algún miércoles
haré un recorrido
de la oposición.
En miércoles,
cuando el mayor cumplía
semanas durante la gestación
y justo el día de la semana
en que nació la pequeña.
Entre el claustro del martes
y la piscina del jueves,
para ubicarnos.
También con los cuidados
de l@s abuel@s,
que tenemos la suerte
de tenerlos y de que están
disponibles y ansiosos
por ejercerlos,
los cuidados.
Así se desarrollan sus tardes,
la de los miércoles,
hijo, hija y papá
con un largo rato
para ell@s sol@s.
Así que jugamos,
adelantamos tareas con torpeza,
nos bañamos si toca,
chocamos, nos mimamos,
confrontamos,
pero lo que más hacemos
es echar de menos a mamá.
Hemos pactado,
si el cuerpo aguanta,
esperar a que venga mamá
tumbad@s en la habitación
con el faro puesto
mientras nos contamos el día.
Y ya ves que si aguantan.
Aguantan como si fueran
fieras salvajes
que llevan 20 días sin comer,
hasta la extenuación,
pero con el compromiso
de mantenerse en pie
por instinto.
Solo que ell@s
no son animales,
ell@s son personitas
que ya van definiendo
algunas de las ideas
que determinarán sus vidas.
Por eso siempre
esperamos a mamá,
porque no sabemos
hacerlo de otra manera.
Una mamá,
la que te pare
y/o cumple
las funciones maternas,
siempre será la persona
más importante.
A si lado,
una oposición
no es más que
un trámite al funcionariado público;
una especie de hecho anecdótico
que solo entendemos
las mayores,
pero que en ningún caso
sustituirá a ninguna
de sus emociones.
La inversión
no es el estudio,
sino la elaboración de la ausencia
que hemos pactado
para que el crecimiento
y el desarrollo
resulten significativos.
Los miércoles
son solo eso,
un oasis
que depende la semana,
llevaremos mejor o peor,
pero que en cualquier caso,
siempre estaremos esperándote,
cada una a su manera,
despiertas o dormidas,
pero conscientes
de lo que realmente
nos importa y necesitamos.
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