Me inclino hacia
el humeante incipiente
aroma que
desprende el café.
Saborear el momento
es sólo eso,
imaginarse ansioso
en otro lugar
con otros
quehaceres.
Es uno de mis
momentos preferidos
del día:
destapar el termo
y entregarme
a la arbitrariedad
de lo que
está por venir
esperando que
cause mal alguno.
Es como destapar
la caja de pandora
o el cajón de los deseos
para encomendarte
a la necesidad
de ser atendido.
Cuando se agota
el tiempo,
es decir,
el café,
vuelves a la
cotidianidad
de la incertidumbre
de las cosas
que han de ocurrir.
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