Por "defecto profesional"
se mantienen
mis manos secas,
en tensión
revolucionada.
La dureza
que requiere
el sujeto
de mi objeto.
Mantiene viva
la llama
el callo
que roza
la herramienta
que legitima
lo que tiene
que ser contado.
Así, después
de muchos años,
reproducimos
un ritual
que nos hace
seguir siendo
los mismos
de siempre.
El callo
mutilado
no cicatriza
porque nació
para eso,
para morir
combatiendo,
sin descanso,
sin tiempo
que perder,
sin más
propósito
que el de
retratar
el reflejo
de los que no
ven más allá
de su ombligo.
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