Aplazada una semana antes,acude ahora
en turno de mañana
cuando no la corresponde,
a un sitio prefabricado
y con sobrecostes,
el único hospital
publicitario del mundo.
Y se la ponen
por su cara bonita
y por las ganas
que teníamos de vernos.
Pastilla preventiva
y a correr,
minuto que pasa,
minuto perdido.
Me recoge como cuando
éramos adolescentes,
sin preocupaciones,
con la adrenalina
de la quedada
y la silla del niño vacía.
Fumo en el coche
emulando tiempos antiguos
y ella,
con el brazo izquierdo dolorido,
conduce por el túnel
que tantas veces
nos ha llevado
al mismo sitio.
Aparca a duras penas
con la vejiga llena,
como siempre,
para dar comienzo
a épicos rituales.
Una guerra de
sillas y mesas
con un barril
y dos banquetas
como atalaya.
Superábamos con creces
el límite de no convivientes
allí reunidos,
lo que no sabía Ayuso
era que no necesitábamos
sentarnos juntas
para sentirnos cerca.
Rondas de tercios
precipitándose
cuando la anterior
estaba aún por
medio vaciarse.
Una entereza descomunal
mientras nos poníamos
al día de nuestras hazañas.
Apenas una hora después,
ya se le achinaban los ojos
con el sol de lleno
en su cuerpo.
Es justo ahí
cuando su boca
se desmarca
de la rutina diaria
y se encaja
hacia arriba
asegurando los hoyuelos
en los mofletes.
Una metamorfosis
que durará toda
la jornada
pese al riesgo
de que aparezcan
los síntomas.
Así es ella,
guerrera y empática
hasta en las situaciones
más adversas,
ante las circunstancias
más precarias.
El camarero ya sabe
a qué hemos venido
y le damos avisos,
repetuosos,
de nuestras intenciones.
Las caras cogen color
por el sol y el alcohol,
los pitis vuelan
sin permiso
y las risas
ya perdieron
hace rato el control.
Decenas de cervezas
y una cuenta inflada
después,
subimos en camadería
la calle Virgen del Puerto
sin creer en Dios
y sin cadenas.
Ya en la cola,
precalentamos
para que los músculos
se suelten
y la contención de
las emociones se desaten.
Planificamos la estrategia
del avance
repartiendo las posiciones
por el flanco izquierdo
de la pista.
A algunas
les tranquilizó saber
que podrían seguir
bebiendo.
Otras,
sólo pensábamos
en el repertorio
y en la manera
de no llamar
la atención
pese a las ganas.
Situadas,
cada cual rezó
para dentro
deseando bonito
al resto
de las compañeras.
No era momento
de decirse nada
sino de entregarse
con cuerpo reposado
al concierto
que tanto tiempo
llevábamos esperando.
Ella tenía sus dudas
por eso de que las bandas
evolucionan musicalmente.
Yo sabía perfectamente
que iba a ser transportada
a los Wizinks,
al 3 de marzo,
y al estado de embarazo
acordonada.
Nos reímos
y lloramos
a partes iguales.
Por la impotencia
de lo que nos quitaron,
por la injusticia de
que ya nada
volverá a ser lo mismo,
por la contención del salto
y la expresión
que necesitábamos
transmitir allí mismo.
Seguro que la dos,
pero independientemente
de compartirlo,
pensamos en el cachorro
y los designios.
Nos imaginamos
dándole las manos,
sintiendo el peso
de la gravedad
que nos haría volver
a poner los pies
en el suelo.
Porque le viene
desde el útero
eso de sentir
el bombo y la caja
camuflado entre
miles de personas.
Porque si lo hizo
desde el refugio,
cómo no lo va
a hacer ahora
desde el campo,
cuando sea un
poquito más mayor,
escoltado
por sus pamadres
que tanta experiencia
tienen
en el saber estar
de los eventos.
Porque "1932"
se la aprendió
antes de que saliera.
Porque ahora
la salta y la baila
como si fuera
su último
día en La Tierra.
Porque deberá escoger
una canción
tal y como nosotras
tenemos la nuestra.
A mi la vacuna
casi me mata,
pero tú,
te la merendaste
con patatas.
Porque eso es mamá, hijo,
una fiera indomable
que se arrastra constante,
que no cede ante los males,
que sobrevive incorrupta
hasta que te llegue.
Y siempre lo hace
porque siempre lo hizo,
por lo que no me cabe
ninguna duda
de que lo seguirá haciendo.
Al terminar,
corrimos extasiadas
de vuelta para recogerte.
Allí estabas tú,
seguro y confiado
con una sonrisa
entre los dientes.
Nos procrastinamos
medio año
hibernando la idea de que
NACIMOS PARA VENCER.
_A su vacuna y al concierto que nos reencontró más de un año después_