En diciembre
nada es gratis,
ni siquiera
los reencuentros,
las cenas
y mucho menos
los besos.
Las humanas razones
se olvidan,
se contradicen
emocionales
a lo que un día
juramos
no volver a hacer.
El mes de la alegría,
la ilusión
y la redención.
No es que
no me guste,
pero tampoco
lo espero
apetente.
El frío,
positivo
en estos tiempos
de humo,
nos recuerda
que seguimos viv@s,
pero...
a qué coste.
El mes del "Nacimiento",
las fiestas
y los regalos.
Demasiadas luces
que no llegan
a alumbrar
hogares vacíos;
sus ventanas oscuras,
se mueren
de envidia
cuando miran
hacia fuera.
El mes de
la felicidad,
de la infancia
y los buenos vestidos.
El mes que te falta,
el mes que me sobra.
El mes anhelado,
el de los deseos malditos,
incumplidos
por once meses más
que caen en saco roto.
Diciembre en pena
por la familia
que nunca llega,
por l@s exiliad@s
y l@s comunes,
por los turrones
abandonados,
rancios y secos
en bandejas de plata
que permanecen
en mesas
donde sobra sitio.
El mes del
balance
y del equilibrio,
el mes que
hace un año
lo cambió todo.
Por eso me propongo
hacer justo
lo contrario
a lo que he escrito.
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