La desidia,
la fatiga,
el cansancio.
Nadie va a venir
a sacarnos,
ni siquiera
quienes tienes
más cerca.
Esa sensación
enfermiza
autodiagnosticada
cómo depresiva.
Estamos en
nuestro derecho,
pero porque
estamos vivos
si no,
que se lo digan
a los muertos.
Todos los días
elegimos ropa,
mascarilla
y careta.
Resulta insoportable
la incapacidad
de aguantarse
a uno mismo
como para
aguantar al resto.
Salen la culpa,
los excesos
y los fracasos.
La sociedad
del abandono.
Todo lo que nos ocupa
últimamente
cuesta tragarlo
y eso que la mayoría
no estamos entubados.
Pocas alegrías
nos quedan,
lo siento
por los niños
y las niñas.
Nos hemos visto
superados
y no sabemos
salir del paso.
Las secuelas
serán importantes,
porque las habrá,
con todas sus variantes
y en mayúsculas.
Conmigo está pudiendo
aunque me cueste
reconocerlo.
Un día me como
el mundo
y al final
no encuentro bocado.
Otro,
me pierdo en la mierda,
en la niebla,
en el fango,
y lo peor es que veo
que no salgo.
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