La niebla
no deja ver
pero permite
el avance,
como el
cansancio
que quiere
hacerte
desistir
pero insistes
en seguir
intentándolo.
"Nívola",
lo llamó
Unamuno,
esas dudas
existenciales
de la
cotidianidad
de los días.
El espesor
de la incertidumbre,
la humedad
del fracaso,
el frío
del miedo,
en definitiva,
un efecto
meteorológicamente
emocional.
De un gris
celestial
cubre el
cielo que
nos arropa.
Incomoda
su sombra,
su ausencia,
su magnitud.
La polvareda
se levanta sola
y oprime
el cuello,
destapado
y sensible
a cualquier
tacto
que se le
exija.
La niebla
es abstracta,
no es cosa
ni palabra,
es algo
todavía
por explicar.
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