aunque siempre merezca
la pena verla.
Ver como se tiñe
todo de blanco,
poco a poco
y con sutilidad,
a través de la ventisca
y el frío,
por debajo de cero grados,
para transformar el mismo entorno
en algo nuevo.
Es pura magia.
Filomena no lo fue
y la sociedad de Bayona tampoco,
ojalá nunca hubieran ocurrido.
Pero aquí y ahora
no hay peligro,
solo un experimento nuevo
que permitirse formular.
Y digo que la nieve
es sola una excusa
porque con verles dormir junt@s
es suficiente.
Juntar dos camas,
arroparse hasta las trancas
e imaginar
lo que está pasando tras la ventana
es mi único sueño bonito.
Es un drama tener
que escapar de Madrid
en busca del frio,
o al menos
de lo que corresponde.
Incluso en vacaciones
hay momentos largos,
tediosos e intensos,
pero es que no vinimos
a hacer prisioneros.
De veras que intentan
que el juego y los mimos
sea lo que exclusivamente
les atraviese el cuerpo.
En esas están
y el resto,
estamos para acompañarles.
Poder volver y contar
lo sucedido
es como cuando
lentamente se derrite
la nieve sobre la hierba.
Ese desvanecimiento
ante el disfrute absoluto
es lo primero y último
que colma cualquier necesidad expresa.
Prepararnos para algo así
es como prepararse
para una aventura
donde depositas
montones de expectativas
carentes de prejuicios.
El pijama es el uniforme
que escogemos
y los abrigos y las botas
las armas para cuando
estamos listas para la batalla.
Les miramos y nos asusta
lo rápido que crecen,
lo mucho que han madurado.
Ya son varios los viajes
que utilizamos como referencias
y tablas comparativas.
Cuando se habla de congelar
el tiempo
nos referimos justo
a estos momentos,
a los que por medio del auténtico frío,
te deshaces de amor y ternura.
La Puebla nos ofrecerá la nieve,
y nosotras le ofreceremos
nuestras cabezas
para que se pose
tranquila y sin miedo
a ser derretida.
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