Otra vez Diciembre.
Mi nuevo mes
preferido
desde 2018.
El mes de las llegadas
prematuras.
El que nadie
se esperaba
cuando
sin embargo
todo el mundo
te esperaba.
El mes hipotético
del frío
de la nieve
y las luces.
Pero frío
más bien poco,
nieve ninguna
y luces privatizadas.
El mes de las vacaciones
y las tradiciones.
El de los aniversarios
de los pródromos.
El del primer cumpleaños
sin parque de bolas,
plásticos
y desmerecidos regalos.
El color de las hojas
en Diciembre
reúnen las condiciones
perfectas
para la simbiosis
de dos estaciones.
El reparto de cenas,
papeletas
y del tiempo
que recuperar
(quién pueda).
Las previas,
las sobremesas
y las ausencias
por borrachera.
Sin duda gente
a la que deseas ver
y gente a lo que no deseas
ninguna Navidad.
Diciembre también es eso.
Cal y arena.
Bonitas playas
o piscinas con lona.
Reyes que nunca llegan
o reyes que nunca
nos han dejado elegir.
Villancicos en Diciembre.
Diciembre pandereta.
Cestas de supermercados
criminales.
La llegada del Niño.
La tripa gorda
de Papá Noel.
El vestido
de la Pedroche.
Diciembre cuñado
con grandes colas
para ver el
Portal de Belén
del Ayuntamiento.
Pero nadie ve
los portales
con familias
¿Y cuánto ver?
¿Cuántas asesinadas
habrá en Diciembre?
No pasa nada
mientras haya
uvas y cava
para brindar.
¡Diciembre!
Me quedo con lo bonito,
desecho lo que no me gusta
y critico lo que nos han impuesto.
Ahora bien,
celebro la vida,
la familia
y el hogar.
Y sí,
lo haré en Diciembre
pese a todo
y por encima
de todas las cosas.
Por él.
Nota de autor: escrito el Lunes 2 de Diciembre de 2019.
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