Dejarles dormid@s,
intrínsicamente,
trae consigo
una buena
y mala noticia.
La buena
es la paz
del silencio,
los sueños
y la armonía.
La mala
es la inexistencia
de una despedida
desgarradora
donde explicar
que más tarde
acabarás
volviendo.
Sea como sea,
la lucha
encarnizada
del abrazo,
la mirada
y el cuidado,
está defendida
con ahínco.
Se demuestra
por tanto
que el instinto
existe,
y que funciona,
capaz de soportar
cosas que nunca
creíste posibles.
Por amor,
por ovarios,
por mil razones.
Cuando me voy
y chirría la puerta
al cerrar,
me rompo
un poquito
hasta que
me acuerdo
que la dualidad
entre una madre
y su hijo
es una ecuación
que solo saben
resolver ell@s.
Y ganamos.
Ganamos todas.
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