bien podría
ser el nombre
de la vecina del Bajo.
Si con el Covid
la gente quería
un perro
para pisar la calle,
con el temporal
la gente quiere una pala
para salir del paso.
El auténtico drama
de la tercera edad
no es el miedo
a la enfermedad,
ni a la muerte anunciada,
sino el miedo
a la soledad.
Los diversos confinamientos
han cumplido
sus peores pesadillas.
Sentirse sol@s,
aislad@s y marginad@s,
con las únicas interacciones
de subirles una barra de pan,
su ración de medicamentos
o la foto de su biznieto
a dos metros de distancia.
Toda una vida
posfranquista,
una pandemia
y una borrasca
que congelan
sus arrugas,
huesos y sonrisas.
La señora Longina
del número 7
que siempre responde
"Pues vamos, que no es poco",
cuando se le pregunta
cómo está,
nos ofrece almendras
cogidas y cocinadas por ella,
mientras hacemos camino
para que pueda sentarse
en la marquesina
a tomar el sol.
La señora Palmira
también del número 7,
pero del Cuarto
y más joven que Longina,
sale de casa
una hora antes
de lo que acostumbra,
para llegar la trabajo
caminando entre
aceras de hielo
y carreteras solo amables
con los coches.
La señora Alfonso
y el señor Ramón
del número 11
Bajo Izquierda,
reconocen desolados
por la ventana,
un mundo que
no les acepta.
Por eso
cuando les preguntas
si necesitan algo,
lloran emocionados
avergonzados
de su incapacitante
miseria.
La señora Alfonso
con sus gafas empañadas
siempre en la cocina,
mientras el señor Ramón
sale lento pero decidido
a comprar el pan
y echar la quiniela
con su mascarilla del Betis.
Agradecen la voluntad
y nos dan un billete
para que le compremos
algo al niño
que no necesita.
Pero lo aceptamos
con humildad
acogiendo
lo que quieren darnos
cuando nunca hemos esperado
recibir nada.
Siempre que pasamos
por su ventana
se asoman
para dedicarle
unas bonitas palabras
al niño.
La señora Gabriela,
del mismo número
que Alfonsa y Ramón,
y tan mayor como ellas
pero del Tercero,
nos grita por la ventana
que no necesita nada,
que tiene pan congelado
y la calefacción puesta.
En condiciones normales
sale a pasear
para despertar la sol
y echar de comer
a los conejos silvestres
con su bastón huraño
y su abrigo hosco.
Siempre pregunta
por el niño,
que sabe que madruga
tanto como ella,
y por la perrilla,
acordándose de la suya
que murió hace años.
No se le olvida despedirse
mandando saludos
a mi madre.
El señor Emiliano
también del número 11
pero del Segundo
y tan joven
como Palmira,
baja a ayudarnos
a quitar nieve
en zapatos y abrigo
con la bandera de España.
Pese a mis prejuicios,
consiguió enternecerme
durante dos horas
de charla a azadón y pala.
Desde entonces
nos interesamos
el uno por el otro
cuando nos encontramos.
Estos son los perfiles
de las señoras y señores
de mi barrio,
nieve,
huele
o haga 40 grados.
Orgullo de clase.
Gracias y lo siento
a nuestr@s mayores.
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