abate
al pajarillo cantor
que todavía
no sabe volar
pero que grazna
con una experiencia
inverosímil.
El tacto
libertario
de dejarse caer
hasta que encaje
la flor en el tallo.
La paciencia
norteña
del saber estar,
la bondad
y el compromiso.
Te acoge
seas piedra,
agua
o viento.
Lo lleva
en la sangre
y en los restos
de su barba.
La prudencia
de respetar
tu movimiento
pese a la incomodidad
que pueda suponer.
Procuró
aquel gran hombre,
a tus dos meses
que durmieras
por primera vez
del tirón,
proporcionándonos
el regalo necesario
del descanso.
No pidió nada a cambio.
Así es él.
_A Joseba,
nuestro Rey del Norte_
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