domingo, 31 de enero de 2021

Escribir sobre mi padre

 Es extraño y me da miedo.
No sé muy bien
cómo hacerlo.
Encontrarme en 
esta situación
dice mucho
y me apena.
Últimamente
me avergüenzan
demasiadas cosas,
pero ésta es 
verdaderamente grave,
dramática, significativa.

No quiero que a mi hijo
en un futuro
le pase lo mismo.
No quiero que se
quede en blanco
al pensar en describirme.
No quiero fallarle
en ninguno de los sentidos
a sabiendas
que le fallaré
mediante diversas formas.
Quiero que el día
que quiera escribir
sobre mi
no dude,
con sus cosas malas
y sus cosas buenas,
pero sin parálisis.
Me gustaría
que lo tuviera
meridiano
sin que le temblara
el pulso al escribir.
Que fuera franco
con el perdón de la palabra.

No debería costarme tanto
habiéndolo hecho
con tantas personas antes,
pero no puedo evitarlo.
Es como si una 
fuerza invisible
me impidiera
posar la punta
del boli en el papel.
Como si de mi boca
ya no pudieran salir palabras.
Como si mi cerebro
me limitase el pensamiento.
Como si me corazón
se enrocara,
duro y frío.

No solos es 
responsabilidad de mi padre,
también es mi responsabilidad
por no haber estado atento
o por haberlo olvidado
como quien olvida
un amor de verano.
Sé que no estoy preparado,
pero me queda poco.
Los últimos años
he desandado
lo que anduve contigo
y no me llevó
a ningún sitio bueno,
a ningún sitio
digno de recordar.
Pero ahora ya estoy situado
para reiniciar el recorrido
desde otras posiciones
más amables
y con intenciones
más sinceras y nobles.

Que a ti no te pase hijo.
Pero si te pasa,
que no haya nada
que te impida dar la vuelta
y reconciliarte conmigo.

_A Elvira Lindo
y su libro 
"A corazón abierto"_

sábado, 30 de enero de 2021

El desánimo. Parte II

 Me veo en la obligación
de matizar mis palabras
como lo haría
el político que dimite
por haberse saltado
la cola de vacunación
autojustificando
todas sus acciones.

Pero lo mío no es corrupción, no.
No he pasado
por encima de nadie
ni he puesto
el grito en el cielo
por nada.
Solo he escrito
porque se me da bien
y porque me gusta.
No era un
mensaje de socorro
metido en una botella
a la deriva en el mar.
Ni era una proclama
que pretendía abanderar
el malestar de una mayoría
que tiene ciertas
cosas en común.

Sólo eran sentimientos,
algunos más puros que otros,
otros más estéticos que algunos,
aliñados de nostalgia,
melancolía
y trazas
de naufragio.
Tal y como reportó
un amigo,
era en clave
de defensa
de la salud mental.
Una flecha de crítica social.
Un cóctel de contradicciones
que acogemos entre todas
para no sentirnos tan solas.

Pese al impacto
y la alarma que 
he causado
(varias personas
me escribieron 
por privado
identificándose
con el relato),
estoy bien.
Claro que me quedan recursos
y por supuesto
que cuento con "mis" personas,
faltaría más.

No quiero perfilarme
como víctima
por la contundencia
de las palabras
y el empaque del texto.
Solo era otro ejercicio
de honestidad
que quería compartir
con vosotras.
Menos mal que os tengo
como lectoras
y como amigas.
A todas.
Gracias y lo siento.
Saldremos.

viernes, 29 de enero de 2021

El desánimo

Todo lo que nos ocupa.
La desidia,
la fatiga,
el cansancio.
Nadie va a venir
a sacarnos,
ni siquiera
quienes tienes
más cerca.
Esa sensación
enfermiza
autodiagnosticada
cómo depresiva.
Estamos en 
nuestro derecho,
pero porque
estamos vivos
si no,
que se lo digan
a los muertos.

Todos los días
elegimos ropa,
mascarilla
y careta.
Resulta insoportable
la incapacidad
de aguantarse
a uno mismo
como para
aguantar al resto.
Salen la culpa,
los excesos
y los fracasos.
La sociedad
del abandono.

Todo lo que nos ocupa
últimamente
cuesta tragarlo
y eso que la mayoría
no estamos entubados.
Pocas alegrías
nos quedan,
lo siento
por los niños
y las niñas.
Nos hemos visto
superados
y no sabemos
salir del paso.
Las secuelas
serán importantes,
porque las habrá,
con todas sus variantes
y en mayúsculas.

Conmigo está pudiendo
aunque me cueste
reconocerlo.
Un día me como
el mundo
y al final
no encuentro bocado.
Otro, 
me pierdo en la mierda,
en la niebla,
en el fango,
y lo peor es que veo
que no salgo.

domingo, 24 de enero de 2021

Señoras y señores

Filomena
bien podría
ser el nombre
de la vecina del Bajo.
Si con el Covid
la gente quería
un perro
para pisar la calle,
con el temporal
la gente quiere una pala
para salir del paso.

El auténtico drama
de la tercera edad
no es el miedo
a la enfermedad,
ni a la muerte anunciada,
sino el miedo
a la soledad.
Los diversos confinamientos
han cumplido
sus peores pesadillas.
Sentirse sol@s,
aislad@s y marginad@s,
con las únicas interacciones
de subirles una barra de pan,
su ración de medicamentos
o la foto de su biznieto
a dos metros de distancia.

Toda una vida
posfranquista,
una pandemia
y una borrasca
que congelan
sus arrugas,
huesos y sonrisas.

La señora Longina
del número 7
que siempre responde
"Pues vamos, que no es poco",
cuando se le pregunta
cómo está,
nos ofrece almendras
cogidas y cocinadas por ella,
mientras hacemos camino
para que pueda sentarse
en la marquesina
a tomar el sol.

La señora Palmira
también del número 7,
pero del Cuarto
y más joven que Longina,
sale de casa
una hora antes
de lo que acostumbra,
para llegar la trabajo
caminando entre 
aceras de hielo
y carreteras solo amables
con los coches.

La señora Alfonso
y el señor Ramón
del número 11
Bajo Izquierda,
reconocen desolados
por la ventana,
un mundo que
no les acepta.
Por eso
cuando les preguntas
si necesitan algo,
lloran emocionados
avergonzados
de su incapacitante
miseria.
La señora Alfonso
con sus gafas empañadas
siempre en la cocina,
mientras el señor Ramón
sale lento pero decidido
a comprar el pan
y echar la quiniela
con su mascarilla del Betis.
Agradecen la voluntad
y nos dan un billete
para que le compremos
algo al niño
que no necesita.
Pero lo aceptamos
con humildad
acogiendo
lo que quieren darnos
cuando nunca hemos esperado
recibir nada.
Siempre que pasamos
por su ventana
se asoman 
para dedicarle
unas bonitas palabras
al niño.

La señora Gabriela,
del mismo número
que Alfonsa y Ramón,
y tan mayor como ellas
pero del Tercero,
nos grita por la ventana
que no necesita nada,
que tiene pan congelado
y la calefacción puesta.
En condiciones normales
sale a pasear
para despertar la sol
y echar de comer 
a los conejos silvestres
con su bastón huraño
y su abrigo hosco.
Siempre pregunta
por el niño,
que sabe que madruga
tanto como ella,
y por la perrilla,
acordándose de la suya
que murió hace años.
No se le olvida despedirse
mandando saludos
a mi madre.

El señor Emiliano
también del número 11
pero del Segundo
y tan joven
como Palmira,
baja a ayudarnos
a quitar nieve
en zapatos y abrigo
con la bandera de España.
Pese a mis prejuicios,
consiguió enternecerme
durante dos horas
de charla a azadón y pala.
Desde entonces
nos interesamos
el uno por el otro
cuando nos encontramos.

Estos son los perfiles
de las señoras y señores
de mi barrio,
nieve,
huele
o haga 40 grados.
Orgullo de clase.
Gracias y lo siento
a nuestr@s mayores.

miércoles, 20 de enero de 2021

Los conciertos

 La pandemia,
que bien podría pasar
por el nombre
de una banda
de punk-rock,
nos ha robado
demasiadas cosas
sin taparse la cara.
Pero de las cosas
que más echo de menos,
son los conciertos.
Porque con ellos
crecimos
y nos hicimos.
Fechas marcadas.
Lugares en el mapa.
Olores personales
e intransferibles
que se colectivizan.
Gastos de gestión
(por las molestias
de apoyar a la cultura).
Conciertos parados.
Conciertos pendientes.
Conciertos esta noche.
Conciertos digitales
¡venga ya!

Si ha habido un sitio
donde más he compartido,
ha sido en ellos.
Si ha habido un sitio
donde más me he
saltado las normas,
ha sido con ellas.
Si ha habido un sitio
donde más he abrazado,
ha sido sobre ellos.
Si hay un sitio
donde la risa
no caduca,
es aquí y ahora.
AD HOC.

Los conciertos,
esos cuentos
donde aprendimos
a ser nosotras mismas,
sin tapujos
ni remilgos,
con camisetas homenaje
y sudores compartidos.
Los conciertos
volverán a nuestra vida
porque no contemplamos
una vida
sin ellos,
y quien no haya ido a alguno,
ya está perdiendo el culo.

_A todas esas bandas,
artistas y equipos
que nos han marcado_

lunes, 18 de enero de 2021

Como su madre

 "Como su madre"
no es un reproche,
es una suerte
hegemónica
que nos ha tocado
a nosotras.
Lo sentimos
por los perdidos
y los arrepentidos.

Como su madre,
empuja los alimentos
con la lengua
hacia el paladar
para tragar sin filtros,
menos los pellejos,
las pieles
y esos trozos duros
que saben a huesos.

Como su madre,
levanta los brazos,
a veces,
para dormir,
como si estuvieran
lanzando la pelota
a canasta
acertando
en el último segundo.
Aprietan fuerte
la mandíbula
al recordar
las malas experiencias
y las conviertan
en una respiración
profunda.

Como su madre,
confunde palabras
para hacer de ella
algo más bonito
y con el doble
de significados:
- Pamá.
- Mapá.
utilizando la inclusividad
sin ni siquiera
manejar el lenguaje.

Como su madre
con el café,
le dura la tostada
toda la mañana
del sábado
siendo visitada
en momentos de descanso
frente al juego.
A cucharaditas,
se beben el día
con la voz partida
sintiendo la emoción
del momento,
solo nuestro.

Como su madre,
son ciudad
y monumento.
Invierno,
lluvia,
verano,
"banderas sin color",
son M.O.D.A.

Como su madre,
salta con cada
pieza musical,
levitando el ritmo
con el tambor,
reposadas las teclas
del piano,
calientes y rojas
al chocar
las manos.

Como su madre,
sonríe
y se para el mundo
por un terremoto
de carcajadas
y saliva resbalando
por la barbilla.
El afluente que te faltaba.

Como su madre,
dibuja colores
y pinta con formas
para cerrar el contorno,
sin compás,
que nadie tiene completo.

Como su madre,
grita, camina, lucha,
de la misma manera,
igual,
como su madre.

Como su madre,
contiene los tres acordes
de la canción
que compartimos.

La gente dice que es
como su madre
y se disculpan conmigo
por anticipado.
No pidáis perdón,
insensatos.

Menos mal
que es 
como su madre.

sábado, 16 de enero de 2021

Segunda ola

Comunidades
sacando pecho
por cada cama
que se libera
en las U.C.I.S.
Un gobierno
bondadoso
que resulta insuficiente
en lo importante.
Y una ciudadanía
más extinta en lo moral,
que despierta
en lo racional.

Hemos vuelto a perder,
pese a la primera que fue,
y a la tercera que vendrá.
Si hemos aprendido algo,
es que no hemos aprendido nada,
y así,
una y otra vez,
naces,
te deshaces
y te mueres
por covid
o por falta de asistencia,
pero te mueres.
Una guerra
con competencias
transferidas
y "líderes" inservibles.
Maniquíes, manatíes.

Avalancha de datos,
entierros diarios
y un activismo digital
que no respeta
el abecedario.
¿Y los fascistas?
los fascistas nunca fallan,
infiltrados de telediario.
¿Qué tal el ánimo?
Pues depende del día,
ya sabes como
funciona esto,
nos pasarán el recibo,
la factura,
el obituario.

Tenemos casi listas
las máquinas expedendeoras
de vacunas,
abran la caja
los más listos,
los del cotarro.
¿Y los parques?
Cerrados.
¿Y las aulas?
Confinadas.
¿Y los trabajos?
Telemá....
...explotados.
¿Por qué merece
más respeto
un lugar de culto
que un tobogán mojado?
Que me lo expliquen.
Y no llevamos
ni un año.
El virus nos ha puesto
en nuestro sitio,
pero los aplausos
ya se nos han olvidado.

Los  barrios,
los amigos (no todos),
los gritos,
seguirán estando.
Ponerle perímetro
al viento
no nos hará mejores,
como tampoco lo hará
cenar juntos por Navidad.
Malditos.
Hospitales saturados.
Agotadas sanitarias.
¿Y los mercados, amigo?

Esto es un escándalo.
Ayuso,
cáncer, sangre, cárcel,
que los hijos que no tienes
de ti se salven.

Nota de autor: escrito el 26 de noviembre de 2020. Ya vamos por la tercera ola.

miércoles, 13 de enero de 2021

La nieve

La nieve nos viene
con la pereza
de reincorporarse
al curro.
Es agradecida
hasta para eso.

Que nieve entre
un ejército
de edificios,
aceras grises
y gente apagada,
no es nada fácil.
Por eso es motivo
de alegría.
Por eso es lógico
que todo el mundo
quiera hacerse un selfie.
Porque por alguna razón,
quizá por su exclusividad,
cuando nieva
todo el mundo
se entusiasma.
Incluso para los que
no tengan luz,
como los de la Cañada,
jugarán unos minutos
descafeinando su drama.

La nieve que cubre
los árboles,
las lunas teñidas
de blanco,
el paraguas
que amortigua
las precipitaciones
sacudiendo las penas
de los humanos.
Las bolas,
los muñecos,
las huellas.
Las fuentes heladas
y pisadas resbaladizas.
Unas horas de alivio
para sentir el frío real
en tu cara.
Si la nieve fuera negra
y no fuésemos
racistas...
...¿os imagináis?

La última vez
que vimos la nieve,
fue el día
que nos despedíamos
de la ciudad
de Edimburgo
en marzo de 2018.
Todo era mucho
más amable que ahora.

Mi hijo no quiso
bajar al parque a jugar,
porque incluso
a la nieve
se atreve a
no blanquearla.


Nota de autor: escrito el jueves 7 de enero de 2021

lunes, 4 de enero de 2021

Lo que no podrás quitar

Podrás matarla.
Podrás maltratarla.
Podrás hacerla sufrir.
Podrás hacerla la vida imposible.
Podrás joderla en vida.
Lo harás por el simple hecho
de ser mujer.
Pero lo que no podrás
hacer jamás,
es tener el conocimiento
de cómo suena su voz
por dentro
aunque eso
no nos sirva de consuelo.

Hijo de la grandísima puta.
(Es la última vez que escribiré
el insulto en femenino)