a conciliación completa
desde la última semana de julio
entre días libres, vacaciones,
la segunda parte del
permiso paternal
y los días de acompañamiento
para la lactante.
Me reafirmo, si bien no ha sido poco,
tampoco resulta suficiente.
Pero qué bien
lo hemos pasado
y qué bien lo hemos hecho.
Volcadas en la crianza,
hemos vivido
en un oasis familiar
no exento de planes y ocio.
Hemos viajado
en días extraños
para nosotras,
hemos salido,
nos ha costado entrar
y hemos ido creciendo
en estas decenas de semanas
como un bloque
perfectamente estructurado.
Hemos aprendido
a relacionarnos l@s cuatro
sin interrupciones
ni intromisiones;
aquello que se colaba
por la rendija
era porque nos lo
podíamos permitir.
Hemos dejado de lado
la limpieza
pero hemos protegido
el amor por los cuatro costados.
Incluso así,
la convivencia
se ha basado en horarios
y rutinas,
porque cualquier ser,
para ser social,
necesita asegurarse
relaciones privilegiadas
y una temporalización
que te marque la agenda.
Nos hemos enfrentado
a dos tiempos de acogida;
una sin planificar
y poco amable
por un cole
que pronto se olvida
lo que implica
la primera infancia,
y otra cuidada y pensada
hasta la extenuación,
por una Escuela amiga
y pedagógica.
Cada cuál con su bandera
pero igual de determinante
para con nuestr@s cachorr@s.
He podido acompañar
la llegada y la salida
del mayor,
sus angustias y sus emociones,
sus miedos y sus ilusiones,
para luego desfogarnos
en un parque comunitario.
Me he visto en la necesidad
de confrontar con algun@s
de l@s agentes educativos
con los que cuenta su cole
para favorecer una
buena transición y adoptación
a un medio sin duda caduco,
salvo excepciones de varias
de las maestras.
Y lo he podido hacer
con flexibilidad,
sin rigideces
ni tirones de orejas,
Y me he dejado confrontar,
porque para mejorar
hay que revisarse
como en una evaluación continua.
Sin embargo, durante dos meses
y unos cuantos virus sin nombre,
he podido acompañar
física y emocionalmente
el tiempo de acogida de mi pequeña,
ahora sí,
en un ámbito público, comprometido
y transparente.
¿Acaso creíais que el
permiso de paternidad
igualado actualmente
al de las mujeres,
era para tocarse los huevos?
Pues no, huevones.
Y qué experiencia religiosa.
Menudo viaje alucinógeno
que nos hemos pegado
por las nubes,
donde cada día,
volvíamos a casa
con sabor de victoria,
con olor a progreso,
con la confianza desbordada
para seguir aconpañando
sus intentos y sus vivencias.
Esto sí que sí, señores y señoras,
y por qué no, señeres.
6 semanas con un parón,
más una semana y cuatro meses,
bien podría ser el título
de un peliculón rumano.
Pero no.
Es el tiempo que he tenido
para ejercer casi con total libertad
mis derechos y mis obligaciones
de criar a mis cachorr@s
en la más absoluta felicidad,
sin miedo a la ausencia
de una nómina
o con la culpabilidad
de no poder faltar al trabajo
porque estén enfermos.
Así sí que avanzan las sociedades,
y a muchos, os llevo
kilómetros de ventaja.
Ojalá más ampliaciones
en el futuro,
más consciencia planetaria,
más conciencia de infancia,
más igualdad a través del feminismo,
más conciliación y sueldos dignos.
Ojalá más niños y niñas felices
y más acompañantes activ@s.
Si es con vosotr@s,
el tiempo siempre
resultará insuficiente;
pero todo tiempo que tengamos,
os entregaré mi alma,
mis textos
y mis zapatos.