te dicen el dolor
que puedes sentir;
cuánta cantidad de dolor
te define,
porque el quejío es libre,
pero el dolor
lo es aún más.
Lo que no debería
de ser libre
es la intromisión
o el intrusismo
a no ser que sea
por motivos justos
que defiendan
a otra persona de ser reprimida,
amedrentada o pisoteada.
Ayer me quitaron
un cacho de fascismo
de 6 centímetros de diámetro
del sobaco.
Una protuberancia de pus
como una pelota de golf
de grande,
rellena de moco verde y espeso.
Lo que vendría a ser
una excisión de VOX,
produciendo asco por fuera
y mal olor y miedo por dentro.
Me lo sajó sin contemplaciones
una sanitaria del ámbito público.
Dicho hospital,
con nombre en el pasado
de dictador asesino,
tiene unas instalaciones
del año 67.
Con pasillos y galerías
estrechas,
se conforma
con decenas de salas de espera
abarratodas y rancias,
por donde el personal
recorre sus espacios
laberínticos,
sin apenas sonrisas
y ritmos acelerados.
No tienen motivos
para lo contrario.
Mientras, sus pacientes,
sufren sus dolencias personales
sin abrir la boca
ni cambiar el semblante.
Corredores de la muerte casi,
donde a fin de mes
despiden a miles
y seguramente familiares
de esos miles,
votando a su verdugo.
Una Comunidad parasitaria
de toda la infección que provoca.
Por eso,
pese a la presión máxima,
donde me acordé mucho
de las mujeres
por la presión física y simbólica
que reciben,
y pese a lo desagradable de la situación,
sentí una suerte de placer sádico
donde me imaginé
que expulsaban
a todos los nazis y fachas
de los barrios,
donde sajaban a pelo
y sin anestesia
a todos los medios de comunicación
que merecen ser expropiados,
donde con unas pinzas
estirpaban cualquier ápice
de racismo y homofobia
y donde con una jeringuilla
a presión,
me limpiaban todo
el odio y miedo que me acompaña.
Y donde por último,
me pusieron la denominada
gasa-mecha,
e imaginé que sería
mi cóctel molotov
a modo de autodefensa.
Me ofrecieron Enantyum
pinchado o por vía oral;
elegí la pastilla
porque no soy religioso
ni necesito sentirme realizado
a través de la culpa, el sufrimiento
o la redención.
Deshice el camino de vuelta
como un globo desinflándose
y vi a dos policías nacionales
y un guardia civil.
Me acordé de la represión
del 1 de octubre en Catalunya,
de los antidisturbios en Madrid
en la manifestación en contra
de encarcelamientos por rapear,
y de aquella pelea de bar
de Alsasua
por la que varios jóvenes
siguen encerrad@s.
Una amiga me dijo
que lo que tenía yo
se llamaban golondrinos.
Eso es lo que sois:
golondrinos zombis maquiavélicos
que merecen ser exterminados.
Durante la noche
he estado supurando;
lo demuestra el cerco de sangre
de mi camiseta del pijama.
Solo me ha faltado la fiebre
para poder llegar a sentir
que algún día acabaremos
con vosotros,
pedazos de abcesos.
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