Cuando entras en
una racha negativa
de connotaciones excluyentes
que justificas
debido al cansancio
y a todo lo que te sucede
fuera de casa.
Pues me pasa.
Cuando iracundo
le hablo mal
o pierdo la paciencia
como si la paciencia
pudiera ser contenida
en un bote.
Es falta de miras
y una precaria perspectiva.
En el camino de vuelta
te juras y te perjuras
que hoy vas a intentar
hacerlo un poquito
mejor que ayer
y a los cinco minutos
la jodes.
Necesito escribirlo
a ver si de esta manera,
al hacerlo visible,
consigo dar pasos
hacia lo contrario.
A veces,
demasiadas veces,
soy muy duro
en las contestaciones,
en la rigidez de los planteamientos,
en el olvido de las alternativas
y la empatía.
Hasta el punto
que me pregunta
por qué estoy enfadado.
Y le miento
diciendo que no lo estoy
porque es lo que me sale,
porque es la imagen
que quiero dar,
pero estoy equivocado,
debo validar mi enfado
y responder más humilde.
Ese es mi trabajo principal.
La reflexión, el análisis
y el calibrar cada respuesta
con el ajuste que se merece.
El de hacerlo suave,
en tono e intenciones,
con cariño y mimo,
con la posibilidad
y la oportunidad
de que sea él
quién decida
como quiere dar
los siguientes pasos.
Y me nublo,
a veces me opaco
y lo pago con él.
Qué mensajes
le estoy lanzando.
Soy demasiado duro
con mi hijo a veces,
demasiadas veces,
cuando en realidad
me autoconvenzo
que reina la flexibilidad
en mis días.
No es así.
Muchas veces resulto
demasiado normativo
y/o limitante
para con el otro.
Un reflejo entre semejantes
nada halagüeño,
que se oscurece
demasiadas veces
o que cuanto menos
se diluye borroso.
Soy demasiado duro
con mi hijo
cuando en realidad
(creo)
que no lo soy con nadie más.
Son cuotas de poder
que me corrompen
e incapaces de gestionar
algunas veces,
demasiadas como
para no alarmarme.
Lo reconozco y reniego
de tales posiciones
que no me llevan
a ninguna parte,
mucho menos a él.
Solo a lugares
poco amables
donde no me reconozco,
donde me identifico
como alguien indeseable.
Lo he querido
disimular hasta en el título:
"Algunas veces".
No, son demasiadas
(lee bien la coma).
Es mi responsabilidad
y mi función
resultarle estructurante
y no un objeto
al que responder a través
del miedo.
Esto se tiene que acabar.
Tengo que acabar
con la punzante
moralidad
que oprime con gesto
de superioridad.
Qué cojones
ni qué tres cuartos.
Que cuidar, criar y educar
confluyen todo el rato,
y los resultados son transversales
a toda la trayectoria
que están por experimentar.
Mi enfado será el suyo
del futuro.
Hasta aquí he llegado.
Podré seguir equivocándome,
pero cada vez
será menos grave,
no por no darle importancia,
sino porque cada vez
habré mejorado un poquito.
Te lo juro.
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