La despedida.
Un autobús.
Tres paradas de Metro.
De nuevo un autobús.
Ocho horas de trabajo
(quizá nueve).
Otro autobús.
Otras tres paradas de Metro.
De nuevo otro autobús.
Cuatro o cinco horas de espera.
El reencuentro.
El abrazo.
La paz.
Y así
nos desgastamos
entre diario
no siendo yo
el peor parado
mientras llega
el fin de semana
que nos colmará,
tranquil@s.
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