lunes, 28 de septiembre de 2020

La balada del Pisuerga

 Cuando llegamos,
mi padre
nos estaba esperando
en el portal.
Ver al abuelo
es como comer
tu plato favorito,
como encontrarse
un parque por sorpresa,
es como el cuento
antes de dormir.

Aquellos días
dormimos
con el río
dentro de la habitación.
El sonido
de la corriente,
las piedras descubiertas
por el poco caudal,
peces, patos y sapos
llamando al despertar.
Cervera,
el puente
y la familia.
Las montañas palentinas
nada que envidiar.

Por fin vimos,
olimos
y fotografiamos 
vacas,
nuestro animal favorito,
nuestro apellido por relatar.
Una casa del Norte
que pudo ser.
Bailar con l@s abuel@s.
Jugar con la bibuela.
Descubrir un caballo al galopar,
coger el suyo de juguete
y empezar a simbolizar.

Brañosera
y el oso de madera,
primer pueblo español.
El berrinche de Aguilar,
las ocas y el paseo.
El Parador en lo alto
cruzando la presa,
horizonte por llegar.
El mirador de Piedrasluengas,
el arco iris 
y su mar de árboles.
El eremitario rupestre
para hacer botellón.
La iglesia de San Salvador
un euro la entrada.
El zumito en el campin
donde empezaba
la senda del oso
hasta el molino hidráulico.

Son algunas de las cosas que hicimos,
algunos de los lugares que visitamos,
siempre acompañadas,
esta vez por nuestras mayores
hasta que los huesos aguanten.

Doy por terminado
el ciclo de baladas
de este verano.
Que nos lleguen
pronto las siguientes
y me queden fuerzas
para escribirte.

_A mi familia_

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