Es extraño y me da miedo.
No sé muy bien
cómo hacerlo.
Encontrarme en
esta situación
dice mucho
y me apena.
Últimamente
me avergüenzan
demasiadas cosas,
pero ésta es
verdaderamente grave,
dramática, significativa.
No quiero que a mi hijo
en un futuro
le pase lo mismo.
No quiero que se
quede en blanco
al pensar en describirme.
No quiero fallarle
en ninguno de los sentidos
a sabiendas
que le fallaré
mediante diversas formas.
Quiero que el día
que quiera escribir
sobre mi
no dude,
con sus cosas malas
y sus cosas buenas,
pero sin parálisis.
Me gustaría
que lo tuviera
meridiano
sin que le temblara
el pulso al escribir.
Que fuera franco
con el perdón de la palabra.
No debería costarme tanto
habiéndolo hecho
con tantas personas antes,
pero no puedo evitarlo.
Es como si una
fuerza invisible
me impidiera
posar la punta
del boli en el papel.
Como si de mi boca
ya no pudieran salir palabras.
Como si mi cerebro
me limitase el pensamiento.
Como si me corazón
se enrocara,
duro y frío.
No solos es
responsabilidad de mi padre,
también es mi responsabilidad
por no haber estado atento
o por haberlo olvidado
como quien olvida
un amor de verano.
Sé que no estoy preparado,
pero me queda poco.
Los últimos años
he desandado
lo que anduve contigo
y no me llevó
a ningún sitio bueno,
a ningún sitio
digno de recordar.
Pero ahora ya estoy situado
para reiniciar el recorrido
desde otras posiciones
más amables
y con intenciones
más sinceras y nobles.
Que a ti no te pase hijo.
Pero si te pasa,
que no haya nada
que te impida dar la vuelta
y reconciliarte conmigo.
_A Elvira Lindo
y su libro
"A corazón abierto"_