morena,
con ojos verdes,
un verde esmeralda
que se mudó
a La Meseta
a conquistar un barrio
hace más de
cuarenta años.
Luchadora y
sufridora
por ser mujer,
por ser madre.
Quien no se pare
a saludarla
cuando se la cruza,
es que no sabe
en qué mundo vive.
De paso lento
y corazón ardiendo,
grita mucho
para desahogar
su jornada
interminable
de los últimos años.
Es gris al vestir,
por eso,
quizá,
sea mi color favorito.
Tiene los huesos rotos
con más de
medio siglo
que se le queda corto
para todo
lo que tiene
que ofrecerte.
Su generosidad
abarca todo
lo que toca,
por lo que se
produce un
efecto de contagio
en un entorno
maravilloso
rodeado
de contradicciones
y escalones.
Salieron de su flor
dos frutos
inconclusos
que a día de hoy
siguen formándose
gracias a ella
en el respeto,
la confianza
y la dignidad.
Maestra del campo
entero
quema maleza
regando la vida
de sonrisas
y lágrimas.
Hermana,
hija
y madre
de gatos
y salvajes
de los que todos
se hace cargo.
Ella es mi
"sacristía",
lugar donde
aprendí a
vestirme solo
y donde guardé
todos mis tesoros.
Después de mí,
volvió a ser madre
cuando cumplí ocho
y más tarde,
cuando cumplí
diecisiete,
porque su arte
no le viene
heredado,
pero su ejemplo,
debería ser
estudiado.
Siento los
disgustos
que te he
acarreado,
pero sobretodo
te agradezco
el que me hayas
contado
que nunca
te he decepcionado,
porque eso
deberían ser
l@s hij@s,
eternos niñ@s
llenos de cuidados.
Ojalá y no te mueras nunca,
pero cuando pase,
que tus pasos
oceánicos
me arrastren
a tu regazo.
_A mi Madre Isa_
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