sábado, 16 de mayo de 2020

Otro sector ambiguo

Que la educación
sea un sector precarizado
no es noticia.
Que además la etapa
de infantil se minusvalora
tampoco es algo nuevo.
Y por supuesto
que el 0-3
es una mera herramienta
de conciliación
para el sistema,
pues tampoco es que
abramos ningún melón.

Este es mi quinto año
como educadora infantil,
sí, educadora,
un trabajo 
donde el porcentaje 
de mujeres  supera
el 95%.

Son muchas las preguntas
que me he ido haciendo
desde que empecé
mi formación. 
Algunas las he resuelto,
otras todavía no,
y son inmensamente crecientes
las que me sigo haciendo.
Esas respuestas
me han colmado,
me han hecho descubrir,
me han enfadado,
han producido que tenga
que volver a preguntar,
pero insisto,
la batería de preguntas
lejos de disminuir,
se acumulan
en mi cuerpo
serpenteante.

Mi lucha personal
hace tiempo
que superó 
eso de intentar
que cultural
y terminológicamente
las guarderías pasasen
a ser escuelas infantiles.
Entiendo, comparto y defiendo
la relevancia del término
y sus implicaciones,
pero una vez dentro,
me doy cuenta
porqué somos incapaces
de convencer
que merecemos la pena.
Y como casi en todo,
los responsables
se manifiestan
de dentro hacia fuera.

Un perfil de educadora
despolitizado
y conformista con su función
de "aparcacoches",
me resulta más dañino
que el hecho 
de que mi madre
me siga diciendo
"qué tal en la guardería".
Un ánimo intervencionista
haciendo de las personas
comos si fueran cosas,
resulta más dañino
que "mis niñ@s"
regresen a casa despeinad@s.
Un grito más grande que otro
duele más
que si me quedo 
en silencio
porque no sé
contestar a la pregunta.
Una confianza a medias
no da lugar
a la honestidad
que todas perseguimos.
Un hacer por hacer las cosas
es contraproducente
con el modelo que 
estamos dando.
Contar un cuento
sin emoción
destapa todas
las carencias
de las que nos nutrimos.
Lanzar mensajes
desde el plano
cinemtagráfico
águila,
jerarquiza
las intenciones.
Sin embargo,
recibir mensajes
desde el plano
contrapicado
te pone en tu sitio,
y no sé hasta qué punto
estamos dispuestas
a asumirlo.
Mirar el móvil
duele más
que no llegar a tiempo
para salvar el mordisco.
Cambiar pañales
como máquinas
que fabrican cosas
sin pedir permiso
ni preguntar,
nos demuestran nuestra
verdadera naturaleza
"humana".

Todavía estamos en esas.

Una red pública de 
escuelas infantiles
que creó un gobierno
con buenas intenciones
pero al que
se les quemaron
las magdalenas.
Unas escuelas
comprometidas,
posicionadas
en el cambio necesario
por y para la infancia
mientras otras se suman 
al carro del postureo
y el fisgoneo.
Pero incluso
de las "buenas"
surgen ramalazos
que les recuerdan
de dónde vienen.

Ahora todas
somos activistas (digitales)
dadas las circunstancias,
pero no engañamos a nadie,
ni a los más tontos,
porque hasta los más tontos saben
que si solo actuamos
puntualmente,
jamás podremos enmendar
nuestros errores
ya sea por caso omiso
premeditado
o por ausencia
de verdades
y voluntades.

Otro sector ambiguo
en el que me incluyo,
del que formo parte
a mitades.
Lanzo esta dura crítica
de la que por supuesto
no me excluyo,
pero con el paso 
por delante
de reconocerlo
sin disfrazarme.

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