Feministas, seguimos.
Que el día después
no pare el activismo
de carne y hueso.
Las proclamas,
los carteles,
el morado,
presentes.
Las reivindicaciones
no pertenecen
a un día en concreto.
No hay descanso
el resto del año.
Habrá discriminaciones,
agresiones, violaciones
y asesinatos.
Tendremos titulares,
nuevas esquelas
y criminalizaciones.
El movimiento
es constante,
resistente
y amparado
por millones.
La base social
hace las veces
de memoria histórica
de las mujeres,
de apoyo comunitario
en noviembre
y en marzo,
de respuestas
que combaten
los embistes
del heteropatriarcado blanco.
Los cánticos
atraviesan
de norte a sur
calles abarrotadas
dando visibilidad
a lo que nos hace falta.
La escala de valores
de lunes a domingo,
las ganas de que
las cosas cambien,
hasta la muerte.
En vida,
el intento,
la lucha,
las transformaciones.
Con sus éxitos,
conquistas y decepciones.
El sufrimiento como mujer
por el único hecho de serlo,
no porque lo lleve por dentro,
sino por los ataques y miedos
de un bando "acojonado"
que controla el poder,
los medios y los resultados.
En el 9 de marzo
no termina nada,
todo lo contrario,
es el comienzo
del todo.
Porque el tiempo
es imparable
y no se puede permitir
que siga engordando
las listas.
La ideología
sigue su curso,
y nuestro empeño
pasa por contárselo
a nuestras madres,
a nuestras hijas,
a nuestras abuelas,
a nuestros compañeros,
a nosotras mismas.
La gran mayoría
no somos teóricas,
pero sí que sois
representantes
de un discurso pedagógico
que ofrezca la mano
a vecinas
de otra época,
a jóvenes
que tomarán
el testigo
y al resto del planeta enferno
derivado de la opresión
del hombre.
A quiénes vayan
con sus huevos
por delante,
les deseo que
ningún ovario
les respalde.
Que todos nuestros días
sean 8-M.
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