contra Rosa Díez
en el 2010 en la Facultad
de Somosaguas
como oyente.
Por aquel entonces
era estudiante
de trabajo social
e iba en contra de
casi todo
y a favor
de casi nada.
Me estaba abriendo
al mundo
a codazos
y asomando
el cuello
levemente.
Yo no conocía
a la señora en cuestión,
pero recuerdo
que aquel día
me cautivó
cuando habló
de regeneración democrática.
Estábamos en los
primeros años
de la gran crisis económica
y yo necesitaba
agarrarme
a un clavo,
que resultó
que estaba ardiendo
desde su nacimiento.
Desde mi ignorancia,
me sedujo
con ideas centralizadoras
y liberales.
Me compré
su autobiografía
y la devoré
todos los días
volviendo a casa
de la universidad.
Por una vez
y solo una
hasta e día de hoy,
coincidí con mi padre
en términos políticos.
Fueron tiempos
en que nos acercamos
más que nunca
a unas mismas ideas
y reconozco,
pese a mi clamoroso fallo,
que lo disfruté mucho.
Fueron meses
en los que me
transformé
al color magenta
y me arraigué
a unas ideas
que no había
escuchado antes.
Me costó discutir
con algún amigo
que solo intentaba
alumbrarme
en este eclipse
moderado
en el que me vi
envuelto
por decisión propia,
por eso, quizás,
me ofusqué tanto,
por haberlo hecho propio,
por sentir
que había tomado
una decisión
desde cero,
sin influencias.
Al año siguiente,
2011,
voté en las generales
a UPyD
y en las municipales
al PSOE.
Lo defendí
con orgullo
y sin vergüenza,
hasta que poco
tiempo después,
reconocí haberme
equivocado
tanto electoralmente
como en la defensa
de unas ideas
que no iban conmigo.
Lo escondí
durante muchos años
por dignidad,
hasta hoy,
donde me quito
este peso de encima
como quien
grita con rabia
tras recibir
una buena noticia
creyendo
que solo podrían
llegar la malas.
Mis amigos
ya no podrán
amenazarme
por mi pasado
sino que tendrán
que revisarse
el suyo.
Dijeron que
aquella charla
le costó 6000€
a la universidad.
Rosa Díez,
con el tiempo,
fue echada a patadas
del partido que cofundó.
Y yo,
por primera vez,
tiré un libro
a la basura.
Aquella Facultad
me cambió la vida.
Me arrepiento
de aquel episodio
pero recuerdo
con añoranza
las conversaciones
amables con mi padre.
Dicen que de todo
se aprende,
de lo primero
estoy seguro
que no volverá a pasar,
de los segundo,
no veo la manera
de volverlo a conseguir.
Lo dije cuando nació
Mi Kuadrilla:
"siento los errores, pero sobre todo siento los escasos aciertos".
Con esta confesión
doy por reparado
mi daño interno,
mi honor
y los derroteros
totalmente contrarios
entre los que
me encuentro ahora
transitando..
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