He visto a poetas recitar
con el móvil en mano,
a otros, a sus poemarios sujetos;
pero a los mejores,
los he visto
recitando de memoria
un discurso que se escapa
de las formalidades.
He visto a la poesía
tras las rejas de la moda
políticamente correcta;
la he visto subida
en bici con chanclas;
pero también la he visto
parida a voces desesperadas
buscando dignidad
con la digna acción
de la palabra hablada.
He visto a espectadores
conformistas, aburridos
e ignorantes de lo que
allí estaba pasando;
los he visto enamorados
a primera vista sin pasar
por el filtro necesario;
pero a los mejores,
a los mejores espectadores
les he visto follar con la
mirada "aprofiláctica",
apostando colectivamente
sus armas
en detrimento del
pensamiento único
inducido de la tendencia.
Me he visto a mi mismo
escribiendo inmaduro
e irreflexivo;
recitando nervioso
"tartamudeante" en
rima asonante;
pero también me he visto
convertido en las
mejores de mis formas,
regalando desnudo
por bandera mis defectos,
ideológicamente estudiante
de mis precariedades,
con el punto de mira
en satisfacer mis necesidades,
pero, sobretodo,
en cambiar las sociedades.
He visto que no soy
ni mejor ni peor,
pero demuestro lo que valgo
(aunque sea poco)
e insisto en no
quedarme callado
¡cómplice! del crimen
atroz que se está
cometiendo contra la poesía,
es decir,
contra la insólita vida.
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