Los viajes CONSISTEN EN desayunar tres veces y destrozar catedrales. Perderse con el coche y arrugar los mapas. Llevarte ropa que no verá los monumentos. Irse de algún bar sin pagar. Sentir que por una vez nadie te conoce. Fotografiar calles estrechas y recorrerlas una y otra vez. Hablar con el artesano sobre sus productos y buscar el mirador más alto. Follar sin mirar el reloj. No llegar a la hora de visitas. Llevar siempre agua en la mochila. Dejarse crecer la barba y compartirla con rincones cutres. Sorprenderte con alguna esquina y desbalijar la Oficina de Turismo. Grafitear la fachada del Ayuntamiento y sentarte en el centro de la Plaza del lugar. Recorrer distancias que creías que iban a ser más largas acostumbrados a la capital. Pasar calor de día y morirse de noche. Explotar ampollas y leer carteles en otro idioma. Llevar siempre gorro y acertar con el sitio donde comes. Que no falte el "café con hielo y sacarina por favor". Desilusionarte con lo que te habían recomendado visitar y hacer como si fueras un reportero gráfico profesional. Darse la mano en calles que todavía no nos conocían. Que el cigarro sepa distinto y arroparte, sea necesario. Acordarte del último viaje. Tropezar por allí donde vayas. Preguntar señas y no enterarte de nada para acabar asintiendo con la cabeza. No entregar la llave del hotel. Sentarse a descansar y desviar las llamadas que te recuerdan el inminente retorno. Salir despeinado y olvidarte aquella cosa tan imprescindible encima de la cama. Dejar que te adelantes para mirarte el culo. Hablar de la arquitectura como si fuéramos unos entendidos. Dejar alguna propina y mirar mal a dos o tres camareros. Hacer cosas prohibidas en las iglesias. Que te pregunten por cómo se llega al Museo Marítimo y darle indicaciones sin tener ni puta idea. Criticar alguna que otra tradición e intentar emular otras. Que llueva justo cuando no tenía que llover. Investigar los suvenirs casi obligatorios. Encontrarte con algún conocido y decir -"Este mundo es un pañuelo macho"-. Dejarte las gafas de Sol en algún sitio. Probar el vino de la tierra y brindar por los próximos viajes sin haber terminado este. Perderte el partido de Liga porque estás de excursión por su cuerpo. Sentirnos dueños terrenales y sonreír sin decir nada. Comprar marcapáginas. Tirar una moneda a la fuente y pedir un deseo. Pactar volver en 10 años. Ver en las carteleras de los cines películas que en tu ciudad ya están en DVD. Hartarte de bocadillos. Poder ver estrellas de noche y no echar de menos el Metro. Confundirte de itinerario. No cagar en una semana. Tomar un Ibuprofeno cada 8 horas, si mucho dolor, alternar con Paracetamol. Fumar en la habitación no acondicionada para fumadores. Hacerse la foto típica aunque sea fea de cojones. Juntar las dos camas para que sea de matrimonio (esa misma que creías haber contratado). Ver muchos pies con calcetines y sandalias ¿?. Que se te olvide cenar y comprobar que allí no existen los Telediarios. Bailar de forma inesperada. Saludar muchas veces y no despedirnos ninguna. Que se tuerzan los planes y de repente descubrir que eres una persona con recursos (sociales, no económicos). Alquilar una bici. Mear en el mar y que a los dos meses te salga una china de arena de la oreja. No encontrar aparcamiento ni sitio para la sombrilla. Dejarte el Abono de Transportes en el cajón. Dibujar en la arena nuestros nombres y la fecha. Utilizar a los policías locales como los perfectos guías. Ir a ver el mismo tipo de edificación que nunca fuiste a ver en tu ciudad. Emborracharse, un poquito. Darte un capricho. Que la piel cambie de color. Sentir la magia y vivir con intensidad. Que no te de vergüenza nada. Maldecir a la almohada que no echaste en la maleta. Hacerte el interesante en los Restaurantes. Escupir a las banderitas. Convertirte en un historiador improvisado. Inevitablemente comparar. Pintarte los labios por ser una ocasión especial. Estrenar algo. No tener suficientes toallas cuando salgas de la ducha. Cagarte en dios (en minúsculas) de vez en cuando. Quererla como nunca la habías querido. Comprar tiritas en la Farmacia. Lucirte en top-les. No leer ni una sola página del libro que te llevaste pero, sin embargo, ESCRIBIR MUCHO. Guardar los tickets para luego seguir aumentando el Cuaderno de Viajes. Que te de un golpe de calor o abrigarse como si estuvieras en Siberia, sin nivel intermedio. Hacerse el tonto y tener ganas de discutir con el que está delante tuyo esperando en la cola. Apostarse algo a las cartas. Rodearte de la Naturaleza de la que no dispones a kilómetros de tu ciudad. Sufrir algún percance y sentir miedo para luego reírnos en el resumen que hacemos todas las noches. Ponerte el vestido que sólo te pones en el extranjero. Dejarte llevar y encarcelar las preocupaciones. Que madrugar sea lo mismo que no acostarse, y que las piernas tiemblen. Pensar en que no habías visto tantas cuestas en tu puta vida. Comer un helado de tres bolas. Volverte un intrépido en la cama. No seguir necesariamente un orden. Odiar los suplementos de las terrazas. Meter la cabeza debajo de la fuente. Pedir la carne muy hecha y que finalmente se le vea la sangre (-"Ábramela en mariposa ¡Leches!"-). Despistarte y tutear a la gente. Saltarse los protocolos y condenar a muerte a la mochila. Pedir a recepción que te lleven el desayuno a la cama aunque no oferten ese servicio. Ser un copiloto de puta madre. IR CONTIGO PORQUE SIN TÍ NO SERÍA LO MISMO.
En esto y mucho más
consisten los viajes.
(Aclarar que voy
camino del trabajo)
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