la vida
con las misma
intensidad
con la que
lloramos
la muerte.
Es normal
que la gente
viva
y es ineludible
que la gente
muera.
Nací
ochomesino
en un parto largo
pero sin dificultades.
Tengo un padre,
una madre
y un hermano;
una familia
bastante tradicional
vaya.
Tuve una infancia
con horario comercial
donde me acogieron
las abuelas...
...los abuelos
ya no estaban.
La adolescencia
marcó mi presente
y mi futuro,
pero a mi parecer,
se alargó demasiado
en el tiempo.
Hice estudios superiores
aunque algunos
de ellos
no los terminé.
Como hacían
las gentes de antes,
me independicé,
me casé
y tuve un hijo.
Hasta aquí
mi dilatada vida
desde un postura
acomodada
y victimista.
Ahora
metámosle
pasión,
revolución
y poesía
libre.
Nací de
mi madre
estando
al lado
mi padre.
La dignidad
de mis días
y el modelo
en el que
me fijé.
A los ocho años
me ofrecieron
en bandeja
un compañero
de vida
perpetuo,
de pelo rizado,
mofletes
y un porvenir
incierto.
Como el de tod@s.
Durante
la infancia
nos acogieron
las abuelas.
Nosotros
tuvimos la suerte
de tener tres.
La pasamos
entre parques,
canciones tradicionales
y arrugas
en las manos.
La adolescencia
me vino grande
hasta el punto
de no querer
existir
a veces;
pero fue donde
forjé
la mejor
de mis amistades
y donde descubrí
ingenuo
a la persona
de mi vida:
"Nos llegamos tarde
en la adolescencia
y llevamos
casi toda
la vida juntas".
Inicié mis estudios
no obligatorios
con más vocación
que constancia
y acabé
donde tenía
que acabar:
dándole
varias vueltas
de campana
al rumbo.
Más tarde
de lo que hubiéramos
querido
nos mudamos
a La Mariana,
el principio de
nuestros
nuevos días.
Y ahí cambió todo.
Como pájaros
recién
liberados,
transportamos
las semillas
que requiere
el campo
para seguir
brotando.
Y conté
en público
el secreto
mejor guardado
de la historia.
A partir
de entonces
perdí el miedo
de rechazar
todo lo que me
producía dolor,
y de consolidar
todo lo que
me hacía falta.
No fue un
camino de rosas,
pero fue
nuestro camino.
El que te saca
sonrisas
y en el que
a veces
te hacen sentir
"como dos flores
en campo arrasado".
"Nos hicimos
mayores
y seguimos
creciendo juntas".
Pasado un año
dormimos
separadas
para darle
más emoción.
Amaneció
nublado
remitiendo
la lluvia
y con la cara
cortada.
Nos casamos
en Sábado
reuniendo
a tod@s
l@s
héroes
y heroínas
que pudimos.
Aunque
lo pareciera...
...no fue un sueño.
Sin descanso
viajamos
a la isla Esmeralda
y a las montañas
de turba.
Volvimos sabiendo
cuál iba a ser
el siguiente paso.
Y lo dimos antes
de que cantara
el gallo.
Nos miramos
sabiendo
que no teníamos
techo.
Fue un
Dos de Mayo.
Un embarazo
épico
donde no dejamos
de fumar
pero con el que sí
nos dejamos la piel
porque solo
nos faltaba
vencer.
Hasta el 23
del último
mes del año.
Nuestro año
favorito.
El que nos día
a nuestra persona
favorita
con contrato
vitalicio.
Hasta hoy.
Un cuatrimestre
y medio
después.
El de la maternidad
y paternidad
por pleno derecho,
compromiso
y deber.
¿Una vida normal
o extraordinaria?
No lo sé,
pero la mía.
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