del año enemiga
lleva haciendo
estragos
tres noches seguidas.
Verano.
Dormir forzosamente
en el salón
es como un exilio
cuando escapas
del opresor
en alas de libertad.
Esa noche llegó
a su fin
a las 5.50.
Me despierto
agarrotado,
sin sueño
y con la sensación
de haber descansado.
El cachorro duerme.
El motor
del ventilador
de techo
no ha tenido tregua.
Pienso en una taza
desbordada de café
y en el único
tiempo personal
que le exijo
a mi rutina.
Esos minutos
donde solo
escucho
el sonido ambiente
y me regocijo
en mis necesidades.
De repente
se ilumina el salón
y pienso que son
imaginaciones mías.
Como si de una serie
cíclica
de contracciones
se tratara,
el salón vuelve
a iluminarse impío
a la conciliación
del sueño.
Comprendemos entonces
que no son vecinos
fisgones haciendo
fotografías
en lugares y horas
prohibidas.
Y digo que comprendemos,
porque el único Juez
al que llevaría
a mi revolución,
le ha pasado lo mismo.
Con esa conexión gemelar,
nos escribimos
a última hora de la noche
o a primera hora de la mañana,
según como se mire.
Intercambiamos impresiones
y compensamos la carencia
de echarse de menos
y el esfuerzo
por cuidarnos
más de lo que
nos demostramos.
De eso estuvimos
hablando en
la última quedada,
de tenerse en cuenta
y de agradecer
la presencia;
de coger la iniciativa
y mantenernos
aguerridos
en lo de querernos.
Creo que todos
llevábamos razón,
solo nos faltaba
compartirlo.
El caso es que
tuvimos diez minutos
de respiro
donde cogimos aliento,
nos desperezamos
y materializamos
las intenciones
durante la tormenta
de Verano.
_A Hakam de noche y de día_
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