Me veo en la obligación
de matizar mis palabras
como lo haría
el político que dimite
por haberse saltado
la cola de vacunación
autojustificando
todas sus acciones.
Pero lo mío no es corrupción, no.
No he pasado
por encima de nadie
ni he puesto
el grito en el cielo
por nada.
Solo he escrito
porque se me da bien
y porque me gusta.
No era un
mensaje de socorro
metido en una botella
a la deriva en el mar.
Ni era una proclama
que pretendía abanderar
el malestar de una mayoría
que tiene ciertas
cosas en común.
Sólo eran sentimientos,
algunos más puros que otros,
otros más estéticos que algunos,
aliñados de nostalgia,
melancolía
y trazas
de naufragio.
Tal y como reportó
un amigo,
era en clave
de defensa
de la salud mental.
Una flecha de crítica social.
Un cóctel de contradicciones
que acogemos entre todas
para no sentirnos tan solas.
Pese al impacto
y la alarma que
he causado
(varias personas
me escribieron
por privado
identificándose
con el relato),
estoy bien.
Claro que me quedan recursos
y por supuesto
que cuento con "mis" personas,
faltaría más.
No quiero perfilarme
como víctima
por la contundencia
de las palabras
y el empaque del texto.
Solo era otro ejercicio
de honestidad
que quería compartir
con vosotras.
Menos mal que os tengo
como lectoras
y como amigas.
A todas.
Gracias y lo siento.
Saldremos.
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