Cuando mi hijo
dijo esa frase,
inmediatamente
me transporté al futuro
y pensé
cómo estaríamos
dentro de muchos años.
Me dio pavor
y temblaron mis piernas
como si estuviera
comenzando a dar
los primeros pasos.
Para él no hay más futuro
más que cuando
vaya a cumplir
los cinco años.
Cree que vivirá
siempre con nosotras,
que siempre estaremos
y haremos todo juntas
y que la vida es esto,
justamente
dónde y cómo
se encuentra actualmente.
Pues ojalá llevara razón.
Pienso en toda
la diferenciación
que irá elaborando
respecto a nosotras
y no hace más
que acrecentar mi pánico.
Dentro de muchos años,
solo espero
haber mantenido bien
los lazos,
las ganas de estar juntas,
de hacer cosas y pasar el rato
uno al lado del otro.
Dentro de muchos años,
esto que tengo ahora
se habrá acabado
hace mucho mucho tiempo,
y no sabría decir
si rememoraré este texto
con pena, nostalgia
o arrepentimiento.
Si lo hago con la alegría suficiente
como para leerlo
con una sonrisa
y lágrimas cayendo,
sabré a ciencia cierta
que todo habrá ido bien,
ese es mi único deseo.
Es todo tan fugaz,
es todo tan efímero,
que merece la pena
pararse a pensar
en todos los detalles más pequeños
que hacen de los grandes
un mausoleo perfecto.
También pienso
en los sentimientos
que tengo hacia mis pamadres
y en si los suyos
se parecerán en algo
o serán completamente distintos.
Sea como sea,
espero que no me reproche tanto
como yo he reprochado
a l@s míos,
algunas veces por su incompetencia
y la gran mayoría de las ocasiones
por mi egoísmo,
aquí no se libra nadie.
Igual que él
no puede situarse
en un futuro
a medio largo plazo,
yo no puedo imaginármelo
de adolescente o de adulto,
no puedo,
me resisto a la idea
de la evolución y la propia existencia.
También al de la muerte,
concepto que, como si fuera un niño,
no contemplo
en ninguno de los casos.
Recuerdo como de pequeño
pensaba que yo no me moriría nunca
y cómo pase a decir
que no pasaría de los 27.
Tonterías de la edad del pavo
que las mantienes
porque a alguien le hace gracia
y porque eso te hace sentir parte
de otro alguien.
No es más que eso,
sentir que le importas
a alguien más que a ti mismo
y casi mantenerte fuerte
por ese preciso motivo
y no por otro.
Así fue mi puta adolescencia.
Como se dice,
espero no cometer los errores
que opino,
cometieron mis pamadres conmigo,
pero ya llevo casi cinco años
dándome cuenta,
a base de hostias,
que quizá no cometa esos,
pero cometo otros tantos.
Así que no hay mucha
diferencia entre generaciones
en términos prácticos,
aunque en términos
de calidad,
sí que los hay
y me alegro.
Como los habrá
entre su generación
y la mía,
son 30 años los que nos llevamos,
es inevitable.
Dentro de muchos años
espero tener una relación sana
contigo,
que no me haya salido
ningún cáncer
o alguna mierda de esas
y que no tengamos pudor
en decirnos te quiero.
Tampoco en lo de pedirnos perdón
si fuera necesario,
que lo será,
por lo que la lucha pasa
por seguir intentando
ser lo más humilde posible,
querer hasta la extenuación
y ser sincero y valiente
a la hora de expresarlo.
Porque de qué vale
querer a alguien
si no es a través de las palabras,
los hechos o los pensamientos.
Una conjunción de cosas
que no subsiste
la una si la otra
y si es así,
vamos cojas,
es decir,
se puede seguir avanzando
pero con mayores dificultades.
Me gustaría
que dentro de muchos años
me dijeras incontables veces:
"Papá, cuéntame otra vez",
porque eso querrá decir
que quieres seguir contando conmigo,
que es justo de lo que hablaba
un poquito más arriba,
como si ese sentimiento adolescente,
por muy viejo que seas,
nunca desapareciera.
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