y puso todo
patas arribas.
Cuando escampó,
permaneció
una nube
de cinco panzas
envuelta en
maternidad.
Me pilló
sin paragüas
ni chubasquero
y recibí la lluvia
como mejor supe,
acolchado
al disfraz
de la risa.
La piel
se hizo
eternamente
amateur
para recordar,
sin equivocaciones,
quien te acompaña
en el día a día,
quien te sujeta
y quien te levanta,
quien te importa
por encima
de cualquier
inclemencia.
Es poco el tiempo
que llevamos juntas
pero ha sido tanta
la intensidad
de su fuerza
que ya vivimos
atrapadas
en el bien común
de cuidarnos
para ser cuidadas.
Y yo,
ignorantemente
sabio,
me llevé
la mejor parte
seguramente
sin merecerlo
pero con el
convencimiento
de sentirme
única
con el viento
que nos transporta.
"Mis" once campos
descansan
sobre "mis" nubes
y yo,
en medio de todo,
me desenvuelvo
con júbilo
sabiéndome
privilegiado.
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