No hay mejor
manera
de empezar
el día
que haciendo
la cama,
en sentido literal.
Tejidos
que cambian
a lo largo
del año
al tacto
de la piel.
Donde siempre
duermen
las mismas
y ahora
uno más.
Restos
de carne,
hueso
y pelos.
Olor a familia
concentrado
en una noche
intensa.
Estiran
las sábanas
como si nos
estuviésemos
desperezando.
Alisar
las arrugas
como si
acariciásemos
la espalda.
Juego involuntario
de pies fríos
y roces de nariz.
Alientos encapotados
y melenas suaves
de ambientes húmedos.
Amarrar las telas
como cuando
se encajan
los cuerpos
y suspira
con alivio
por el trabajo
bien hecho.
Así se empieza un día.
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