La cárcel
sin barrotes,
mi condena
a muerte,
la que elijo
y persigo
deliberadamente.
Los felices
delinquimos
con una
intención
tan oceánica
y amplia
como la locura.
Locura la de verte,
la de formar parte,
la de integrarte.
Imposible
escapar
de sus redes
marineras;
imanes
los miembros
que siguen
cuerdos,
dichosos
ellos
y ellas,
mis cadenas,
El catre,
la letrina,
ventana fugaz
sin esquinas
con vistas
al deseo
de su cuerpo,
encerrado
con la llave
echada
por dentro.
Reo voluntario
del experimento
improvisado
de un sistema
forjado
donde el mapa
es La Kuadrilla
y la capital
es la misma.
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