sábado, 23 de mayo de 2020

Los de Núñez de Balboa


Los mismos
que utilizaron
el 8-M
para criminalizar
a la gente decente,
son los que ahora
se guardan los aplausos
y sacan ollas relucientes
para mostrar su indignación.

A simple vista,
la única diferencia
entre ambas manifestaciones
es que las ollas abolladas
se realiza en pleno
estado de alarma
sin garantizarse
las normas de 
sanidad pública.
Pero si nos metemos
en materia
podremos identificar
qué es mucho más
lo que nos separa
que lo que nos une.

Para empezar,
ser patriota no es
salir a la calle
con banderas desgastadas
y lazos negros 
(algunas de ellas
inconstitucionales)
con el menaje del hogar
para hacerle un escrache
al gobierno.
¿Unidad?
¿Unidad quiere la sociedad
en este momento?
Una polla como una olla
de los de Núñez de Balboa.
Yo no me uno
con tales parásitos
que no hacen más
que cagar por la boca,
porque para otras cosas
no les da.

Los malos seguirán
siendo los malos,
y los menos malos
seguirán intentando
ser menos malos.
Pero nunca tendremos
suficiente, no.
Siempre faltará algo 
por hacer o decir,
o decir que hacer,
o hacer que decir.
Incluso así,
los que lo intentan,
para mí,
tienen todo el respeto
y aval que se merecen,
porque por fin,
la gente,
es parte de la solución
y no del problema.

Claro que no me representan
los energúmenos
de gomina y corbata;
tampoco los del chándal
con la gorra de España;
ni los viejos sarnosos
del bando de los opresores;
ni siquiera la gente
que no toma partido
y baila el agua
del que más le conviene.

Se llame como se llame
vuestra calle,
seáis del barrio que seáis,
vengáis de donde vengáis
y tengáis el apellido que tengáis,
se combatirán vuestros
palos de golf
con bates de beísbol,
vuestras ollas vacías
con comida que alimente
al que no puede alimentarse,
vuestra bandera robada
con lucha de clases
y vuestros gritos
con la memoria
de nuestras abuelas.

No sois tantos,
pero el eco de los medios
os ensancha la papada.
Nosotras tampoco
somos tantas,
al menos 
las que nos atrevemos
a romper vuestra impunidad,
pero aquí os esperamos
con la justiciad, la humildad
y el compromiso
para daros la lección 
de vuestra vida.
Y si entre los que sois
están, amigos
y familiares,
no obtendréis el privilegio
de la duda
porque la verdad
no se consume a medias,
ni tiene excepciones
ni entrecomillados,
la verdad es nuestra
por mucho
que queráis utilizarla
en nuestra contra,
como esa bandera
sin letra, ni brillo, ni orgullo.

Los de Núñez de Balboa
solo sois moda,
postureo de la sombra
que cobija al rico,
agua filtrada
de depósitos contaminados,
pájaros que vuelan bajo
que, inevitablemente,
serán arrollados. 

En mi barrio 
también hay ollas.
Atención al pasar 
por sus calles.
Cuiden sus cabezas.



sábado, 16 de mayo de 2020

Otro sector ambiguo

Que la educación
sea un sector precarizado
no es noticia.
Que además la etapa
de infantil se minusvalora
tampoco es algo nuevo.
Y por supuesto
que el 0-3
es una mera herramienta
de conciliación
para el sistema,
pues tampoco es que
abramos ningún melón.

Este es mi quinto año
como educadora infantil,
sí, educadora,
un trabajo 
donde el porcentaje 
de mujeres  supera
el 95%.

Son muchas las preguntas
que me he ido haciendo
desde que empecé
mi formación. 
Algunas las he resuelto,
otras todavía no,
y son inmensamente crecientes
las que me sigo haciendo.
Esas respuestas
me han colmado,
me han hecho descubrir,
me han enfadado,
han producido que tenga
que volver a preguntar,
pero insisto,
la batería de preguntas
lejos de disminuir,
se acumulan
en mi cuerpo
serpenteante.

Mi lucha personal
hace tiempo
que superó 
eso de intentar
que cultural
y terminológicamente
las guarderías pasasen
a ser escuelas infantiles.
Entiendo, comparto y defiendo
la relevancia del término
y sus implicaciones,
pero una vez dentro,
me doy cuenta
porqué somos incapaces
de convencer
que merecemos la pena.
Y como casi en todo,
los responsables
se manifiestan
de dentro hacia fuera.

Un perfil de educadora
despolitizado
y conformista con su función
de "aparcacoches",
me resulta más dañino
que el hecho 
de que mi madre
me siga diciendo
"qué tal en la guardería".
Un ánimo intervencionista
haciendo de las personas
comos si fueran cosas,
resulta más dañino
que "mis niñ@s"
regresen a casa despeinad@s.
Un grito más grande que otro
duele más
que si me quedo 
en silencio
porque no sé
contestar a la pregunta.
Una confianza a medias
no da lugar
a la honestidad
que todas perseguimos.
Un hacer por hacer las cosas
es contraproducente
con el modelo que 
estamos dando.
Contar un cuento
sin emoción
destapa todas
las carencias
de las que nos nutrimos.
Lanzar mensajes
desde el plano
cinemtagráfico
águila,
jerarquiza
las intenciones.
Sin embargo,
recibir mensajes
desde el plano
contrapicado
te pone en tu sitio,
y no sé hasta qué punto
estamos dispuestas
a asumirlo.
Mirar el móvil
duele más
que no llegar a tiempo
para salvar el mordisco.
Cambiar pañales
como máquinas
que fabrican cosas
sin pedir permiso
ni preguntar,
nos demuestran nuestra
verdadera naturaleza
"humana".

Todavía estamos en esas.

Una red pública de 
escuelas infantiles
que creó un gobierno
con buenas intenciones
pero al que
se les quemaron
las magdalenas.
Unas escuelas
comprometidas,
posicionadas
en el cambio necesario
por y para la infancia
mientras otras se suman 
al carro del postureo
y el fisgoneo.
Pero incluso
de las "buenas"
surgen ramalazos
que les recuerdan
de dónde vienen.

Ahora todas
somos activistas (digitales)
dadas las circunstancias,
pero no engañamos a nadie,
ni a los más tontos,
porque hasta los más tontos saben
que si solo actuamos
puntualmente,
jamás podremos enmendar
nuestros errores
ya sea por caso omiso
premeditado
o por ausencia
de verdades
y voluntades.

Otro sector ambiguo
en el que me incluyo,
del que formo parte
a mitades.
Lanzo esta dura crítica
de la que por supuesto
no me excluyo,
pero con el paso 
por delante
de reconocerlo
sin disfrazarme.

sábado, 9 de mayo de 2020

Prórroga

Las jugadoras
se han dejado el alma
en el campo.
Sin ningún gol
en contra,
el partido se ha basado
en defenderse
a toda costa.
Eso que dicen
de que la mejor defensa
es el mejor ataque
no tiene cabida ahora.
Con toda la
deportividad
del mundo
se han mantenido
los arcos a cero, 
recibiendo aplausos
con cada atajada,
con cada recuperación,
con cada  segada
por detrás
sin recibir
ninguna amonestación.

Mientras tanto,
en los palcos,
algunas altas esferas
exigen que el partido
se de por finalizado
restándole importancia
al encuentro
y dando por hecho
un resultado
que no favorece a nadie.

Las jugadoras,
es decir,
las expertas que se
han dejado la piel,
piden encarecidamente
que el partido tengas
las prórrogas necesarias
para seguir
batiéndose
en duelo
contra un enemigo común.
La casta, 
en cambio,
de lengua afilada
y dientes blanqueados,
no se afloja la corbata
y prepara la carne
que ha de ser devorada.
El resto del estadio,
despliega una pancarta
comunitaria
con el número 23
a la espalda.

Los asientos vacíos
son de la gente
que está siendo enterrada.
El banquillo 
está repleto de suplentes
esperando un contrato digno.
La utillera,
nunca antes valorada
hasta ahora,
da ejemplo de garra
y solidaridad.
La gente se amontona
en los aledaños del campo
esperando
la decisión final.
Y las televisiones
ya no las enciende nadie.

La colegiada y sus linieres
pitan el final
del partido,
pero aquí nadie
se va al vestuario.
Beben agua,
estiran músculos,
y se preparan
para las prórrogas
que le hagan falta
para vencer,
para vencer
todas nosotras.

sábado, 2 de mayo de 2020

67 escalones

Por primera vez,
sube la escalera del tirón,
sin paradas facultativas
ni descanso para 
recuperar el aliento.

Cinco pisos enteros
que el realidad 
son cuatro
porque el Bajo
está contabilizado
como el Primero.
67 escalones
conquistados
con plena autonomía
e independencia
de ayuda externa.
Eso si, a su manera.
Primero un pie
apoyando la mano 
en la pared
para subir después
el otro pie.
Cambio de registro.
Con las dos manos 
apoyadas en el escalón
impulsa el culo
con las dos piernas
como si fuera un gatito.
No importa tanto el cómo
sino la necesidad 
de satisfacer la demanda.
Por el camino
se entretiene
con los lunares del suelo,
con cada maceta
de las entreplantas,
observado el interruptor de la luz
como quien descubre
pepitas de oro.

Escala cada peldaño
con orgullo
dejando atrás
una estela de polvo
de calle.
Relata con su jerga
lo que siente
y lo que quiere,
casi sin mirar atrás,
sabiendo perfectamente
que arriba les espera Mamá.
Sonríe ante la hazaña
a sabiendas
que un error de cálculo
puede producirle
mucho daño
pero con el 
convencimiento
que por detrás,
hay alguien
más importante
que su propia sombra,
principalmente porque
todavía no la ha descubierto.

Tarda menos de 
cinco minutos
en doblar las 
cinco esquinas
y llega a la puerta
que será suya
hasta que él quiera.
Llama con energía,
mira hacia arriba
buscando los ojos
de su madre,
sonríe heroico
y sigue corriendo
como si las escaleras
no se hubiesen acabado,
porque claro,
los mayores 
no nos damos cuenta,
pero ell@s,
nuestr@s pequeñ@s,
no tienen techo.

viernes, 1 de mayo de 2020

Los paseítos

Por fin vamos a poder
acompañar los paseítos
adecuadamente.
Se acabó eso 
de estar al otro
lado de la valla.
Nos hacía falta
"pasar" una pandemia
y dos meses 
de confinamiento.
La miseria adulta
de no verle 
las orejitas al lobo.

Tenemos la oportunidad
de resarcirnos
dando la mano
que en "situación
de normalidad"
estábamos deseando soltar.
Podremos contarles
a nuestr@s hij@s
cómo se llama el pájaro
que se nos cruza;
cuándo se le caen las hojas
a ese árbol que tienes
nada más salir de casa;
qué tipos de nubes
hay hoy en el cielo;
saludar a las vecinas
al pasar y detenerte
para descubrir
de qué color tienen los ojos.

Esta situación de emergencia
no es un regalo,
no son unas vacaciones,
no es quedarse en casa
y ya está.

Este drama lo ha cambiado todo.
Y tenemos/debemos
estar a la altura.
Empezando por los paseos.
Ya no vale llegar al parque
y desentenderse,
para empezar,
porque ya no hay 
parques que valgan.
Toca explorar,
investigar,
descubrir
a menos de un metro
del suelo
qué lugares
pueden ser jugados.
Pero no solo eso,
sino que además
toca identificar
dónde se puede compartir
aquella piedra
que ahora es 
un recurso más.
Proteger los hormigueros,
encontrar arena fina,
abastecerse de palos,
recoger frutos,
limpiar los desechos,
afrontar los pasos de cebra
como un puente colgante
descuajaringado,
mirar el reloj
y saborear el tiempo
que nos queda,
quitarle importancia
a los plásticos,
valorar los rayos del sol,
impregnarse de un
aire sin humos,
asear las manos
de vez en cuando,
alegrarse con el sonido
ambiente de l@s niñ@s
al gritar
porque se merecen
más que nadie
expulsar 
la emoción contenida
de su primer encarcelamiento.

Con mascarilla
o sin ella,
tenemos la obligación
de expandir la sonrisa
que tanto tiempo
llevábamos esperando
tod@s,
sin excepciones,
por muy hijos de puta
que seamos.