Entró en escena "el hombre del bigote". Colocó unas velas como frontera entre los que iban a dar y los que íbamos a recibir. Luchó insaciable contra el micrófono que se resistía a ser usado por los ROMÁNTICOS y bromeó, de vez en cuando, quizás, para aplacar sus nervios.
"El hombre de la isla" fue el primero en deshacerse de su egoísmo. Con acento extraño, nos contó que sólo se veía capaz de escribir mientras volaba de un cuerpo a otro, o a lo mejor dijo ciudad...no logro recordarlo. El próximo Lunes cumpliría 4 años de la primera vez que pisó Madrid, sin saberlo, para quedarse dejando huérfanas a sus 6 hermanas.
Luego llegó el turno del "hombre del pañuelo en la cabeza". Éste medió sin protocolos y con cerveza en mano. Se folló con la mirada a cada una de las mujeres del público, y algunos como yo nos corrimos con su dialéctica. Más tarde, tras el sexo, compartimos un cigarro. La palabra adecuada en el momento preciso. Era el más veterano, y por ellos el más valiente caradura y desvergonzado (con admiración). Sus historias, lo son, porque hace años dejó de contar cuentos; lo son, por su voz apretada; lo son, por ser el poeta pirata que surca los peores bares.
Lo siguiente fueron los fuegos artificiales. "El hombre de la nariz" se destapó del Invierno. Vino como siempre confiado pero humilde. -os quiero mucho- dijo. Emocionado desde el primer día que pisó un escenario, le tocaba recitar. sus poemas, que de memoria se sabe, no son más que el preludio del marcaje que le hacemos. Él lidera a su panda de amig@s y a su banda de músic@s por mucho que siempre prefiriera a los segundones. Con sus "Continentes" dejó claro que Asia no cabía en su libro. En el tramo final se llenó de valor, cogió su guitarra y nos contó las cosas que pasarían durmiendo junto a él. Se despidió con "Carita de tonto".
El último quiso ser "el hombre de las pausas", aquel que ponía los puntos en el renglón perfecto. Sus frases tóxicas, sus preguntas retóricas. Una voz tenue y penetrante. Ropa excesivamente usada. Prosa cuidada. el más joven de los poetas impartió una clase magistral, de esas en que los expertos no saben esconderse tras la comparación.
AQUELLA NOCHE COSTÓ MÁS DE DOS EUROS.
Ni benditos ni malditos,
símplemente ABRIL.
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