miércoles, 24 de marzo de 2021

No son tus años

Todo un año de pandemia
y vuelves a cumplir años,
ésta vez sin confinamiento
y con un poquito
menos de miedo
en el cuerpo.

Siguen las ciudades
deshbaitadas
por un mínimo
de humanidad,
y los campos arrasados
ya no les importan
a nadie.
Tu cuerpo,
más crecido,
combate
lo mejor que puede
el ambiente extraño
de todo lo que
nos hemos perdido.

Entre tanto,
entre medias,
has seguido acompañando
a l@s que había
que seguir acompañando,
porque aunque
a veces se pierda
la referencia,
el impulso
de la inercia
te permite seguir
cuidando.

Hemos salido de ésta,
como todo el mundo
que no ha muerto,
a su manera,
ha podido salir de ésta.

Naces por
trigésima cuarta vez,
para seguir tomando
el café de siempre
y pisando fuerte
como me enseñaste.
La historia ilustrada
de los comienzos
que recoge amable
a todo aquel,
a toda aquella
que fuimos adoptando
por el camino
para hacerles parte
de algo que
no fuera ausencia,
bien merecerá otro texto
en una semana.

No son tus años,
es tu manera de abordarlos
con derroche
de todo lo bueno
que estábamos buscando.
Porque quién la sigue
la consigue;
quién la persigue
la acaba encontrando.
Una suerte
de mapa del tesoro
sin rodeos
y mensajes claros.
Un libro en contra
del revisionismo
para empezar de cero,
con la memoria,
a escribir la verdad
que todo el mundo
tanto teme.

Como digo,
no son tus años,
son tus victorias
y tus fracasos,
tus dianas
y tus anhelos,
tus metáforas
y asignaturas pendientes.
Todo eso eres y somos.

Que tus mejores años
no se agoten nunca
y nos des el 
permiso necesario
para seguir estando.
No es la mochila,
es el abrazo
de todo
lo que abarcas.

_ A tus 34_

martes, 23 de marzo de 2021

De 20 a 50 páginas

Son las páginas
que leo a diario,
entre el lunes y el viernes,
dependiendo
de si lo hago a la ida,
a la vuelta
o en ambas.

Nunca he sido
de leer en casa.
Tampoco por las noches
exceptuando
cuando me encuentro
en el primer tren
de la mañana.
Quizá por eso
me resisto a sacarme
el carné de conducir
por la inflexibilidad
que tendría para leer
cuando voy de A a B.

Durante el día
rumio aquellas
cientos de líneas
que me han dado
tiempo a leer.
Pienso en algún
personaje incompleto,
aprendo alguna
palabra nueva
y me regocijo
en aquellas
situaciones literarias
que me han llamado
la atención.

Poquito a poco
consumo el libro
como quien se fuma
un cigarro y lo apoya
en un cenicero
mientras se apaga
hasta la próxima calada.

Llevo leyendo 
con seria asiduidad
desde los 12 años.
Eso se lo debo a mi padre
y a su biblioteca
de escayola en el salón,
a mi madre
y al libro que me regalaba
sin excusas
de fechas especiales,
y a la librería del barrio,
la misma que hoy día
sueño con atracar y desmantelar
como el tesoro más antiguo.

Entre esas 20 y 50 páginas
susceptibles de ser leídas,
encuentro uno
de los momentos
más íntimos
que me pide la vida
de vez en cuando.
El tiempo pasa
mientras escucho
por el megáfono
el nombre
de la siguiente estación,
y mientras también
se escucha el estético
y crujiente ruido
con cada página al pasar.

Es una parte transcendental
de mi día a día
como lavarse los dientes,
hacer la cama
o besar al saludar.
Cuánto más diré el viaje,
antes conoceré el final
de cada historia.
De momento, hoy,
sólo avanzaré 20 páginas
porque me vi 
en la extrema necesidad
de escribir este texto.

_A mis libros_

lunes, 15 de marzo de 2021

Tras vacunarse

Aplazada una semana antes,
acude ahora
en turno de mañana
cuando no la corresponde,
a un sitio prefabricado
y con sobrecostes,
el único hospital
publicitario del mundo.

Y se la ponen
por su cara bonita
y por las ganas
que teníamos de vernos.
Pastilla preventiva
y a correr,
minuto que pasa,
minuto perdido.
Me recoge como cuando
éramos adolescentes,
sin preocupaciones,
con la adrenalina
de la quedada
y la silla del niño vacía.
Fumo en el coche
emulando tiempos antiguos
y ella,
con el brazo izquierdo dolorido,
conduce por el túnel
que tantas veces
nos ha llevado
al mismo sitio.
Aparca a duras penas
con la vejiga llena,
como siempre,
para dar comienzo
a épicos rituales.

Una guerra de 
sillas y mesas
con un barril 
y dos banquetas
como atalaya.
Superábamos con creces
el límite de no convivientes
allí reunidos,
lo que no sabía Ayuso
era que no necesitábamos
sentarnos juntas
para sentirnos cerca.
Rondas de tercios
precipitándose
cuando la anterior
estaba aún por
medio vaciarse.
Una entereza descomunal
mientras nos poníamos
al día de nuestras hazañas.

Apenas una hora después,
ya se le achinaban los ojos
con el sol de lleno
en su cuerpo.
Es justo ahí
cuando su boca
se desmarca 
de la rutina diaria
y se encaja
hacia arriba
asegurando los hoyuelos
en los mofletes.
Una metamorfosis
que durará toda
la jornada
pese al riesgo
de que aparezcan
los síntomas.
Así es ella,
guerrera y empática
hasta en las situaciones
más adversas,
ante las circunstancias
más precarias.

El camarero ya sabe
a qué hemos venido
y le damos avisos,
repetuosos,
de nuestras intenciones.
Las caras cogen color
por el sol y el alcohol,
los pitis vuelan
sin permiso
y las risas
ya perdieron
hace rato el control.
Decenas de cervezas
y una cuenta inflada
después,
subimos en camadería
la calle Virgen del Puerto
sin creer en Dios
y sin cadenas.

Ya en la cola,
precalentamos
para que los músculos
se suelten
y la contención de
las emociones se desaten.
Planificamos la estrategia
del avance
repartiendo las posiciones
por el flanco izquierdo
de la pista.
A algunas
les tranquilizó saber
que podrían seguir
bebiendo.
Otras,
sólo pensábamos
en el repertorio
y en la manera
de no llamar
la atención
pese a las ganas.

Situadas,
cada cual rezó
para dentro
deseando bonito
al resto
de las compañeras.
No era momento
de decirse nada
sino de entregarse
con cuerpo reposado
al concierto
que tanto tiempo
llevábamos esperando.

Ella tenía sus dudas
por eso de que las bandas
evolucionan musicalmente.
Yo sabía perfectamente
que iba a ser transportada
a los Wizinks,
al 3 de marzo,
y al estado de embarazo
acordonada.
Nos reímos
y lloramos
a partes iguales.
Por la impotencia
de lo que nos quitaron,
por la injusticia de
que ya nada
volverá a ser lo mismo,
por la contención del salto
y la expresión
que necesitábamos
transmitir allí mismo.

Seguro que la dos,
pero independientemente
de compartirlo,
pensamos en el cachorro
y los designios.
Nos imaginamos
dándole las manos,
sintiendo el peso
de la gravedad
que nos haría volver
a poner los pies 
en el suelo.
Porque le viene 
desde el útero
eso de sentir
el bombo y la caja
camuflado entre
miles de personas.
Porque si lo hizo
desde el refugio,
cómo no lo va 
a hacer ahora 
desde el campo,
cuando sea un
poquito más mayor,
escoltado
por sus pamadres
que tanta experiencia
tienen
en el saber estar
de los eventos.
Porque "1932"
se la aprendió
antes de que saliera.
Porque ahora
la salta y la baila
como si fuera
su último
día en La Tierra.
Porque deberá escoger
una canción
tal y como nosotras
tenemos la nuestra.

A mi la vacuna
casi me mata,
pero tú,
te la merendaste
con patatas.
Porque eso es mamá, hijo,
una fiera indomable
que se arrastra constante,
que no cede ante los males,
que sobrevive incorrupta
hasta que te llegue.
Y siempre lo hace
porque siempre lo hizo,
por lo que no me cabe
ninguna duda
de que lo seguirá haciendo.

Al terminar,
corrimos extasiadas
de vuelta para recogerte.
Allí estabas tú,
seguro y confiado
con una sonrisa 
entre los dientes.
Nos procrastinamos
medio año
hibernando la idea de que
NACIMOS PARA VENCER.


_A su vacuna y al concierto que nos reencontró más de un año después_

jueves, 11 de marzo de 2021

Tras vacunarme

Cuando el frío duele,
lo haga o no,
el frío,
objetivamente,
es un síntoma.
Yo jamás había 
sentido tal cosa
y aquí me encuentro,
en un salón silencioso
y a oscuras,
pero siempe 
se escucha 
algún coche 
en la calle,
en la ciudad
no deja de haber ruidos.

El titilar del cuerpo
como si fuera una estrella
que yace muerta
hace años
pero que todavía resplande.
Los pinchazos con alfileres
en cada movimiento
de tus músculos.
El delirio del viaje
derivado de la 
sensación febril
de seguir combatiendo
a toda costa.
Tengo ese empuje
y ese odio
hasta en los momentos
más frágiles.
Pienso y siento 
como "los malos",
en masculino
y sin entrecomillado.

Tumbado en el sofá,
he perdido la cuenta
de las mantas
y las almohadas.
Me las pongo encima
y sin sentido
como si fuera
el cuerpo
que un reo necesita.
Mi hijo me llama
entre sueños
mientras yo,
inmerso en pesadillas,
me levanto
consumiendo
las últimas fuerzas,
porque a un hijo
se le intenta
no fallarle nunca.
Anoche se durmió
tranquilo
mientras nos miraba,
a su madre y a mí,
sentadas en el suelo,
como se contemplan
las cosas divinas.
Mamá le cantaba
al tarareo de la ausencia
de las palabras
porque con apenas
dos años,
ya le hemos contado
casi todo
lo que queríamos contarle.

Retorno a la cama
a las 4.00 de la madrugada
porque no soporto
más el frío,
quién lo diría,
yo, que nací
en invierno
con manga corta.
Busco el calor
que emite su cuerpo
tierno, hidratado,
desgastado.
Y me lo da
sin pedir nada a cambio,
como siempre,
pero sin actitud sumisa,
sólo con el empeño
de los cuidados.
Porque así es ella,
independiente,
sensible
y fortaleza.
Porque para nosotros,
ella siempre será nuestra
primera y última opción,
los cuatro angelitos
que guardaban mi cama
cuando me dormía mi madre.
Se encaja
a mi fragilidad
y mis vergüenzas
como la última pieza
del puzzle
que has tardado
meses en completar,
sin juicios,
amable y delicada,
satisfecha.
Y te habla
como si llevara
toda la noche en vela,
con un tono
más que preparado
para acoger tus penas.
Por eso no desaparecemos.
Por eso siempre acabamos volviendo.
Porque no tenemos 
más respuesta
ni más patria
que ella.
Al único lugar
que nos vio nacer
para que algún día
podamos vencer.
Pero ya vencimos
demasiadas veces,
estamos más que colmadas.

A las 5.30
se oyen pisadas
de algodón, 
como quién transita
la selva buscando
una presa.
La solidaridad
de mi hijo
no tiene parangón.
Si fuéramos dos mujeres
y una niña
lo llamaría
sororidad.
Pide acongojado
su bibi
como quién pide
a gritos su ración
de vínculo.
Se lo da mamá
mientras papá
les mira
como leyendo
una novela.
Cuando acaban,
nos tumbamos las tres
haciendo el colecho
que nunca hicimos.
Él en medio,
se reparte juguetón
a partes iguales,
a la izquierda su madre,
a la derecha su padre.
Se mueve como
si estuviese buscando sitio
en el útero de la cama
hasta que ensarta
en nuestros cuerpos adultos.
Mamá y papá 
hacen el amor
sólo con los pies
como elementos
entrecruzados,
como si lo estuviéramos
haciendo a escondidas
en cualquier lugar
ajenas al mundo.
Aprendí a tocar
y que me tocasen
con los pies
con ella,
jamás se lo he permitido
a nadie más. 
Mamá incrementa
su respiración profunda
mientras el hijo
y el padre juegan
a tocarse con todos
los miembros
que nos sabemos.
Pero el sueño
no es capaz de inundarnos,
así que padre e hijo
nos vamos felinos
dejando a mamá
dormir unos minutos más.
Ya en la cama del cachorro,
el movimiento incesante
se resiste como el mar
que renuncia a su calma.
Pero sigue siendo muy pequeño,
así que una hora y media después,
sucumbe de nuevo
a su imaginario inconsciente
habiendo demostrado
que hasta en las peores
noches de las adultas,
ya se sabe preparado
para acompañar
el lamento,
la enfermedad,
y la nostalgia.

Me levanto
otra vez solo,
en una hogar lleno 
de vida
a seguir tomando mi café
y a por mi tercer
cigarro del día,
o de la madrugada.

La vacuna
y mis dolencias
sólo eran una excusa
para contaros
cómo es mi familia
y el porqué disfruto
tanto el día a día.
Desde el ego del que escribe,
si llegáis a querer
un cuarto de todo
mi despliegue,
vuestra vida,
habrá merecido la pena.

miércoles, 10 de marzo de 2021

¡Venga, que en nada noss vemos!

El día anterior
notificaron oficialmente
el cierre de escuelas
y colegios en Madrid.

El ambiente
se presentaba extraño,
casi festivo
ante la incertidumbre
de enfrentarnos a algo
que nunca nos
había pasado.
Las familias
dejaban a sus
hijos e hijas
un tanto angustiadas
y con la tarea
de proyectar
una conciliación
para los próximos
quince días.
Nadie se imaginaba
que ese fin de semana
no lo iban a dar "resuelto".
Estado de alarma nacional
y confinamiento obligatorio
para toda la población
hasta el mes de mayo.

La mañana fue tranquila
entre risas nerviosas
y lo que creíamos
que iban a ser
unas vacaciones
aparecidas de la nada.
Todavía había
estómago para bromas.
Los niños y las niñas
ya empezaban
a interiorizar
el concepto de virus,
que sin duda,
les(nos) marcará
para toda la vida.
Llamar a las cosas
por su nombre
para conocer el impacto
de su significado
es el primer paso.

Cuando las familias
volvieron para recoger
a sus hijos e hijas
por la tarde,
se llevaron en 
bolsas de basuras
todos los enseres personales
con el ánimo de que los desifectaran
para la hipotética vuelta
en dos semanas.
Fueron los últimos besos
que pudimos dar
a nuestra Pandilla.
Hoy, soy consciente
de aquella dramática
e injusta despedida.
En el libro de aula
pintamos el cierre metálico
de la verja color roja
con buenos deseos
y el ánimo
de reencontrarnos
el 26 de marzo.
Estábamos equivocadas.
No iba a haber tal reencuentro.
Nunca volveríamos
a juntarnos
el grupo entero.

Era martes y
teníamos claustro.
La primer parte fue
en equipo, organizativa,
expectativas y repartición
de tareas.
Seguíamos especulando
con sorna
quitándole hierro
al asunto.
La segunda consistió
en lavar y recoger materiales
de las aulas
en pareja educativa.
Aquel fue el primer
entrenamiento
de un protocolo estricto
que llevaríamos a cabo 
muchos meses después.

No se respiraba miedo,
ni siquiera preocupación.
Hicimos todo
de manera amable
con cierta actitud juguetona.
Íbamos a pasar
demasiado tiempo
sin vernos, sin tocarnos,
sin pixelarnos.
Si lo llego a saber,
hubiera dedicado
mi tiempo a dar abrazos,
a desear bien y bonito
en las últimas conversaciones,
en lugar de lavar materiales
de metal y madera.

Nos despedimos incrédulas
a las 18.30.
El titubeo de las
últimas palabras.
Los abrazos torpes.
El no mirar hacia atrás
por orgullo,
o porque te importaba
una mierda,
depende a quien
le preguntes.

- ¡Venga, que en nada nos vemos!- Dijo alguien.

Tu miseria.
Poca broma
Hasta el 22 de junio
con todo lo que pasó
entre medias.
Daría mi brazo derecho
para que no volviera 
a ocurrir lo mismo.

_A aquel 10 de marzo de 2020_

martes, 9 de marzo de 2021

9 de marzo

Seguimos, mujeres.
Feministas, seguimos.

Que el día después
no pare el activismo
de carne y hueso.
Las proclamas,
los carteles,
el morado,
presentes.
Las reivindicaciones
no pertenecen
a un día en concreto.
No hay descanso
el resto del año.
Habrá discriminaciones,
agresiones, violaciones
y asesinatos.
Tendremos  titulares,
nuevas esquelas
y criminalizaciones.
El movimiento
es constante,
resistente 
y amparado
por millones.
La base social
hace las veces
de memoria histórica
de las mujeres,
de apoyo comunitario
en noviembre
y en marzo,
de respuestas
que combaten
los embistes
del heteropatriarcado blanco.

Los cánticos
atraviesan
de norte a sur
calles abarrotadas
dando visibilidad
a lo que nos hace falta.
La escala de valores
de lunes a domingo,
las ganas de que
las cosas cambien,
hasta la muerte.
En vida,
el intento,
la lucha,
las transformaciones.
Con sus éxitos,
conquistas y decepciones.

El sufrimiento como mujer
por el único hecho de serlo,
no porque lo lleve por dentro,
sino por los ataques y miedos
de un bando "acojonado"
que controla el poder,
los medios y los resultados.

En el 9 de marzo
no termina nada,
todo lo contrario,
es el comienzo
del todo.
Porque el tiempo
es imparable
y no se puede permitir
que siga engordando
las listas.
La ideología
sigue su curso,
y nuestro empeño
pasa por contárselo
a nuestras madres,
a nuestras hijas,
a nuestras abuelas,
a nuestros compañeros,
a nosotras mismas.

La gran mayoría
no somos teóricas,
pero sí que sois
representantes
de un discurso pedagógico
que ofrezca la mano
a vecinas
de otra época,
a jóvenes
que tomarán
el testigo
y al resto del planeta enferno
derivado de la opresión
del hombre.

A quiénes vayan
con sus huevos
por delante,
les deseo que 
ningún ovario
les respalde.

Que todos nuestros días
sean 8-M.


jueves, 4 de marzo de 2021

La soledad

Dicen de la soledad humana,
pero que se lo digan
al Sol
que nadie puede mirarle
más que unos escasos
segundos.

Me proponen escribir
sobre la soledad
y acepto
como si fuera
un certamen literario.
Escribo desatribuido
porque yo solo
experimenté la soledad
de adolescente,
ni antes,
ni después.

Desde la teoría
existencialista
entiendo
que la soledad
es parte inequívoca
de la vida
aunque en algunos casos
pudiera quitártela.

Creo que no 
sentirse acompañada
duele.
Que escuchar
y que te escuchen
se olvida pronto.
La ausencia del tacto,
olores reconfortantes
y los descubrimientos
son como de
otra época.
Sobran motivos
y no hacen falta excusas,
pero luego no es tan fácil.
Desvincularse
del confort
entrecomillado
de lo conocido
debe ser como
desgarrarte por dentro.
Asumir 
anhelos de emociones
y trazas de sentimientos
que sólo forman
parte de la memoria
te desinfla como un globo.
Romper con parte
de tu historia
y sufrir las consecuencias
aterra, anula.
Lo que te puede decir
tu círculo más allegado
no cura,
no alivia,
porque no buscas alianzas,
solo recuperar las fuerzas.
Desde fuera y ajenos
siempre ha sido
fácil opinar.
Tú solo quieres
que se te tenga en cuenta,
que te piensen
con espontaneidad
y que te cuiden
en sitios que antes
eran mágicos.

No es lo mismo
el miedo a la soledad,
que la soledad
entre fantasmas.
Cuesta hasta
lavarse los dientes
porque el peso
y la carga
están incontroladas.
Luego están
los motivos y las causas,
los porqués
y los para cuándo,
pero nada de eso importa
cuando te encuentras
consumida por
el paso del tiempo
y las zancadas de los otros.

Imagino
que de la soledad 
se sale,
pero es ardua,
tediosa
y reincidente.
Aquí no hay consejos
que valgan
ni experiencias
en las que compararse.
Es como nacer
y que Nadie te coja,
no porque Nadie
no quiera hacerlo
sino porque tú
no estás en condiciones.
Esos Nadies
con nombre propio
y sufrimientos
equiparable al tuyo,
están esperando
tu permiso,
tu guiño,
el momento preciso
en el que puedas decidir
aquello
que te permita
estar disponible.
Con cautela
y la mano abierta 
para cuando quieras
llenar la tuya.

Cuando decidí
escribir sobre
la soledad,
lo hice a sabiendas
que me encuentro
fuera de ella,
en una estricta intimidad
para favorecer
las hipótesis
y la empatía,
por lo que puede
que esté muy alejado
de lo que me 
estabas pidiendo.
Nadie debería
estar privado
de la realidad
del perdón,
las gracias
y el te quiero.

Me visto de mensajero
para hacer el intento
de calmar mediante palabras,
el alma en el que yo no creo.
Lo que no excluye
que la tuya
no tenga remedio,
quizá el tiempo,
quizá el beso.
La única certeza 
de este texto,
aunque ahora no podamos verlo,
es que no estamos solas
en este mundo
que se empeña en ello.

_A las soledades y anhelos
de las gentes
en momentos frágiles_