Otra vez
que el veneno
entra
en tu cuerpo
quitándote
el sueño
y el bienestar.
Otra vez
que decidimos
por ti
sin saber
si hacemos bien.
Te pedimos
perdón,
cielo y
calma.
Te sube
un volcán
y nosotras
nos sentimos
culpables.
Con todo
y con eso
sonríes
tierno
y sin reproches
esperando
solo,
ser acogido.
Y yo que me
quitaría
la vida
por ahorrarte
un poco de dolor.
Eres polvo
que esparce
el viento
polinizando
el ambiente
que nos toca.
Nuestro miedo
crece con tu
temperatura
y el cansancio
nos la suda,
porque lo que
verdaderamente
mata
es la distancia,
la ausencia
de tenerte.
El egoísmo
del entorno
no tiene
parangón
porque
bien que
te piden cosas
pero no les
hables
de favores.
Para colmo,
al salir
de casa,
la mosca
bate sus alas
recordándome
que le dejo
con fiebre,
en buenas
manos ¡Si!,
pero con fiebre.
La costumbre.
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