El abrazo
del reencuentro.
Dan igual las horas.
Es indiferente
que hayan pasado tres
o doce.
Denota la misma intensidad.
Te lo recordaré
cuando llegues
a la adolescencia
por si quieres
volver a ellos.
Separarse
implica
pérdida.
El sistema
y la cultura
lo refutan.
Y mis sentimientos
personales,
lo interpretan,
si soy capaz
de soportarlo.
Las horas
no cuentan
mi jornada laboral,
ni la "tuya",
sino que contamos
el incontable tiempo
de ausencia
de contacto.
Por eso,
durante el camino
de vuelta,
no existe
nada más
que el imaginable
momento
en que abres
la puerta.
Esos minutos
que pasan
y hacen
que sientas
que es tarde,
que nunca
llegas a tiempo.
Porque el tiempo
nunca será
suficiente.
Siempre
será mediocre
para todo
Lo que le exigimos.
siempre se
quedará a medio
camino
de todo lo
que le pedimos.
Por eso
no rogamos
en las iglesias,
porque
no hay nada
más traicionero
qué decirle
al tiempo
que tiene dueño.
Infinito, dios, eterno.
Concepto
que empieza
a matarnos
desde que nacemos.
Menos mal
que me quedan
estos abrazos.
Con qué fuerza,
con qué memoria,
cin qué resistencia
día a día
nos reencontramos.