sábado, 2 de mayo de 2020

67 escalones

Por primera vez,
sube la escalera del tirón,
sin paradas facultativas
ni descanso para 
recuperar el aliento.

Cinco pisos enteros
que el realidad 
son cuatro
porque el Bajo
está contabilizado
como el Primero.
67 escalones
conquistados
con plena autonomía
e independencia
de ayuda externa.
Eso si, a su manera.
Primero un pie
apoyando la mano 
en la pared
para subir después
el otro pie.
Cambio de registro.
Con las dos manos 
apoyadas en el escalón
impulsa el culo
con las dos piernas
como si fuera un gatito.
No importa tanto el cómo
sino la necesidad 
de satisfacer la demanda.
Por el camino
se entretiene
con los lunares del suelo,
con cada maceta
de las entreplantas,
observado el interruptor de la luz
como quien descubre
pepitas de oro.

Escala cada peldaño
con orgullo
dejando atrás
una estela de polvo
de calle.
Relata con su jerga
lo que siente
y lo que quiere,
casi sin mirar atrás,
sabiendo perfectamente
que arriba les espera Mamá.
Sonríe ante la hazaña
a sabiendas
que un error de cálculo
puede producirle
mucho daño
pero con el 
convencimiento
que por detrás,
hay alguien
más importante
que su propia sombra,
principalmente porque
todavía no la ha descubierto.

Tarda menos de 
cinco minutos
en doblar las 
cinco esquinas
y llega a la puerta
que será suya
hasta que él quiera.
Llama con energía,
mira hacia arriba
buscando los ojos
de su madre,
sonríe heroico
y sigue corriendo
como si las escaleras
no se hubiesen acabado,
porque claro,
los mayores 
no nos damos cuenta,
pero ell@s,
nuestr@s pequeñ@s,
no tienen techo.

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