martes, 21 de enero de 2020

Los enamorados de Atocha

Al entrar
en la Estación
siempre les veo
en el mismo sitio.
Siempre es la misma hora.
En la puerta de emergencia
donde nadie
puede molestarles
para poder escapar
los primeros.
En el suelo,
encajados,
parece que la pena
nunca les llega.
Y  me alegra.
Les envidio.

Les sitúo
a finales
de bachillerato
o a principios
de universidad,
no lo tengo claro.
En todo caso
tienen parte
de adolescentes.
Hablan y se miran
con inocencia
sin ápices
de fracasos.
No cambian
sus pasiones
por mucho
que los miremos.
El mundo es para ellos.
Lo dicen sus sonrisas.
Ni el paso
de los seguratas
aplacan sus emociones.
Qué valientes
no jugar
al disimulo
ni disfrazarse
de algo que no son
por lo que podamos
pensar el resto.

No sé si yo
fui así
alguna vez,
pero me gusta.
Me reconforta.

Justo encima
tienen el marcador
de los trenes
con los minutos
que quedan
para que lleguen;
y me pregunto:
¿cuánto tiempo les quedará a ellos?
Ojalá y siempre.
Ojalá eterno.
Se lo merecen.
Ahora lo sé.
No quiero dejar de verlos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario