jueves, 23 de julio de 2020

Flashes en el salón

La única estación 
del año enemiga
lleva haciendo
estragos
tres noches seguidas.
Verano.

Dormir forzosamente
en el salón
es como un exilio
cuando escapas
del opresor
en alas de libertad.

Esa noche llegó 
a su fin
a las 5.50.
Me despierto
agarrotado,
sin sueño
y con la sensación
de haber descansado.
El cachorro duerme.
El motor
del ventilador
de techo
no ha tenido tregua.
Pienso en una taza
desbordada de café
y en el único
tiempo personal
que le exijo 
a mi rutina.
Esos minutos
donde solo
escucho
el sonido ambiente
y me regocijo
en mis necesidades.

De repente
se ilumina el salón
y pienso que son
imaginaciones mías.
Como si de una serie
cíclica
de contracciones
se tratara,
el salón vuelve
a iluminarse impío
a la conciliación
del sueño.
Comprendemos entonces
que no son vecinos
fisgones haciendo
fotografías
en lugares y horas
prohibidas.
Y digo que comprendemos,
porque el único Juez
al que llevaría 
a mi revolución,
le ha pasado lo mismo.
Con esa conexión gemelar,
nos escribimos
a última hora de la noche
o a primera hora de la mañana,
según como se mire.

Intercambiamos impresiones
y compensamos la carencia
de echarse de menos
y el esfuerzo
por cuidarnos
más de lo que 
nos demostramos.
De eso estuvimos
hablando en 
la última quedada,
de tenerse en cuenta
y de agradecer 
la presencia;
de coger la iniciativa
y mantenernos
aguerridos
en lo de querernos.
Creo que todos
llevábamos razón,
solo nos faltaba
compartirlo.

El caso es que
tuvimos diez minutos
de respiro
donde cogimos aliento,
nos desperezamos
y materializamos
las intenciones
durante la tormenta
de Verano.

_A Hakam de noche y de día_

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