
Soy ateo, social y público,
no soy persona de fe,
ni de culpas, ni tramposo.

8.000 millones de personas.
En una cosa coincido
con el enemigo:
en que somos demasiados;
que se lo digan a
l@s desaparecid@s de Argentina,
a l@s cunetas de España
o a l@s Nadie de Galeano.

lunes, 21 de noviembre de 2022

Público y concertado

Lo mejor que me ha dado
el asistir a la educación concertada,
ha sido conocer
a la persona de mi vida
y mi mejor amigo de la infancia.

¿Tuve mejores maestr@s?
Lo dudo, me acuerdo de algun@s,
lo típico,
para bien y para mal,
pero no lo suficiente
como para haberme marcado
ningun@.
¿Recibí una mejor educación?
No me consta;
en comparación con amistades
que sí que fueron
a institutos públicos,
tenemos unas circunstancias
de vida similares.
¿Estuve mejor acompañado?
Según la creencia de mis pamadres
a la hora de dar el salto
de Primaria a la E.S.O,
consideraron/creyeron
que sí,
pero no hay ninguna conclusión
empírica que lo demuestre.
¿Mis pamadres conciliaron más?
Claro que lo hicieron,
pero son sus respectivas empresas,
no con la crianza a la que se debían
en primera instancia.
¿Ha sido un modelo
garantista de los derechos
de la infancia?
Pues supongo que sí,
pero como lo podría
haber sido culaquier otro
y sin haber pagado 
donaciones ilegales.

El caso es que la misma calle,
separa el colegio al que fui
de adolescente y al que va ahora
mi hijo mayor.
Puede que sea casualidad,
pero la acera que da al público 
es más estrecha y pequeña
que la que tiene el concertado.
Me gusta pensar
que es una calle
con conciencia de clase,
clases sociales distintas,
pero de clase.
La calle del ratón y el gato.
La calle que,
para que tenga un extra
de comida el gato,
le quita recursos al ratón,
previsiblemente más vulnerable.

Y está muy bien
que podamos elegir
libremente a qué cole
van nuestr@s hij@s,
faltaría más;
lo que no debería ser
es esa desviación de fondos
que quita de uno
para dárselo al otro
en lugar de redistribuir
equitativamente.
Un Estado y sus administraciones
debe velar por lo universal,
lo gratuito y la consecución
de los derechos constitucionales,
y eso solo pasa por proteger,
mejorar y blindar lo público.
No hay debate.

Abogamos por el acceso,
la transparencia y la calidad
para garantizar una educación
digna;
sin tasas ni uniformes
de El Corte inglés.
Entendemos las diferencias
entre lo público y lo privado,
pero no la equidistancia
de lo concertado,
produciendo desde suelo público
diferencias de sesgo,
identidades elitistas
y ciertas oportunidades
dependiendo
para quien.

No caigamos en la trampa
del modelo neoliberal
con el bilingüismo de escaparate,
una oferta de horas 
como si de un hotel se tratase 
y una "págame para que te eduque"
porque el sistema público
no te lo puede garantizar todo.
Esto también es político
y las consecuencias
atentan en el ámbito social
de las comunidades y sus familias.

Mi balance pasa por una educación
obligatoria entre lo público y
y lo concertado,
también privado en bachillerato;
dos grados superiores
y una carrera en la pública,
trabajar en la pública
con gestión indirecta,
pero pública en todo caso,
y un tránsito de mi vida adulta
por los servicios públicos
que pese a su precariedad,
han mejorado sustancialmente
mi trayectoria tanto
personal como profesional.

Ojalá y algún día
peatonalicen la calle
que separa nuestro pasado
y su futuro
y pdomaos estar tranquilas
de haber escogido
la mejor opción
para la infancia.


miércoles, 16 de noviembre de 2022

Semana 26. Parte II

Ha pasado un año ya
de la semana 26; 
aquella semana 26
que lo puso todo patas arriba,
cuando casi se nos sale
el corazón
además de la niña.
Aquel pinchazo
para acelerar el desarrollo
de sus pulmones
nadando todavía
en líquido amniótico
lo determinó todo.

Un miedo incontrolable,
invariable,
casi incuestionable,
para que luego te vengan gurús
del positivismo
que no le tienen miedo a nada.
La posible pérdida 
del todo que era tu mundo
en ese momento,
y que por suerte lo es ahora
sin una coma de diferencia.
Y la distancia;
el no estar junto a tu hermano
mientras era cuidado
y acompañado
por otras referencias.
Un miedo demoledor,
incontestable,
legítimo e intransferible.

Ahora Galita se desplaza
sin prisa, con estilo, precisa.
Sabe dónde quiere ir
y por qué quiere ir.
Sabe cómo hacerlo
y además se sabe acompañada.
Ésta, es una bonita metáfora
de aquella semana,
solo que el control
no estaba en nuestras manos.
La buena noticia
es que se quedó
en una anécdota,
una anécdota para toda la vida
que ojalá no hubiéramos
experimentado.
Porque no,
no es necesario sufrir
para sacar nuevos aprendizajes.
No, no es necesario
pasar miedo
para ser consciente
de lo que realmente te importa.
Y no, no es necesario
que le pasen malas cosas
a la gente 
para en comparación,
sentirte afortunado.

La semana 26
fue una compilación
de amor, sufrimiento
y ganas por seguir existiendo.
Una habitación 
para nosotras solas,
las tres,
con ruidos de máquinas 
y matronas cada dos horas.
Yo hacía el turno de mañana y de noche
con descansos
para levantar al cachorro,
llevarle la cole,
recogerle por la tarde,
jugar a muerte
y una vez dormido
por la noche,
vuelta al hospital
para estar con mamá y la hermana.

Me acuerdo especialmente
del jueves,
cuando fue a verte
después de tres días de exilio.
Tú en bata
y el desorientado,
os abrazasteis
como lo hicisteis
en el día de su nacimiento,
con pureza y sin 
ápices de rencor.
El viernes me reincorporé
al trabajo
tras consumir
los cuatro días por ingreso
que me correspondían.
Pero esa misma tarde,
sabía que nos reencontraríamos
en casa
para hacernos ovillo
y oler os todo el 
fin de semana.

La semana 26
fue un antes y un después
para todo.
Transitar en una alerta
continua
como la mujer
que vuelve a casa
sola y borracha
mira asustada
a la acera del frente
por si estuviese
alguna sombra acechando.
Pero finalmente,
todo salió bien,
no porque la gente
te animara con mensajes
políticamente correctos,
sino porque luchamos a muerte
para conseguirlo.

Y nuestro resultado
no fue muerte,
pero cuántas históricas antes y después
que las nuestras
lo habrán sido o serán.
Os acompaño a todas
desde la experiencia
que tuvimos
y desde la empatía
de lo que significa 
albergar y recibir
a un hijo, hija o hije.
La semana 26
es mi hija
queriendo nacer prematuramente
por motivos que desconocemos
para acabar haciéndolo
el día de mi cumpleaños,
dos días después 
de salir de cuentas,
dándome en la mano
la sentencia dada,
la que resume nuestro
contrato vitalicio
de no separarnos nunca.

No le deseo a nadie
una semana 26,
pero si sirve de algo,
aquí estamos,
a puntito de cumplir
9 meses,
sin pendientes en la oreja
y con unos rizos excelsos.
La semana 26 es Gala
y su esencia,
trazas de la personalidad
que va configurado,
y cachitos de sus expectativas
en este planeta
que no se lo pondrá fácil,
pero por el que seguro
surfeará convincente
por todas las injusticias
para hacerlas más justas.

_A aquella fatídica semana 26_

sábado, 5 de noviembre de 2022

Cultura del esfuerzo

Cultura del esfuerzo
nos reprochan l@s líderes
inservibles
desde sus tribunas
y ruedas de presa,
bueno, tod@s no,
porque no tod@s son iguales
¿Pero qué se habrán creído?
Criminalizando a l@s jóvenes
como si ell@s
tuvieran la plena y total
responsabilidad 
de salir hacia delante.
Como sociedad,
hemos caído en su trampa;
la de la meritoctacia
por sudor, sangre y lágrimas,
mientras hacemos malabares
economicos y sociales
para que nos den cita
en salud mental.

Venga ya, que no somos culpables
de no poder acceder
a una vivienda digna,
de no tener un curro
bonito y estable,
de no disponer
de herramientas de conciliación
con tu familia o con tu ocio,
de que no nos atienda
nuestro médico en dos semanas.
Cultura del esfuerzo
nos reclaman las élites,
borrachas de privilegios
con la vida solucionada
haciendo de buen@s feligreses
los domingos.

¿Qué tipo de pantomima es ésta?
La de que nuestr@s viej@s
nos llenen las neveras
con alimentos de precios inflados,
la de que nos paguen
la calefacción en invierno
o la sobre explotación
de electricidad en verano,
la de adquirir medicamentos
en farmacias,
o la de pagarnos cursos
de formación
par añadirlos
a un archivo en PDF
que rulará incesante
por departamentos
de recursos humanos.

Cultura del esfuerzo,
como si no nos esforzásemos en nada.
Como si hubiéramos elegido
vivir en la más absoluta 
inmundicia y precariedad;
como si quisiéramos estra tristes,
depresiv@s y medicad@s 
hasta las cejas;
como si tuviéramos lo que
nos merecemos.
Y a esta gente
no le pasa la factura
en las encuestas.
Los medios llevan 
años diciendo
que somos l@s okupas,
l@s violent@s, l@s delincuentes,
l@s usurpadores, l@s fraudulent@s.
Y tus abuel@s y l@s que 
no son tan mayores
se lo creen,
te lo escupen,
te machacan...

Te dicen que las cosas
no se arreglan
quemando contenedores,
ni poniéndote delante
para parar un desahucio
porque sus inquilin@s
se lo merecen,
ni discutiendo la autoridad policial
porque algo habrás hecho,
ni solicitando becas
para seguir estudiando,
porque solo las rentas más altas
se merecen seguir estudiando
por eso del esfuerzo
que llevan derrochando
desde la cuna,
mientras les acompañaba
una señora sin contrato
sin condiciones dignas
de vida,
que por supuesto
no eran ni sus madres
y mucho menos sus padres.

Cultura del esfuerzo
para que saques
de la ecuación
la incógnita de conciencia de clase.
Eso es un invento del demonio,
que es pobre, mujer y negra y además,
lesbiana.
Lo tienen bien estudiado
porque les ha funcionado
toda la vida,
mientras la vida del 99 por ciento,
pasa por la miseria, las desgracias
y los dramas.
¿Hasta cuándo se lo vamos a permitir?
¿Hasta cuándo vamos 
a seguir esforzándonos
en los términos y normas
que ell@s establecen?
Porque valernos
no nos ha valido de mucho ¿no?
¿Qué más nos hace falta
para querer darle
la vuelta a la tortilla?
¿Que nos maten?
Porque ya no están matando.
Lo que pasa
es que
lo hacen en términos
de democracia liberal
bajo un manto de 
capitalismo desatado.

Parece sutil,
pero es igual de burdo
que los paredones,
las cunetas y las violaciones.
Tenemos que elegir
en qué y en cómo nos esforzamos;
si en ser partícipes del tinglado
o en ser revolucionari@s.
No mientas a tus hij@s
en determinarlos
que no existen posibilidades,
que no hay alternativa
en lo que ya se ha consumado.
Insiste en la necesidad de lucha,
en la ejecución de los derechos
y en la búsqueda de una libertad digna
que no pase por abrir terrazas
de invierno
a hosteleros con camareros 
sin contrato;
o en patrones
que abandonan
a sus jornaleras
en las puertas de Urgencias
después de haber abusado de ellas;
o en jefes tiranos
que no te dan la oportunidad
de llegar a casa para dormir
a tus hij@s;
o en reírle las gracias
a un alcalde
que tiene cara de polla
que se ha convertido en meme
por ser facha,
pero que dice
que al menos sabe gobernar;
o en una presidenta
que decidió en su habitación
de hotel,
quién merecía
ser atendido
ante la posible visita
de la parca
porque están en el
lado bueno de la historia.

En fin,
repito,
cultural del esfuerzo.
Bueno,
tienes la opción
de cultura de clase,
o cultura comunitaria,
o cultura pedagógica,
o cultura psicológica,
o incluso cultura guerrillera
para combatir
todo ese esfuerzo
que se te exigen
y que sistemáticamente
se ha demostrado,
no te lleva a ninguna parte
más que a lamerles
las suelas de los zapatos.


jueves, 3 de noviembre de 2022

Yo no me quiero morir

Comienza a hacerse preguntas
alejadas del mundo mágico.
Quiere saber el porqué
de las cosas,
cómo funcionan
o hasta cuándo estarán ahí.
Ese pensamiento curioso,
casi científico,
se manifiesta cada vez 
con más fuerza.
Porque necesitamos respuestas
para seguir avanzando,
solo que algunas,
tardan muchos años en llegar.

Yo no me quiero morir
es un afirmación
que te posiciona
en lo más racional de tu esencia,
pero al mismo tiempo
todavía no tiene
ninguna carga emocional.
El más grande de los miedos,
las pérdidas,
las despedidas,
el no volver a ver
y el no poder tocar,
las marchas sin retorno,
el que se quede
alguna pregunta sin contestar.

La elaboración de que
nada es eterno
aunque sintamos
la vocación de serlo.
Sería insoportable
vivir con esa carga.
Naces, haces,
o te dejan hacer,
y mueres.
Es demasiado determinista
como para tenerlo
en cuenta todo el rato.
Por eso simplificamos,
por eso intentamos
reducir daños.
Es un concepto
demasiado engorroso.

Entiendo que me lo preguntes
sin haber llegado
a los cuatro años.
Quiere decir
que eres un niño escuchado,
un niño al que se le dan explicaciones
y por tanto,
un niño que obtiene respuestas.
Es un derecho humano de la infancia .
El de tener nombre propio
y las condiciones óptimas
para desarrollarse
como ser humano.
Pero ya intuyes
que todo se acaba,
que todo lo que se empieza,
terminará en algún momento.
Y está muy bien.
Es justo y necesario
acudir constantemente
a lo filosófico y lo ético.
Es lo que te hará mejor en vida,
porque tras la muerte
no hay nada,
y si lo hubiera,
de momento no me interesa.

Yo no me quiero morir
es una certeza y una incertidumbre
al mismo tiempo,
casi como una paradoja
que nos satisface y nos incomoda
a partes iguales.
Claro que te vas a morir,
pero no va a ser ni hoy ni mañana;
ni siquiera dentro de 
noventa años,
pero yo ya no estaré para verlo,
aunque sí que me sentirás
con fuerza,
sí que me guardarás en tu memoria,
sí que servirán estos textos
para algo.
Te imagino leyendo
este texto
en tu lecho de muerte,
cuando yo ya no sea físico,
sino una idea,
un concepto,
un significado.
Y te veo sonriendo tranquilo
habiendo contestado
a todas las grandes preguntas
de tu vida.
Por eso caminamos,
para eso nos erguimos
un día hace unos
pocos miles de años.

Yo tampoco quiero
que te mueras,
ni que se mueran
muchas personas a las que amo,
ni morirme yo 
para seguir amando.
Así que tranquilo, cariño,
es un bocado complicado
que irás digiriendo
poco a poco,
pero ahora, para que te calmes,
te diré que no vas a morirte,
que eso es cosa de viejos
y de tiempo,
sobre todo de mucho tiempo.

Acojo tu pregunta
y cada una de tus inseguridades.
Te acompaño y las acompaño
hasta que alcances la autonomía
de tus propias conclusiones,
e incluso así,
te seguiré aconpañando
por si quieres una opinión,
por si quieres mi punto de vista,
o por si solamente quieres
aplacar el silencio
con una conversación.
Todo el mundo se habrá
hecho esa pregunta,
la cuestión es
cuantas oportunidades
hemos recibido al hacerla.
 

martes, 1 de noviembre de 2022

Madrugadas de partos y fiebres

La intensidad de la madrugada.
Cuando y donde ocurren
los desvelos
porque el día
ha resultado insuficiente.
En penumbra,
con la luz de la calle
entrando por las ventanas,
pasan un montón de cosas
en el silencio más absoluto.
En esta casa,
tanto los inicios preciosos
del parto
como las más altas fiebres,
se han manifestado
de madrugada.

Porque nos caracteriza
vivir más de noche que de día,
llevábamos años cantándolo.
No es un reproche,
es una bonita causalidad
para que las casualidades
se den con la salida del sol.
Porque sabe mejor
y estamos en alerta.
Porque nos hemos acostumbrado
a hacerlo de noche.
Os preguntaréis el qué.
Pues casi todo,
se nos da bien la vigilia
y el plus de nocturnidad.

Tanto con el primero
como con la segunda.
Por eso nos acostamos
tan temprano,
para estar listas 
en un par de horas
con todo lo que tenga que venir.
Espectáculos en la sesión golfa.
La magia prohibida
durante la lucha incesante
de la estrellas
por hacerse ver
en un mar de farolas.
Es justo aquí
cuando nos gusta salir
a cazar.
Cazar nazis e infecciones graves,
para que cuando amanezca,
tengamos todos 
los deberes hechos
y la satisfacción por las nubes.

La lívido ya para dentro 
de unos años.
Ahora nos toca hacer yoga
en vertical
y controlar la respiración
alejadas de colchones.
Dan igual lo que nos deparen
las hora siguientes,
somos inmediatas
y buceamos en el
mismísimo presente
con o sin oxígeno.
Así llevamos creciendo
unos años,
con lamparitas atrapa-sueños
y almohadas
que no esconden nada debajo.
Porque ponemos toda
la carne en el asador
en medio de un salón
que hace las veces
de habitación de matrimonio.

Pese al sufrimiento, al cansancio
y a la procrastinación,
hemos aprendido
a relacionarnos con sombras,
entre el eco de sonidos huecos
y esquinas asesinas.
Un ejército de mantas
y cosas que no están
en su sitio.
Porque entra en juego
el poder de transformar
el ambiente
para hacerlo acogedor
en horas intempestivas,
en horas en las que nadie
te piensa porque están durmiendo,
en horas en las
que los que somos 
más mayores,
ya no follamos ni de coña.

Palmadita en la espalda,
un vaso de agua
y el ruido del motor
del frigorífico.
Recuperamos el aliento
tras los sprints
y vuelta a empezar.
El reloj y su manillas
son irrelevantes,
solo piensas en que pase,
en que se le pasen los males
o en que te pasen todos sus males
para ser tú
quien los padezca
sin que tengan que darse cuenta.
Retorcida para no hacer ruido
y resultar victoriosa
entre carreteras
que nunca se callan.

No es fácil
te diría un cubano,
pero estamos más que preparadas
para desatar la lucha
con la que afrontar
las madrugadas.
Y de nuevas tampoco nos pilla,
por lo que ensayamos
nuevos experimentos
como si fuésemos científicas
de un laboratorio de sustancias peligrosas.
Es el día a día,
o mejor dicho
es nuestra noche a noche,
madrugadas teñidas de poesía
para adornarlas a tu gusto,
que para eso son tuyas.

Madrugadas de partos y fiebres,
capaces de lo mejor y de lo peor,
donde hemos equilibrado
el miedo y la felicidad 
para que no se nos olvide
ni lo uno ni lo otro.
Una jornada laboral
no remunerada económicamente,
pero de dónde sí que salimos mejores
que de una pandemia
llena de promesas vacías.
Habreas Corpus decía
'que no tuvierais el sueño tranquilo',
que razón tenían y tienen,
la diferencia y la condición
son las actitudes
con las que intentas combatir
la vigilia,
los cuidados
y todo lo que representa el amor
sin ni siquiera vernos la cara.

Madrugadas de otro planeta.
Madrugadas
que son las nuestras
y las abrazamos
como un tesoro
que no naufragará
en ningún océano inmenso.