si el título hubiera sido
"Los días raros"
hablaría
de vosotr@s,
de aquell@s
y de l@s de más allá;
pero siendo "los nuestros"
no puedo limitarme
a nada.
Con vuestro permiso.
Fijaros:
por aquellos días,
algo más qué raros,
salíamos de currar
y nos íbamos
a trabajarnos
en salones sin divanes.
Solo vaivenes que describir.
Eran noches dónde
hablábamos en femenino
y destapábamos
antiguas batallas
sin prisa.
Poníamos el tocadiscos
y fluíamos
tantas horas
tuviera ese día (más qué raro)
la Luna.
Cantábamos para cicatrizar
y sólo silenciábamos
el ambiente
con el cambio
del vinilo.
Rapasábamos nuestras vidas.
Pasábamos lista.
Presente.
Ella siempre fue
la primera de la clase
excepto en los días grises.
Necesitaba el Sol
para resurgir
en contradicción
de la niebla
que me resurge a mi.
Entre hermanas
no existen treguas,
solo guerra
de la que arrancarse
el corazón.
Nosotras tan al Norte
y el resto
tan al Sur.
Llorábamos impacientes
a la espera
de la siguiente sesión
en Martes,
Viernes,
Lunes,
daba igual;
la única condición
es que fuera
un día raro.
Con Vetusta nos dimos cuenta;
existíamos para alguien más
que no fuéramos
nosotras.
Recuerdo que en aquella habitación
no había flores artificiales,
solo fuego.
Apagada la hoguera
volvíamos al curro
sin dormir,
desayunadas
y desarmadas
ante la puta
normalidad
que quedaba
en ausencia de rareza.
Café.
Hay cosas que sólo
deben ser así
porque solo
pueden ser así.
"Los mismos clavos,
la misma madera"
En primera persona del plural
género femenino,
nos inventamos
una nueva forma
de conjugar
nuestros días raros.
-A mi hermana Marta
quien escogió el título-
No hay comentarios:
Publicar un comentario