Duerme apacible e indiferente a lo que allí ocurría. Por fin un lunes sin sol ahogado por nubes grises. El hombre exprime las inquietudes del fin de semana con los ojos cerrados. Sus manos entrecruzadas sostienen el peso evadido de cualquier fuerza constante; algún lugar le espera, pero no se le ve con prisa. Todavía no conozco el color de sus ojos. Se contonea levemente, casi en danza, con el movimiento ajetreado del tren. Maldito tren que siempre conduce al mismo sitio. Seguimos en verano y por aquí no hay atisbos de cambio. Sonríe inconsciente a que le miro. Con cada túnel que atravesamos nos acercamos al conocimiento de la existencia del otro, no hay vuelta atrás ni oportunidad para arrepentirse.
Él, sin saberlo ni quererlo, se ha convertido en mi capricho de lunes, sujeto susceptible de ser descrito por el chico de enfrente que no tenía otra cosa mejor que hacer en ese momento.
Abre los ojos y me mira una única vez para volverlos a cerrar por siempre ............los tenía negros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario