La del país de las maravillas

No es una jefa más.

Es la jefa 
de las obreras,
de la colmena,
feminismo 
en vena.

Me recogió 
del fango.
Me lavó 
las manos
y la cara,
me abrillantó.
Me posibilitó.

Me puso en mi sitio
y proyectó
el impulso
del futuro
que buscaba.

Mi primera
y mi última jefa,
no habrá otra,
mi amiga,
mi compañera,
mis cordones,
sus cojones.

Cierro el círculo
con la última
de La Kuadrilla,
la primera
del inicio
de nuestros días.

Mi nación, 
mi patria,
confío
en tus ojos,
me arropo
con tus hoyuelos,
me refugio
en tu regazo.

Fuiste
mi conejo blanco
con reloj
de bolsillo;
mi gato
recostado
en lunas;
mi reina
de corazones;
mi oruga
empapada
en humo;
mi fiesta
del té;
mi sombrero
esquizofrénico;
mi Alicia,
mi octava maravilla.

Compartimos
lecturas
y ganas,
ganas de
escribirle
ocult@s
a la vida.

Que no haya un lugar en el mundo que no recorras.
¿Nos vamos ya de Gala?

Lo que mal y que bien

Lo que mal empieza
puede que acabe
de buena forma,
pero lo que bien
empieza,
no tiene por qué
ratificarse del
mismo modo,
ya que nos vemos
envuelt@s
en una azarosa
suerte
que decide 
por nosotr@s.


Y de eso va
esta historia:
de las cosas
que albergamos
que deberían
ser contadas.

Te animo.

Regidora

Regentas
el poder
de transformar
las palabras.
Nos gustas
y nos gusta
la forma
que tienes
de pronunciar
la palabra
"vida",
sin despeinarte,
sonriendo,
haciéndote cargo
de la responsabilidad
que conlleva
ser una misma,
expuesta
y transparente
al circo artificial,
dando ejemplo,
aplaudiendo
a pelo
la bondad.

Susurras 
calor 
con tu voz
mientras nos
envolvemos
en tus
finos dedos
acariciando
amablemente.
Haces música,
malabares,
manualidades
con el único
propósito
de regalarte
ajustada
a nuestras 
necesidades.

Incansable,
insaciable
nunca barres
pá casa,
porque
enamorada
de lo ajeno,
conquistas
anónima
todo lo
desconocido
que ansiaba
ser descubierto

La punta de lanza
que defiende
su Kuadrilla
a la vanguardia
de tus seguidores,
los cobardes
que no nos atrevemos
a ponernos
delante
por falta 
de enfoque,
por ausencia
de empuje.

La regidora
del espectáculo
que acontece
al vernos,
que organiza
y dispone
el lugar
que nos corresponde.

_A Regi_

Iconoclasta

A mi edad,
recorro
iconoclasta
los días
de culto.
No lo he
conseguido
todo,
pero vivo
más colmado
que angustiado.
La mochila
me revienta
de historias
que aún no
han sido
contadas.
Testigo
del odio
y el amor
con la misma
fuerza
que al parir
grita
la madre.
"Con más
vicios que
virtudes"
acompaño
a mis amig@s,
obsequio a mis
familiares.

Deseo 
la firma
con pintalabios
en el espejo.
Deseo el
amanecer
gris
y despertar
abrazado.
Deseo 
el campo, 
la luna, 
la tierra,
la revolución 
de la era.
Deseo 
la estancia
donde reside
la felicidad
con jornada
de puertas abiertas.

Cerrar los ojos,
soplar las velas
y no pedir 
el deseo
porque 
fue cumplido
hace tiempo.

Hoy,
a mis 29,
no apagaré el móvil.

País absuelto

Un país
que absuelve
infantas
mientras condena
la infancia de sus gentes,
no es un país,
es un rancho.

Un país
que absuelve
a las eléctricas
mientras condena
a la sombra
sus hogares,
no es un país,
es suburbia.

Un país
que absuelve
a la contaminación
mientras los árboles,
su tierra,
su campo
se pudren,
no es un país,
es cementerio.

Un país
que absuelve
águilas y gaviotas
mientras corta las alas
de los albatros
y halcones,
no es un país,
es cárcel.

Un país
que absuelve
a policías
mientras l@s militantes
de la vida
son oprimid@s,
no es un país,
es circo.

Un país
que absuelve
a la élite empresarial
mientras encierra
a sus trabajadoras
en jaulas
para ser explotadas,
no es una país,
es cloaca.

Un país
que absuelve
a machistas
mientras criminaliza
la pedagogía
feminista,
no es un país,
es fango.

Un país
que absuelve
a corruptos
mientras defenestra
la cultura,
no es una país,
es blindada
institución.

Un país
que absuelve
a obispos
mientras
politiza
el terrorismo,
no es un país,
es sacrilegio.

Un país
que absuelve
al capital
mientras asedia
a su pueblo,
no es un país,
es falacia.

Un país
que juzga
sin causa probable
merece
odio y violencia
para ser resuelto.

Marchando

No me gusta
la gente
que hace ruido
al caminar
con afán de
protagonismo
por canales
indirectos.

Tampoco
me gusta
los que andan
deprisa
o los que lo hacen
muy despacio;
los que se cruzan
o los que se paran
de repente.

No me gustan
las zancadas 
cortas,
ni las uniformes,
ni las que 
no se salen
ni un centímetro
del patrón.

Insisto, 
no me gusta
la gente
que hace ruido
al andar
aislando
el sonido
natural 
de las calles.

Pasear debería
ser dibujar
trazos
en contra 
del destino,
escribir poesía
con palabras
que ni siquiera
sabías que existían,
mirar 
el horizonte
al que te
resignaste.

Si por casualidad
te das por aludido
con alguno 
de los argumentos
que te he proporcionado,
ya tienes motivos
suficientes
para no caminar
a mi lado.

Tres segundos

Suelen durar
3 segundos
los audios
que informan
del regreso
de la reina
a su reino.
L@s "Marianistas"
(anti-Brey)
esperamos
hincadas
las rodillas.
Fue quien
erradicó
la ley sálica
y ahora 
somos los
hombres barbudos,
los animales peludos,
sus vasallos.
Suprimidos
los impuestos
y las murallas,
el castillo
se construyó
humilde
en la periferia.
Somos ilustrados,
creyentes científicos
exiliando a dios
del centro
del universo
a favor del
populismo
rebelde
del sentido común,
donde el
mundo de los más
redistribuye
riqueza
por igual.

Sonrisas digitales

Harto de reír
más
con emoticonos
que con la
mandíbula,
anhelo
la inspección 
exhaustiva
del cara a cara.
El reto de
las comisuras
y las curvas,
el matiz,
el detalle.
La sensación
de recibir
un disparo
a quemarropa.
Sentir el
penetrante
fluido
de la emoción,
donde no se
pueda disimular
porque estás 
siendo observado
de frente,
donde no se
pueda engañar
porque puedes
tocar la
realidad.
El sabor de 
probarte
con la mejor
de las intenciones.
El sonido 
de la carcajada 
contagiosa.

El gesto
inconfundible
de mirar
y saber la verdad.

Vividores

¿Vivir la vida?
Y una polla.

Desde que naces
empiezas a morir.
Puto trámite
del tránsito:
sientes,
odias,
te gusta,
la odias,
o todo al mismo tiempo.

Te cuesta
toda la
puta vida
afinar la guitarra
como para
dejarte llevar
borreguil
y espantapájaros.
Cada uno tiene
sus parámetros,
pero déjate
de tópicos
y demuestra
de verdad,
que no vives
muerto.

Los mecánicos días

La despedida.
Un autobús.
Tres paradas de Metro.
De nuevo un autobús.
Ocho horas de trabajo
(quizá nueve).
Otro autobús.
Otras tres paradas de Metro.
De nuevo otro autobús.
Cuatro o cinco horas de espera.
El reencuentro.
El abrazo.
La paz.

Y así
nos desgastamos
entre diario
no siendo yo
el peor parado
mientras llega
el fin de semana
que nos colmará,
tranquil@s.

Valle

Yo pasaba los ratos en un valle casi vírgen. Los que de allí éramos pisábamos la hierba húmeda sin prohibiciones. Ingenuos aquellos días en los que crecíamos sin saber a dónde, sin cauce posible. Respetábamos el entorno como adolescentes que éramos, malvados-inocentes, tumbados/despertados. El presente nos bastaba. 

Un día, con paso agigantado, a lo lejos, tanto que casi ni podía verse, apareció el pico de una montaña sin descubrir, inmaculado. Me extrañé ante tal novedoso suceso. Y algo cambió en mi. Me hice mayor a bote pronto y lo comprendí; vivía acomodado en mi valle de lugares entrañables sin limitaciones para nadie.

Emprendí el camino hacia lo desconocido. Por primera vez, con los ojos vendados, abandoné mi zona de confort con una mochila vacía expectante de aventuras exclusivas. Poco a poco, tras el acercamiento, la gran montaña se dio cuenta de mi existencia. Rebajó su pendiente, quitó las piedras y podó sus árboles para dejarme ver el cielo, el último de los guías cuando ya no quede Tierra. Hice el esfuerzo más grande de mi vida, tanto, que me asustaba con el avance sin la posibilidad de retorno. Hasta que llegué. Me vi inmerso por el punto más alto y puro del mundo. Sabía que no volvería a ser el mismo y acogí con un abrazo y dos susurros el regalo de todos los tiempos.

Desde entonces me sitúo privilegiado con vistas a la belleza natural que me proporciona la montaña. Vemos junt@s, lejano aquel valle al que jamás volvimos, sabiendo que allí empezó todo y al que le debemos, de vez cuando, miradas cómplices de lo que quisimos construir y ahora somos.