A mi edad
no se le puede
hacer una regla de 3
porque resultaría
insuficiente
para la X
que hay que despejar.
Tengo
varios
Buenos
amigos
que tienen un
33% de discapacidad,
algún que otro conocido
y demasiados
sin diagnosticar.
La edad de Cristo
dicen.
¡Mis cojones!
Ateo y con cordones,
por fuera,
como los tolis.
He salido indemne
de varios tribunales
y la palabra 'tribu'
me suena
a demasiado alternativo.
Muchos días
voy con menos
del 33 por ciento
de batería,
pero siempre llevo
la alerta antifascista,
por lo que pueda pasar.
La edad mortífera
de los mitos,
pero a mí siempre
me parecieron
exacerbadamente
mitómanos.
La edad de las leyendas,
pero a mí las leyendas
me parece que se escriben
con letra muy pequeña.
A esta edad
todavía no he matado,
pero según cumplo
más años,
me muero
por seguir matando.
Más canas,
más barriga
y no menos odio.
También oigo poco,
siempre con mocos
y más duro el coco.
Nos hacemos mayores
dicen cada vez que
cumplimos años.
Llevamos haciéndonos
mayores
desde que nacemos.
Y a veces cansa.
Cansa hasta tal punto
que hay días
que no encuentras consuelo.
Pero luego está lo bueno.
Lo dignificante
y mágico
de los conseguido.
Cosas que entran dentro
de lo esperable
por las que uno
se siente orgulloso,
porque claro
que paso por el aro,
hipocresía cero.
Reivindico el
concepto de familia
escindido
de la corriente conservadora.
Reivindico
la fuerza de trabajo
en lucha contras
las garras neoliberales.
Reivindico
la crianza
sin etiquetarla
en las llamadas
disciplinas positivas.
Reivindico
el progreso
y la justicia social
sin ápices de eufemismos.
Y reivindico
la amistad
alejada
de manadas neonazis.
En este punto
me encuentro.
Me gustaría retomar
viejas amistades
más que procurar
otras nuevas.
De lleno
en esta etapa adulta
a medio camino
entre la responsabilidad
y el embriagamiento
de viejos sueños.
Claro que los cumplo feliz.
Por lo que soy.
Por todo de lo
que me rodeo.
Por lo que me queda.
_A mis 33_
No hay comentarios:
Publicar un comentario