que no le guste la música?-. Me pregunta.
La miro y la envidio
en clave de sol
por su capacidad
de reflexión,
por sus conclusiones
melódicas,
por su presencia
armónica.
De noche la sueño
en partirura
y la dedico
mi orquesta,
¡mi directora!
La escucho
en aleatorio,
en bucle,
repetidas ocasiones.
Me la aprendo
y la canto
en susurros
para no desafinar.
Instrumentalizo
el tiempo
con acordes
universales
para que no
se me olvide
nunca,
que las canciones
no tienen muerte,
que la canción,
es posesión
inequívoca.
Recuerda que todo es
susceptible de
ser escrito,
así que sigue preguntando
que yo te contesto:
- No, no puede existir
nadie al que no
le gustes (un montón)-.
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