Que no os engañen,
si alguien tiene
conciencia de clase,
es el niño,
que sabe que
el grupo al
que pertenece,
el A o el B,
es mejor,
y viceversa.
Lo que ocurre ahora
es que las líneas
de los coles
se multiplican
dispersando las clases,
optando por
cobrar más plazas.
Y el educando obrero,
pese a la contradicción,
pierde su clase
y ya no es consciente
de su identidad
tras el disparate.
Lo mismo les pasa
a los maestros
que
siendo los más
conscientes de clase,
divagan perezosos
y conformes.
Ante tal incertidumbre
de cuál sería
la mejor clase,
escogen inconscientes
la peor de sus poses,
la de no luchar
por la infancia,
la que proporciona
los compases
de una clase
con conciencia
llena de virtudes,
ansiada de militantes.
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