sábado, 30 de septiembre de 2023

Indefensión

A veces todo 
se resume en eso:
en una indefensión
tan abrumadora,
que te cuestionas
y con razón,
si merece la pena
intentar estar a la altura.
Poner límites
no debería ser de valientes,
debería ser condición 
y posibilidad
para favorecer un cambio
previsiblemente a mejor.
Esto puede suceder en casa,
en la calle e inevitablemente
en los curros.

No me refiero a límites
laborables o empresariales,
esos seguro que son muy mejorables,
me refiero a los pedagógicos,
a los más estrictamente humanos,
a los que procuran conocimiento,
contexto y explicación.
Se da por hecho
que en esa relación profesional,
siempre tiene que haber
una figura de subordinación,
la que acata, la servilista,
la del redil y la fosa común.

¿Acaso me refiero a la nuestra,
a la mía?
No, queridas, estáis muy equivocadas.
Estoy cansado de gurús
y expertas defensoras
de lo que lo que digan 
las familias va a misa
por el hecho de ser una familia.
Estoy cansado del desgaste,
de la factura que te pasan
varias veces por semana,
de la vulnerabilidad de nuestra práctica
porque hemos estudiado
muy bien lo que es un niño, niña, niñe
y además, estamos 
en la obligación de asumir
las medicriodades familiares.
Y no, no me refiero a sus circunstancias
o historia de vida
o experiencias que arrastren,
tan lícitas y legítimas
como cualquier otra.
Me refiero a la exigencia autoritaria,
consciente o inconsciente, 
pero históricamente visible,
a la que nos someten
por ejercer los cuidados
y basar tu práctica
en el acompañamiento consciente.

Aunque parezca mentira,
hay cosas que aunque no se vean existen.
Para unas puede ser dios,
para otras puede ser amor,
para otras soledad, depresión o nostalgia
y para otras puede ser el ambiente
en el que se incluye.
Tengo el estilo suficiente
como para que te des
por aludido
sin que puedas
incriminarme por ello
y las razones suficientes
como para ponerte la cara colorada 
sin utilizar ni un solo insulto
de los que me gustaría llenarte.
Lo reconozco,
las líneas anteriores 
son pura soberbia.
Pero también son rabia
y desilusión,
odio y desconcierto,
caos y agresividad.
Es la violencia
que me pide el cuerpo
y el corazón,
las que en un texto
manifiesto 
y con la que fantaseo
en una realidad del puto desahogo.
Me gustaría vernos, o no,
en otro contexto, colega.

Cuando lo que siento
se denomina o se parece
a la injusticia,
es cuando precisamente
más me afectan los hechos,
las opiniones y las justificaciones.
No hay duda
de que en mi vida privada
no solo te pondría
de vuelta y media
esa sutil
pero virilidad extrema,
ni de que aniquilaría tu ego,
tus posibles complejos
y tus ocultas vergüenzas.
No hay duda 
de que te lo diría
mirándote a lo ojos,
aunque no importe nada,
para hacer justicia
a tanta desigualdad.
No solo no es mi culpa
toda tu mediocridad,
sino que no es mi responsabilidad
acogerla y atenderla,
quizá eso con la psicóloga.

Todo esto puede parecer exagerado
o quizá no entiendas una mierda
de a qué  me estoy refiriendo,
pero no importa,
así funcionan las pulsiones,
solo que unas tenemos clase y elegancia
y otras no han superado
los berrinches de la infancia.
No pasa nada, estamos aquí
para sosteneros sin juicios.
Y es verdad que lo hacemos,
porque pese a tenerlo
casi todo en contra,
diferenciamos tan profesionalmente 
los márgenes,
que nadie notaría
que le caes como el puto culo.
Si amigo, somos personas
y sentimos y padecemos
como cualquier otra
se dedique a lo que se dedique,
pero sabemos dónde
están las líneas rojas
y partimos desde la profesionalidad 
de nuestra práctica.
Otra cosa es
lo mal que se nos da
retirar la cara
cuando nos van a dar
un bofetón con la mano abierta,
eso también se llama
estar alejadas del feminismo,
o del empoderamiento,
o de la verdad más absoluta
de respetar a cualquier ser
de la faz de la tierra.

Por eso lo he titulado indefensión.
Por la sensación pusilánime
de caer derrotadas siempre,
ya no solo por cómo
está montado el sistema,
sino por personas
que son personas,
por cumplir
con alguna a de las condiciones
del ser humano,
no porque tengan atisbos de humanidad.
Tengo tanto estilo
(esto ya es prepotencia)
que podríais llegar a leer esto,
darte por aludido,
y no poder demostrar
ante el juez que lo escribí
por ti.

Tengo tanta conciencia de clase,
que te he puesto un límite
con una contundencia
tan arraigada al amor
por la infancia,
que se te han encogido los huevos.
Cierre al salir, señoría,
pero sin hacer ruido.
Menos mal que nos queda
la escritura y la expresión libre,
aunque no sé por cuanto tiempo.

viernes, 29 de septiembre de 2023

Cuando te llaman por la noche

Una no deja de estar alerta
de madrugada.
Una se acostumbra
a que puede ser llamada
a horas
que nunca creíste
que nadie pudiera
pronunciar bien tu nombre
o tu denominación.
Una siempre está esperando
la demanda inesperada,
el sueño mal avenido
o el brote del virus.
Una, desde el mismo momento
en que decide estar,
ya está para siempre.

Pero no relataré este texto
de forma inpersonal
e indeterninada
Me incluyo como actor
y protagonista de 
un guión nocturno
tan impredecible
como sopresivo.
La ecuación perfecta
del baile de las luciérnagas:
pisadas en el salón,
los ruiditos de los colchones
y el raspado suave de
las caricias por todo el cuerpo.

A mí que me llamen,
porque de un salto
llego del sofá a sus camas
y me sobra fuerza
para no volver a conciliar el sueño.
Cuando me llaman
pienso en si procede echarme
el primer café negro y sin azúcar
del día,
porque el acompañimiento,
si es con un café
sujeto entre las piernas,
sabe mucho mejor.
Recuerdo cómo
me gustaba quedar de joven
con mi gente
a tomar café a cualquier día;
una especie de evento íntimo,
casi mágico,
donde sentía que nada
podía fallar.
Así desde los catorce años.

Total, que cuando me llaman
me levanto como un resorte
y acudo a la llamada
de mi manada.
Allí me espera
un@ de mis cachorr@s
si no son l@s dos
y nos saludamos
sabiendo que aunque no se vean,
las estrellas siguen ahí.
Como dice el cuento:
"Bailan los planetas
alrededor del sol,
hacen mil piruetas,
a la luz del farol".

A mí que me llamen,
siempre presente y disponible.
Levantarse es de izquierdas,
así que jódete.

jueves, 28 de septiembre de 2023

Gracias por contármelo

Cuando te cuenta algo,
solo hay que saber hacer dos cosas:
saber escuchar
y ser capaz de agradecérselo.
Para saber escuchar
has tenido que aprender
dos cosas antes:
adquirir la capacidad
de interesarte por el otro
y esperar, esperar sin decir nada
pero con los cinco sentidos puestos
en lo que te están contando.
Y para que consigas
que te lo cuenten,
has tenido que ganarte previamente
su confianza a través de
tu honestidad.

Cuántos secretos
hemos tirado a la basura
por el morbo
de las alianzas
y de los caminos rápidos,
cuando en realidad
no tenemos la necesidad
ni la obligación
de romper con la cadena de frío
de lo que alguien,
seguramente
con la mejor de las intenciones,
comparte contigo en la intimidad.
Si, tanto tú que lees esto,
como yo que lo escribo,
nos sentimos identificadas
aunque no vayamos a decírnoslo.

Da igual el nivel de gravedad
de tu interpretación
a partir de lo que te han contado,
el caso es que te han elegido
como receptora,
lo respetas y punto.
Si te dan permiso opinas
y si necesitan algo más
de lo que estás aportando,
que te lo manifiesten expresamente.
No es la primera vez
que escribo
sobre recibir y escuchar un mensaje
que no te pertenece
difundir en otros círculos.
Tampoco sobre la habilidad
que poseemos
en términos de comunicación
y lealtad.
Y por último,
sobre la sensibilidades
de los acontecimientos
y de los sentimientos
que están en juego.

Hace tiempo descubrí
que no es fácil
contar las cosas,
sea lo que sea,
que tiene su trascendencia
más allá de lo que opines
sobre el contenido
y de lo que maticen
tus prejuicios.
Así que muy agradecido
a quienes cuenten conmigo
para ser escuchad@s,
porque otra cosa no,
pero escuchar,
se me da bien.

Sin traiciones
ni decepciones,
de frente,
transparentes,
honestas y solidarias.
Nos queda mucho,
pero no tanto como antes.
Que no se le olvide a nadie
que una de las primeras formas
de querer,
pasa por escuchar y sentirse escuchada.
Más tarde,
puede que llegue el amor ,
del tipo que sea.
Si no te sientes escuchada
recuerda,
que empiecen
a escucharte de otras formas
o con las mismas
no vuelvas a contárselo,
por muy amig@ que sea


miércoles, 27 de septiembre de 2023

Día 22 de oposición

Casualmente
algún miércoles
haré un recorrido
de la oposición.
En miércoles,
cuando el mayor cumplía
semanas durante la gestación
y justo el día de la semana
en que nació la pequeña.
Entre el claustro del martes
y la piscina del jueves,
para ubicarnos.
También con los cuidados
de l@s abuel@s,
que tenemos la suerte
de tenerlos y de que están
disponibles y ansiosos
por ejercerlos,
los cuidados.

Así se desarrollan sus tardes,
la de los miércoles,
hijo, hija y papá
con un largo rato
para ell@s sol@s.
Así que jugamos,
adelantamos tareas con torpeza,
nos bañamos si toca,
chocamos, nos mimamos,
confrontamos,
pero lo que más hacemos
es echar de menos a mamá.
Hemos pactado,
si el cuerpo aguanta,
esperar a que venga mamá
tumbad@s en la habitación
con el faro puesto
mientras nos contamos el día.
Y ya ves que si aguantan.
Aguantan como si fueran
fieras salvajes
que llevan 20 días sin comer,
hasta la extenuación,
pero con el compromiso
de mantenerse en pie
por instinto.
Solo que ell@s
no son animales,
ell@s son personitas
que ya van definiendo 
algunas de las ideas
que determinarán sus vidas.

Por eso siempre 
esperamos a mamá,
porque no sabemos
hacerlo de otra manera.
Una mamá,
la que te pare
y/o cumple
las funciones maternas,
siempre será la persona
más importante.
A si lado,
una oposición
no es más que
un trámite al funcionariado público;
una especie de hecho anecdótico
que solo entendemos
las mayores,
pero que en ningún caso
sustituirá a ninguna
de sus emociones.

La inversión
no es el estudio,
sino la elaboración de la ausencia
que hemos pactado
para que el crecimiento
y el desarrollo
resulten significativos.
Los miércoles
son solo eso,
un oasis
que depende la semana,
llevaremos mejor o peor,
pero que en cualquier caso,
siempre estaremos esperándote,
cada una a su manera,
despiertas o dormidas,
pero conscientes
de lo que realmente
nos importa y necesitamos.

lunes, 18 de septiembre de 2023

No nos lo podemos permitir

Es una frase
que nunca me ha gustado nada,
pero no por ello,
está exenta de razón.
Los primeros días
de bienvenida,
de acogimiento,
de vinculación,
son para todas,
cada una a su manera,
y eso pasa factura.

Como siempre 
nos van a pasar el recibo,
la clave está
en intentar reducir daños
y diferenciar cada momento.
No podemos afrontarlo todo
con la misma
intensidad o con el mismo enfoque,
no es justo para nadie,
ni siquiera para una misma.
Pero tampoco es fácil
echar tierra de por medio
y resetear una vez
cambies de ambiente.
Aunque no sea fácil,
no es excusa para
no esforzarse
en que l@s demás,
justo l@s que más te necesiten,
paguen las consecuencias
de tu mala gestión.

Ya nos equivocamos
lo suficiente
como para no querer ver
las orejas del lobo
cuando las tienes
justo delante y sin interferencias.
Por eso llevaba razón
cuando me espetó
esa frase
tan llena de contundencia,
sentadas en el acolchamiento
del sofá 
mientras escudriñaban mi cara.

La buena noticia
es que casi siempre 
estamos a tiempo de evitarlo
o al menos de enmendarlo.
No ayuda la agresividad
del momento,
ni la hostilidad
de los procesos,
pero como dirían por ahí,
gajes del oficio.
Ahora bien,
no me estanco
en una justificación
ajena a mi control,
sino que hago acopio
de mis responsabilidades
y compromiso honesto
con quien no merece más
que cuidados, amor y acompañamiento.

Jamás utilizaré esa frase
en el curro,
pero comprendo, asimilo y acepto
su trascendencia,
solo necesito algo más de tiempo.
Lo siento.

miércoles, 13 de septiembre de 2023

Cayeron bombas

Fue una noche horrorosa
en todos los sentidos.
A ratos, parecía
el Madrid del 38
con destellos cegadores
y ruidos mortíferos.
En esos primeros días
de vuelta,
en los que todo
parece ponerse patas arriba.
Emociones a flor de piel
y la fina línea
de las sensibilidades
por las nubes.

Ya no es solo
que cueste conciliar el sueño,
es que el cuerpo,
agarratodado y molido,
duele por los 
cuatro costados.
También duele el alma
quien crea en ella
o quien considere
que la tenga,
y la pena te oprime
junto a la culpa
y a todas las posibilidades
que escapan a tu control
pero que sin embargo existen.

Afrontamos el más duro
de los inicios 
sin estar preparadas,
porque aunque tengamos
las herramientas,
no estamos en esa
fase fluida
que nos permite
avanzar eficaces y firmes.
Por eso,
si nos entra el miedo,
dormimos en ovillo
haciendo tetris
en un sofá de salón
que hace las veces
de centro de acogida,
no por la institucionalización,
sino por sentirte acompañada.

Pienso en los días
de tormenta
en los que se negaba
a salir a la calle,
ell@s no, mi perra.
También en las veces
que he llegado tarde a casa,
no por impuntualidad,
sino por la rigidez
y explotación
de las horas de trabajo,
y el cachorro me espeta
que no quiere
que llegue,
como diciéndome:
tú no me has cuidado
esta tarde,
no vengas ahora 
a pedirme un beso.
Pienso en el documental
que estoy escuchando
a unas horas
que nadie
debería tener el sentido
de la escucha activo,
en Namibia y sus desigualdades,
en la planificación
del tiempo de acogida
del día siguiente
que ya no es el día
siguiente,
sino el propio día.
Pienso en si ella
estará descansado
para afrontar
lo que le resta de jornada.
En los planes procrastinados
y en la pereza 
que me da asumirlos.
Pienso en lo poco
que me queda
para salir a la calle
e iniciar las despedidas
de mi casa
y las separaciones traumáticas
de los niños y niñas
que estamos acogiendo.

Pienso en tantas cosas
que la cabeza me estalla
mientras me echo un piti
a las 04.00 am
sentado en la taza del váter.
Porque el veneno tóxico
que exhala mi boca
también se expulsa 
como líquido contaminado
por mi ano.
Los nervios, las dudas,
las asperezas, también recorren
los intestinos,
hasta sacarlos fuera
y hacerte acopio de ellos.

Hay pocas cosas
tan agradables como
dormir al lado
de tus hij@s
mientras les tocas
la planta del pie
para decirles
en el más absoluto silencio,
que están a salvo,
que nada malo va a pasarles,
al menos,
mientras dure la tormenta
y la soportéis juntas.

viernes, 8 de septiembre de 2023

Entre Madrid y Sevilla un Valle

Aquel día
en que nos conocimos
en el barullo de un
patio de colegio
a través de un Casio clásico,
no supimos adivinar el futuro.
No estábamos en esas,
suficiente teníamos
con llegar a un sitio nuevo,
sin conocer a nadie,
naciendo los primeros
pelillos del bigote.

Crecimos físicamente,
nos desarrollamos psicológicamente
y nos desbordamos emocionalmente.
Fuiste el primer y más
importante elemento
de toda mi adolescencia,
mi salvavidas de las balas perdidas.
Somos el producto
de un colegio concertado,
un tipo de centro en alza
por aquella época
que poco tenía que ver
con la diversidad o lo universal,
pero nuestr@s pamadres
no se equivocaban,
ellas, como siempre,
como tú y yo ahora,
tomamos las que creemos
son las mejores decisiones 
para nuestros hijos e hijas,
en realidad, lo perverso,
es el sistema.

Pero no vengo aquí,
ni estoy ahora
para lanzar proclamas políticas,
aunque politizarnos,
también lo hicimos juntos,
e ideologizarnos
tomó sentido a partir
de estrechar lazos.
Los estudios
ni fu ni fa,
fuimos superando materias
de manera mediocre
pero satisfactoriamente.
Lo que allí construimos
si es que es digno
de estudio.

La rebeldía,
las contradicciones,
las decepciones
y las conquistas,
las asumíamos
como algo definitivo,
como si el mundo se fuera
a acabar el día siguiente.
De ahí el choque generacional
y la confrontación
que siempre habrá
entre un adolescente
y su familia.
Pero una vez superada
esa etapa,
te das cuenta
que nada es para siempre,
excepto lo nuestro.

Después de la etapa obligatoria
de un bachillerato privado,
nos convertimos en un río
con sus afluentes,
con puntos en común
y lugares de desencuentro
donde cada uno cogió
su cauce
para reencontrarnos
muchos kilómetros
más adelante.
Como un bebé 
con su madre,
llegó un punto
en que necesitábamos
diferenciarnos
para transitar otros lugares,
formar parte de nuevos círculos
y tomar decisiones
sin el conocimientos del otro.

Eso también nos lo dio
El Valle,
demasiadas relaciones caducas
y sólo dos perennes,
pero qué trío formamos
hasta la actualidad
de nuestros días.
Recuerdo con ternura
como antes que la media,
comenzamos a hablar
de antirracismo,
de feminismo,
de anticapitalismo,
de conceptos como la verdad
y la transparencia,
de la muerte,
de los miedos y las pesadillas,
de amor.

Fuimos genuinos
y vanguardia
en términos de progresismo
formando parte
de una generación hundida
por la crisis económica,
social y humanitaria de 2008.
Nos jodieron los sueños,
nos quitaron las fuerzas
y perdimos el rumbo
siendo criminalizados
y marginados.
Pero salimos,
salimos como salen
las ballenas
en mar abierto
para coger aire
y respirar.
Y lo hicimos con todos
nuestros defectos,
pero con un derroche de humildad
histórica, de uno de los colectivos
más vulnerables,
los y las jóvenes.

Habíamos marcado
la diferencia
desde el cambio de milenio,
cuando todo parecía apocalíptico.
Parece mentira
todo lo que ha pasado
en estos veintitrés años,
ni Nolan ni Spilberg
fueron capaces
de anticiparlo
en las películas
que consumimos.
Por eso,
aunque reneguemos
durante muchos años
de dónde venimos,
es precisamente
ese punto,
el que establece las claves
del camino.

Seguimos juntos por eso,
por compromiso y disponibilidad,
por cariño y memoria,
por la valentía y la sinceridad
que se requieren
para cuidar a alguien,
perdonar y ser perdonado.
Tenemos un papel
tan distinto
al de aquel día
de septiembre del dos mil,
que da vértigo imaginárselo,
pero la esencia,
el olor que por aquel entonces
desprendíamos
y la definición
de nuestras sonrisas,
siguen siendo las mismas.

Hoy te unes formalmente
a una chica sevillana
que en su día
vino a Madrid a buscarse la vida.
Lo que tampoco sabía vosotras,
es que ibais a dar
vuestro pelotazo urbanístico
con una bimba caída del cielo,
Julen.
Simbólicamente,
sois mucho más 
que un papel oficial
con vuestras firmas,
sois el tipo de proyecto
que querría firmar
cualquier arquitecta,
porque vuestra estructura,
en términos físicos
y en términos sentimentales,
trasciende a cualquier
plano escrito.
Sois la idea consumada
de lo que la gran mayoría
tarda una vida entera
en encontrar.

Hoy os celebro
a vosotras,
a vuestro hijo Julen,
a mis amigas del alma,
por encima de todas
las miserias de este planeta,
porque si hay algo
que necesite este planeta,
son tres personas
como vosotras,
únicas, auténticas 
e imprescindibles.
También celebro
a l@s abuel@s,
que seguro,
nunca habían sido tan felices,
ni se habían sentido
tan orgullos@s.
Y por último,
celebro las amistades
íntimas y exclusivas,
las que sobreviven
al paso del tiempo
y se interesan 
por los cuidados,
por eso,
hoy estamos aquí
l@s que tenemos que estar.

Os quiero.
Que os vaya jodidamente
bonito.

_A Julen, Nerea, Álvaro, 
abuel@s y amig@s_

domingo, 3 de septiembre de 2023

Dentro de muchos años

Papá, dentro de muchos años...

Cuando mi hijo
dijo esa frase,
inmediatamente
me transporté al futuro
y pensé
cómo estaríamos
dentro de muchos años.
Me dio pavor
y temblaron mis piernas
como si estuviera
comenzando a dar
los primeros pasos.

Para él no hay más futuro
más que cuando
vaya a cumplir 
los cinco años.
Cree que vivirá
siempre con nosotras,
que siempre estaremos
y haremos todo juntas
y que la vida es esto,
justamente
dónde y cómo 
se encuentra actualmente.
Pues ojalá llevara razón.

Pienso en toda
la diferenciación
que irá elaborando
respecto a nosotras
y no hace más
que acrecentar mi pánico.
Dentro de muchos años,
solo espero
haber mantenido bien
los lazos,
las ganas de estar juntas,
de hacer cosas y pasar el rato
uno al lado del otro.

Dentro de muchos años,
esto que tengo ahora
se habrá acabado
hace mucho mucho tiempo,
y no sabría decir
si rememoraré este texto
con pena, nostalgia
o arrepentimiento.
Si lo hago con la alegría suficiente
como para leerlo
con una sonrisa
y lágrimas cayendo,
sabré a ciencia cierta
que todo habrá ido bien,
ese es mi único deseo.

Es todo tan fugaz,
es todo tan efímero,
que merece la pena
pararse a pensar
en todos los detalles más pequeños
que hacen de los grandes
un mausoleo perfecto.
También pienso
en los sentimientos
que tengo hacia mis pamadres
y en si los suyos
se parecerán en algo
o serán completamente distintos.
Sea como sea,
espero que no me reproche tanto
como yo he reprochado
a l@s míos,
algunas veces por su incompetencia
y la gran mayoría de las ocasiones
por mi egoísmo,
aquí no se libra nadie.

Igual que él
no puede situarse
en un futuro
a medio largo plazo,
yo no puedo imaginármelo
de adolescente o de adulto,
no puedo,
me resisto a la idea
de la evolución y la propia existencia.
También al de la muerte,
concepto que, como si fuera un niño,
no contemplo
en ninguno de los casos.

Recuerdo como de pequeño
pensaba que yo no me moriría nunca
y cómo pase a decir 
que no pasaría de los 27.
Tonterías de la edad del pavo
que las mantienes
porque a alguien le hace gracia
y porque eso te hace sentir parte
de otro alguien.
No es más que eso,
sentir que le importas
a alguien más que a ti mismo
y casi mantenerte fuerte
por ese preciso motivo
y no por otro.
Así fue mi puta adolescencia.

Como se dice,
espero no cometer los errores
que opino,
cometieron mis pamadres conmigo,
pero ya llevo casi cinco años
dándome cuenta,
a base de hostias,
que quizá no cometa esos,
pero cometo otros tantos.
Así que no hay mucha
diferencia entre generaciones
en términos prácticos,
aunque en términos
de calidad,
sí que los hay
y me alegro.
Como los habrá
entre su generación
y la mía,
son 30 años los que nos llevamos,
es inevitable.

Dentro de muchos años
espero tener una relación sana
contigo,
que no me haya salido
ningún cáncer
o alguna mierda de esas
y que no tengamos pudor
en decirnos te quiero.
Tampoco en lo de pedirnos perdón
si fuera necesario,
que lo será,
por lo que la lucha pasa
por seguir intentando
ser lo más humilde posible,
querer hasta la extenuación
y ser sincero y valiente
a la hora de expresarlo.
Porque de qué vale
querer a alguien
si no es a través de las palabras,
los hechos o los pensamientos.
Una conjunción de cosas
que no subsiste
la una si la otra
y si es así,
vamos cojas,
es decir,
se puede seguir avanzando
pero con mayores dificultades.

Me gustaría
que dentro de muchos años
me dijeras incontables veces:
"Papá, cuéntame otra vez",
porque eso querrá decir
que quieres seguir contando conmigo,
que es justo de lo que hablaba
un poquito más arriba,
como si ese sentimiento adolescente,
por muy viejo que seas,
nunca desapareciera.

Día 1 de oposición

No, no me refiero
a la muy posible 
incompetente y antisocial
oposición de Feijóo
en el Estado español.
Me refiero a la oposición
de la guerrera,
ante el sistema público educativo
contra la Comunidad de Madrid.

Día 1.
Presentación informal
y telemática
del grupo reducido de alumnas
con una preparadora.
Esperemos que resulte
más formadora que coach.
Mamá nerviosa,
se prepara un escritorio
clandestino en el dormitorio
en una casa a la que 
ya no le queda espacio,
excepto el vacío que ha dejado
nuestra perrita.
L@s cachorr@s se alteran
alzando el volumen
y aporreando la puerta.
Les hemos explicado la situación,
pero necesitan tiempo
para interiorizarlo.

Lo que aquí cuenta
es que no le debemos nada 
a nadie
más que a nosotras mismas.
Hay cosas en juego, sin duda,
pero no se acaba el mundo,
pase lo que pase,
a no ser que nos muramos.
Por lo que nos tomaremos
la experiencia
como otra de la realidades
que atajar en familia.
Cuando vayamos
por el día 300 de oposición,
que llegará,
las cosas estarán apuntito
de resolverse,
pero como digo,
no será tanto el resultado,
que también,
sino que hayamos crecido 
bien y mejores.

Sabemos que si solo
fuera cuestión de mérito
o de justicia,
habríamos llegado
a la meta hace tiempo,
pero las cosas no funcionan así.
El camino será arduo,
pedregoso, con resbalones
y caídas;
pero también con áreas de descanso,
miradores en los que 
pararse a respirar
y situaciones divertidas
con las que evadirse.
Nos sabemos de memoria
los procesos,
que son al fin y al cabo,
los que nos construyen
de una manera u otra.

Aprenderemos tantas cosas
por el discurrir 
de las semanas y meses,
que el contenido
de la oposición
se nos quedará corto
enseguida,
y sobre todo,
siempre estaremos
esperando al otro lado de la puerta,
pacientes y deseosas de verte,
no solo en los días duros,
sino también en los días
que haya que celebrar
que sientas
que has dado un paso nuevo.
Porque así es como nos gusta verte,
no por lo que te falta
sino por la que ya tienes.

¡A por la tercera República,
digo oposición!