Le preguntó una chica
de unos diez años a Gala
en el autobús.
Es una pregunta perfecta,
la de acercarte a una desconocida
y preguntar su nombre
como comienzo a una conversación.
Hay que saber cómo dirigirse
a las personas y muchas veces,
la infancia, lo tiene más claro
que nosotras.
Nosotras directamente
increpamos, avasallamos
o nos pasamos de guays.
Es tan sencillo como empezar
desde el principio,
por el primer derecho
que tenemos como sujetos
que existen,
el de tener un nombre.
Gala la miraba
con ojos como planetas
y una sonrisa
entre vergüenza y curiosidad.
Así se acerca una
a un bebé, a una niña
que se está haciendo
por la mirada que recibe
de l@s otr@s.
No solo me pareció tierno,
sino educado, empático y estiloso.
Un claro ejemplo
de comunicación verbal directa
desde la buena voluntad
y el compromiso de hacer las cosas bien,
con orden y estrategia.
Porque no siempre tenemos
las herramientas,
pero a veces solo bastaría
con la actitud necesaria
de haber pensado el cómo.
La vida no son solo cálculos
y mecánicas difíciles de integrar,
con una buena planificación
de los actos, suele resultar suficiente.
Pero claro,
no tenemos tiempo o ganas,
no valoramos la importancia
de los detalles,
las palabras seleccionadas
o la forma en que se expresan.
Vamos a degüello
porque solemos sentirnos
por encima de cualquier
situación o persona.
Y nos equivocamos.
Es mucho más fácil
y accesible,
otra cosa es que nos
apetezca ir por la vida
solo mirando hacia delante,
con orejeras, cédula
por apretar fuerte la mandíbula
y el ano blanqueado
(esta no te la esperabas).
Yo también suelo
preguntar por el nombre,
no se me ocurre algo
que humanice más
que llamar a las personas
por el nombre que van a tener
toda su vida.
Recuerdo cientoa de nombres,
de personas buenas y malas,
cercanas y lejanas,
queridas o anónimas,
sea como sea
siempre suelo
empezar por preguntar el nombre.
Y tú, ¿cómo te llamas?
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